jueves, 24 de enero de 2013

CONCILIO VATICANO II: UNA IGLESIA VERDADERAMENTE UNIVERSAL

Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio Vaticano II, puesto que única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo. (Unitatis Redintegratio, n.1)
 
La palabra “católico” significa universal. El Concilio Vaticano II releyó la identidad de la Iglesia católica desde esta llamada a la universalidad. Ello significó la ruptura de las fronteras ideológicas y reales que mantenían a la Iglesia en pugna y controversia con el mundo actual. Y seguimos año tras año celebrando la semana de oración por la unidad de los cristianos.
¿En qué sentido el Concilio Vaticano II es inspirador? ¿Podemos dejar pasar el año de la fe sin hacer una reflexión, sin meditar al menos qué queremos decir cuando oramos por la unidad de los cristianos?
Tenemos algunas pistas. Hay un trabajo por hacer desde dentro de la Iglesia católica. Así lo reconoce el Concilio cuando exhorta a todos los fieles católicos a que contribuyan eficazmente en la tarea ecuménica.  Este trabajo interno tiene un camino: reconociendo los signos de los tiempos, cooperen diligentemente en la empresa ecuménica.(UR 4)
a) RECONOCER LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS Y COOPERAR CON DILIGENCIA AL PROYECTO ECUMÉNICO.
Jesús permanentemente en el evangelio instaba a que sus discípulos y discípulas reconocieran los signos de los tiempos y el Concilio, queriendo ser fiel al espíritu evangélico, hace este gran descubrimiento: que el tiempo presente se muestra como oportunidad y como reto, que hay que discernir para decidir lo que más se acerque a Jesús.
En segundo lugar, se trata de cooperar con diligencia. No con buenas palabras e intenciones, sino con diligencia. Tendríamos que preguntarnos qué cosas logran que pongamos todas nuestras energías y diligencia hoy en la Iglesia: hay cosas que pasan y a las que no prestamos atención. Ésta del ecumenismo implica diálogo, participación, disposición a ciertas renuncias, visión, horizonte… ¿Dialogar? ¿Para qué? Está claro que para tener un mayor y más profundo conocimiento y una mayor estima mutua entre las diversas confesiones religiosas. El diálogo es una poderosa arma para la autenticidad y la libertad.
b) DAR LOS PRIMEROS PASOS DE CERCANÍA Y RENOVAR Y CORREGIR LO QUE HAY DE RENOVABLE EN EL SENO DE LA IGLESIA CATÓLICA
El esfuerzo del diálogo que supone una salida fuera de sí, irá implicando una vuelta reconciliada hacia dentro de la Iglesia Católica. Así lo expone el Concilio cuando afirma que: Los fieles católicos han de ser, sin duda, solícitos de los hermanos separados en la acción ecumenista, orando por ellos, hablándoles de las cosas de la Iglesia, dando los primeros pasos hacia ellos. Pero deben considerar también por su parte con ánimo sincero y diligente, lo que hay que renovar y corregir en la misma familia católica, para que su vida dé más fiel y claro testimonio de la doctrina y de las normas dadas por Cristo a través de los Apóstoles. (UR 4)
La disposición a renovar lo que tiene que renovarse dentro, en estructuras, modos de pensar, funcionamiento, funciones… es decir, una disposición permanente a la autocrítica como proceso totalmente necesario para la unidad: Puesto que toda la renovación de la Iglesia consiste esencialmente en el aumento de la fidelidad a su vocación, por eso, sin duda, hay un movimiento que tiende hacia la unidad. Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma, de la que la Iglesia misma, en cuanto institución humana y terrena, tiene siempre necesidad hasta el punto de que si algunas cosas fueron menos cuidadosamente observadas, bien por circunstancias especiales, bien por costumbres, o por disciplina eclesiástica, o también por formas de exponer la doctrina —que debe cuidadosamente distinguirse del mismo depósito de la fe—, se restauren en el tiempo oportuno recta y debidamente. (UR 6)
El campo para esta renovación perenne es cotidiano. En la catequesis, en la liturgia, en la predicación de la Palabra, en la renovación bíblica y litúrgica, en la espiritualidad del matrimonio, en la vida religiosa y en la vocación laical y en todos los ámbitos de la actividad eclesial.
c) LA FORMACIÓN
 Es necesario que las instituciones de la sagrada teología y de las otras disciplinas, sobre todo, históricas, se expliquen también en sentido ecuménico, para que respondan lo más posible a la realidad. (UR 10)
Formarse sin polémica, con sumo cuidado, afirma el Concilio. Porque el modo de expresar la fe tiene que obedecer al verdadero sentido si es que se quiere sembrar algo positivo en el corazón de la humanidad. Esto implica también evitar los prejuicios y una búsqueda humilde y auténtica. (cf. UR n. 24)
Han pasado cincuenta años desde que el documento conciliar sobre el ecumenismo fue promulgado el 21 de noviembre de 1964. Se ha reflexionado mucho dentro y fuera de la iglesia católica. Se han dado pasos interesantes relativos a la unidad. Esos pasos deben seguir profundizándose y dando sus frutos en unas sociedades cada vez más complejas, diversas, divididas y segmentadas por los postulados del mercado. La unidad no es sólo buena voluntad, sino que implica un conocimiento de los mecanismos de la injusticia estructural y una tarea decidida por la concienciación.  Por eso, el Espíritu nos llama a orar como conviene. No podemos conformarnos con sólo decir al Padre Dios: danos la unidad. Orar desde la consciencia absoluta del momento presente, trabajando con paciencia, humildad, perseverancia por erradicar la violencia que nos envilece, por analizar las causas y por buscar alternativas sostenibles al sistema de mercado neoliberal, por buscar en nuestra tradición eclesial las fuentes que nos nutran y nos impulsen, por estar totalmente dispuestos a la renovación y la reforma eclesial. Celebremos la unidad, vivamos la unidad, queramos la unidad y la unidad nos hará libres.