domingo, 3 de mayo de 2015

Domingo 5º de Pascua. Lectura orante del Evangelio: Juan 14,1-12

“Dejen hacer a su Esposo… y verán cómo antes de mucho… dejará libre a su pueblo” (Santa Teresa, carta 284).   
 
No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí.

Sea cual sea la situación personal en que cada uno de nosotros se encuentre, Jesús nos invita a la oración interior, En este mismo momento. Basta una pequeña pausa en nuestras tareas y poner nuestros ojos en Él... Cruzamos sin miedo ese pequeño umbral que nos separa de nosotros mismos. Entramos en nuestra interioridad, que no es un lugar; es la conciencia viva de que todo, también nosotros, estamos dentro de Dios, del Amor, de la Vida. Nuestra vida está afianzada, envuelta, abrazada por el Amigo verdadero. Así permanecemos un momento: muy dentro de nosotros, muy dentro de todo, muy dentro de Dios… Abiertos a una novedad inesperada, saboreamos una verdad distinta que hace vivir, vamos más allá de las propias circunstancias que nos agobian, entramos en la calma infinita de Dios, que se sienta por encima de todo aguacero. Creemos en ti, Señor. Nos apoyamos en tu amor. Amén.

Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo.

Si ahora nos regalamos un poquito más de tiempo, podemos seguir viviendo la oración interior. El Espíritu nos empuja para que nos atrevamos. La oración es la puerta para entrar en nosotros mismos y en Dios. Si nos hacemos capacidad, Dios se hace torrente. Jesús resucitado está con nosotros, es para nosotros. No podemos ni queremos ir a ningún sitio sin Él. Elegimos tratar de amistad con Él, porque sabemos nos ama. Jesús nos prepara una casa en la que no entran los agobios, nos lleva a la interioridad donde somos amados. Con Jesús entramos en la fiesta de la relación y comunión a la que está orientado todo ser. Orar y amar es lo mismo. La meta de toda oración es la comunión con Dios. Jesús nos fiamos de ti. Llévanos donde quieras. Amén.
 
Yo soy el camino y la verdad y la vida.

La relación con Jesús es el núcleo de nuestra existencia. No hay nada más vital que esto. No hay aventura humana más fascinante. Si queremos, podemos vivirlo ahora mismo. Jesús nos muestra sus maravillas, y es poderoso para dárnoslas gratuitamente. ¡Qué suerte caminar con Jesús, que es el camino! ¡Qué alegría saborear y alimentarnos de su Verdad! ¡Qué vida empaparnos de su Vida! Todo nuestro bien consiste en aprender a recibir. Jesús nos invita a salir de las pequeñas verdades para adentrarnos en el mar de la Verdad. Dejemos que Jesús nos resuene en el silencio interior, como Camino… Verdad… Vida… Él nos transforma por dentro, nos abre a horizontes insospechados. Jesús, gracias por tanto. Bendito tu nombre para siempre. Amén. Amén.
 
El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores.

Santa María nos dice: “Haced lo que Él os diga”. Por haber estado un poco metidos en la grandeza de Dios, podemos ahora salir a la calle para vivir el mismo camino de entrega que vivió Jesús, para llevar a todos su ternura. Estar con Jesús nos capacita para estar cerca de los más pobres. Sabernos amados por Jesús nos empuja a andar en amor. Así abrimos caminos para que otros vayan a Dios. La imaginación del Espíritu nunca se agota. Jesús, haz en nosotros las obras que Tú quieras para bien de los pequeños. Amén.