sábado, 7 de mayo de 2016

Domingo de la Ascensión del Señor



8 mayo 2016
Lectura orante del Evangelio: Lucas 24,46-53
“Hagamos lo que hagamos, viviremos en intimidad con Jesús” (Isabel de la Trinidad).  
‘Ustedes son testigos’. ¡Testigos de Jesús! Llevar su amor en el corazón, tener su nombre en los labios, juntarnos con otros muchos para celebrar su presencia. ¡Testigos de Jesús! Testigos de sus palabras, de sus gestos, de su modo de orar, de su compasión y ternura hacia los que sufren. ¡Testigos! ¡Qué hermosa realidad para cada una/o de nosotras/os! ¿Pero cómo podremos ser testigos en un mundo que parece empeñado en silenciar al que pasó haciendo el bien? Solo el Espíritu Santo nos puede ayudar. Tomamos conciencia de su presencia en nuestro corazón. Nos dejamos guiar por sus inspiraciones, alegrar por su aliento, fortalecer por su empuje. Espíritu Santo, gracias. Tu presencia embellece nuestra vida, nos hace testigos de Jesús.
‘Quédense en la ciudad, hasta que se revistan de la fuerza de lo alto’. El Espíritu es el gran regalo que nos ha dado Jesús, pero nosotras/os siempre estamos a la espera de su presencia, preparándonos para recibirle y caminar con Él. Orar en las vigilias significa esperar que su fuerza nos revista. Ven, Espíritu Santo. ¿Pero cómo vas a venir si ya estás? Sí, ya estás, pero somos nosotras/os quienes necesitamos que vengas a nuestra vida, que nos inundes con tu gozo, que nos revistas de tu fuerza. Ven, muéstrate a nuestros ojos cansados de tanto mirar sin ver. Ven, Espíritu Santo. 
Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo. ¡Betania! La casa de los amigos donde cada una/o cuenta. El lugar de la escucha prolongada de la Palabra. El estilo de vida sencillo, donde las cosas pequeñas, hechas con amor, adquieren valor. El encuentro de la comunidad con Jesús. El tiempo para que el corazón descanse y se prepare para la misión de anunciar el Evangelio. En Betania Jesús levanta las manos para bendecirnos. Bendícenos, Jesús, con la brisa del Espíritu para que podamos ser bendición y misericordia para todas/os. Bendícenos a todas/os. Bendice a los hermanos y hermanas con lo que más necesite cada una/o.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos subiendo hacia el cielo. La oración es una experiencia de bendición. Jesús nunca nos deja solas/os. Sigue bendiciéndonos hasta el fin del mundo. Nos bendice en el Espíritu, el que nos ayuda a vivir con sencillez y verdad, con alegría y compasión, sin pretender ser grandes que humillan y fuertes que oprimen. Bendecidas/os gratuitamente, bendecimos gratuitamente. Nuestra tarea: mirar a la tierra y a las gentes bendiciendo, amando, trabajando, sonriendo, sin dar ninguna vida por perdida. Jesús, bendícenos. Estamos de fiesta por tu triunfo. La última palabra la tiene tu vida.
Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría. La alegría grande es la señal de Jesús en nuestras vidas. Las/os amigas/os de Jesús llevamos con nosotras/os la alegría. Somos la nueva tienda que Jesús planta en la tierra. Somos sus testigos. Espíritu Santo. Gracias. Eres como un río que crece por dentro y nos inunda con la alegría de Jesús.   
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! Desde el CIPE – Mayo 2016