sábado, 14 de mayo de 2016

Domingo de Pentecostés



Lectura orante del Evangelio: Juan 19,20-23
“El amor jamás está ocioso… Puestos los ojos en la grandeza (del Espíritu Santo), corramos encendidas en su amor” (5Moradas 4,10).
‘Estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos’. Tenemos miedo y Jesús nos dice: ‘Ánimo. Tened valor. No tengáis miedo’. Nuestras puertas están cerradas y Jesús nos envía el Espíritu Santo. El Espíritu alienta lo que está muerto en nosotros, abre caminos donde todo sendero parecía imposible, levanta la vida cansada, reaviva el fuego del amor. ¡El Espíritu mantiene vivo el recuerdo de Jesús en nuestra interioridad! ¡Ven, Espíritu Santo! Enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor.
Entró Jesús, se puso en medio y les dijo: ‘Paz’. Estamos solos y tú, Espíritu Santo, orientas nuestra mirada hacia Jesús, que pone en medio de nosotros su gratuidad amorosa. Somos distintos y, a menudo distantes, pero tú haces que nos abrace a todos la paz de Jesús y surja, embellecida, la Iglesia como un signo de compasión y de ternura. Estamos decaídos y tú, Espíritu Santo, nos levantas, nos sacas fuera, a la calle, y nos empujas con tu viento a crear una nueva humanidad. Tú nos regalas gestos sencillos y palabras de verdad para el camino. Te inventas caminos samaritanos para curar las heridas de los que sufren. Cuando todo parece perdido, tú abres caminos de esperanza. ¡Ven, Espíritu Santo!
‘Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo’. Espíritu Santo, vienes tú, dulce huésped del alma, y pones en nuestros labios el nombre de Jesús. Eres esa fuerza íntima en lo más hondo de nuestro ser que nos abre, como testigos, a todos los pueblos. De ti se alimenta todo envío misionero, nos haces “experimentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar” (Papa Francisco). Tú eres, en nosotros, la música que ansía oír la humanidad para vivir la libertad de los hijos e hijas de Dios. Eres el no va más. ¡Ven, Espíritu Santo!
‘Recibid el Espíritu Santo’. Con toda la Iglesia, te recibimos a ti, Espíritu Santo, nuestro don por excelencia, nuestra alegría. Tú haces posible en nosotros la nueva creación. Con tu fuego de amor en las entrañas nos conviertes en seres vivos, que alaban y de todo sacan bendición para bendecir. Las diferencias que tú has suscitado con tus dones ya no nos molestan, son nuestra gloria; nos alegramos con todos los pueblos de la tierra; intercambiamos entre todos tus mensajes de alegría. Te queremos, te damos gracias, te escuchamos, te seguimos. ¡Ven, Espíritu Santo!
A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados. Muchas veces hemos querido ser al margen de Dios, hemos pretendido tener vida sin su vida, cantar sin escuchar sus canciones de amor. Tú, Espíritu Santo, nos regalas el perdón y acaricias nuestras heridas con tu dulzura. Eres fuego que quema, viento que juega en nuestra espalda, invitándonos a entrar en el proyecto de Dios, que es el de todos. Todo mal, de cualquiera, nos afecta. Nos enseñas las mil lenguas de todos los necesitados de la tierra, porque tu imaginación para el bien nunca se agota. ¡Ven, Espíritu Santo!
¡FELIZ FIESTA DE PENTECOSTÉS! Desde el CIPE – mayo 2016