martes, 8 de diciembre de 2015

Domingo segundo de Adviento


Lectura orante del Evangelio: Lucas 3,1-6
“Vivamos en el centro de nuestra alma, lugar donde Él habita. Y entonces, hagamos lo que hagamos, viviremos en intimidad con Él” (Isabel de la Trinidad). 
En el año quince del reinado del emperador Tiberio… vino la Palabra de Dios sobre Juan, hizo de Zacarías, en el desierto. La Palabra no está encadenada a lugares importantes, ni a status de poder, ni a personas señaladas; se hace presente en el desierto, a un hombre solitario. La Palabra creadora se mueve con libertad, va a donde quiere, llama a quien quiere. La Palabra se hace humanidad, se hace misericordia. Entrando en hombres y mujeres, hace de ellos amigos de Dios y profetas, capaces de leer los signos de los tiempos y de contar la historia de otra manera. Todas las Palabras de Dios miran a Jesús, que es la Palabra definitiva, en la que el Padre nos dice su amor. La oración es la fiesta de la Palabra en la interioridad. Así la vivió María. Jesús, Palabra única. Tú nos abrazas dentro. Te abrazamos.   
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión. La Palabra, como las raíces, se mueve por dentro, creando vida nueva. Los sabios y poderosos del mundo no se enteran de su presencia transformadora. Los acontecimientos decisivos de la historia se preparan y acontecen fuera de los ámbitos del poder. Un hombre, escondido en el silencio del desierto, abierto a la Palabra, será quien anuncie caminos de conversión. Una mujer, María, con la Palabra dentro, dejará los caminos sembrados de alegría. Así actúa el Espíritu. Hoy sigue manifestándose en mujeres y hombres, sencillos y limpios de corazón. Impregnados de misericordia recorren el mundo llevando la bondad y la ternura de Dios, pidiéndonos un cambio de vida. Quien lleva dentro la Palabra no puede hacer daño, en nombre de Dios, a otro ser humano. Quien sigue el rastro creador de la Palabra no puede destruir el planeta Tierra que Dios nos ha regalado como morada. Cuando oramos, llevamos dentro la Palabra y nos dejamos hacer por Ella; extendemos aires de misericordia sobre el mundo. Jesús, en ti todo habla de misericordia. Todo está lleno de compasión y de ternura. Gracias, por venir a nosotros. Te alabamos.   
‘Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos’. ¿Cómo responderemos a esta llamada que nos hace Dios en el Adviento? Juan, que no puede callar la novedad inaudita de esta Palabra de vida que visita los pueblos, nos lo dice: “Preparad el camino del Señor”. ¿Y cómo lo haremos? Buscando en estos días el silencio interior para escuchar la Palabra en los adentros; mirando a María, para descubrir en Ella señales de esperanza; viviendo nuestra fe en comunidad para experimentar el ánimo de los hermanos; yendo al encuentro de las necesidades de los más pobres. María, enséñanos, a preparar el corazón para acoger a Jesús. Él es nuestra Navidad.   
Y todos verán la salvación de Dios. Dios es fiel a sus promesas, nunca rompe con nosotros. Los profetas han preparado caminos; han sido candelas encendidas en la noche. Pero cuando llega Jesús, Palabra de amor y de vida para todos, comienza algo totalmente nuevo, ya no es necesaria la luz de las lámparas; Él ilumina a todos con su luz, alegra a todos con su salvación. En Jesús, todos descubrimos el derecho a reír, sin avergonzarnos. Nuestros rostros llevan dibujado su rostro de misericordia. Jesús, que te vean nuestros ojos; que los ojos de todos te vean y se alegren.
                                   ¡Feliz Navidad! - CIPE, diciembre 2015