jueves, 26 de mayo de 2016

Domingo del Corpus Christi. Lectura orante del Evangelio



Lucas 9,11-17
“Nada refleja mejor el amor del corazón de Dios que la Eucaristía. Es la comunión, es Él en nosotros, nosotros en Él. Y ¿no es esto el cielo en la tierra?” (Beata Isabel). .  
‘Despide a la gente que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida’. Hay muchas/os que tienen hambre de vivir, de ser amadas/os, escuchadas/os, comprendidas/os. Hay muchas luces que encender, muchos cuerpos gastados que abrazar, muchas noches esperando auroras, muchos sufrimientos en busca de consuelo, muchas soledades sin compañía, mucha fe perdida en busca de una fuente. ¡Cuántas veces nos echamos a un lado! No aprovechamos las ocasiones que se presentan cada día para realizar acciones a favor de las/os demás. El momento más bello es el momento presente. Si lo vivimos en la plenitud del amor de Dios nuestra vida será maravillosamente bella. Cada palabra, cada gesto, cada conversación telefónica, cada decisión es la cosa más bella de nuestra vida. No vivamos ningún momento sin sentido. Señor, Jesús, enséñanos a afrontar la realidad.
‘Denles ustedes de comer’. Como los apóstoles, también nosotras/os queremos escoger el camino fácil, Pero la vida es aprender a amar. Así nos la ha enseñado Jesús. La última verdad, la más simple, la más cercana a Jesús, es dar la vida, amar a todas/os, hacernos cargo de la gente que tiene hambre, que sufre, que está sola. Estas son las obras que quiere el Señor. Esta es la eucaristía ampliada que Jesús quiere celebrar en el mundo: una eucaristía llena de signos inteligibles, de compromiso y comunión solidarios, de amor del bueno. Queremos ser como quienes entregan todo lo que tienen. Jesús, enséñanos a vivir el momento presente colmándolo de amor.
‘No tenemos más que cinco panes y dos peces’. No tenemos más que el momento presente para colmarlo de amor. Frente a las disculpas está el amor. Las lógicas humanas son muy razonables, pero muy distantes de la compasión radical de Jesús, de la bondad del Padre, de la gracia a manos llenas del Espíritu. Nuestra vida no nos pertenece, toda ella es de Dios para el bien de las/os demás. Además, tenemos que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Algo pequeñito, hecho con amor, es más fecundo que las obras grandiosas. Cuando no tenemos casi nada y escogemos a Dios, Él hace maravillas. Jesús, aquí estamos. Y Tú nos dices: Aquí estoy yo.   
Él, tomando los cinco panes, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Antes de dar de comer a la gente hambrienta, Jesús oró. Antes de realizar nuestra tarea, tenemos que orar. El centro de nuestra oración es una mirada prolongada a Jesús, hasta hacerse adoración y pan partido y repartido. En Jesús está la raíz de todo amor, de toda entrega. Viéndole a Él entregando el pan, nos sentimos llamados a entregar la vida. La Eucaristía es la más hermosa oración, es la cumbre de la vida cristiana. La fuerza y el amor de Jesús son irresistibles. Donde hay eucaristía, la paz arraiga, la bondad se extiende, hay pan para todas/os, Jesús está en medio, hay futuro para la humanidad. Tenemos tu amor en el corazón. Tú estás en medio de nosotras/os. Es hora de amar. ¡Qué poder tan liberador tiene tu amor, Jesús!
¡FELIZ FIESTA DEL CORPUS CHRISTI! Desde el CIPE – Junio 2016