sábado, 19 de enero de 2013

… se celebraba una boda en Caná de Galilea…


De la mano del Evangelista Juan vamos a iniciar el Camino.

Qué Camino, se preguntarán.

Pues el Camino que nos lleva al Reino, el Camino que Jesús propuso al grupito de amigos y amigas que se animaron a seguirle. Lo encontramos en el capítulo primero del Evangelio de Juan. Luego de la presentación de la Encarnación, así sin preámbulos, sin detalles que nos puedan confundir, si había mula o si había buey…, en directo, pero también en profundo: “y la Palabra se hizo carne y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14).

Jesús escoge a sus colaboradores y colaboradoras. A los “ministros/ministerios” del Nuevo Reino. “Dónde vives, Maestro? Vengan y verán”… y Andrés y el otro discípulo de Juan “se quedaron con él aquel día”; luego llegaría también Pedro, y Felipe el de Betsaida y Natanael…

Y comienza la primera catequesis con el grupo. Juan nos quiere dejar claro desde el principio la propuesta de Jesús. Por supuesto la primera catequesis se da en la vida. No va al templo [lugar sagrado], ni siquiera a la sinagoga… ni busca a los sacerdotes [personas sagradas] para que la den… ni se preocupa si es sábado [tiempo sagrado] o no.

Lo segundo que quiere dejarnos claro Juan es que se trata de un SIGNO. Juan no quiere hablar de milagros, que pueden confundir e identificar con el poder. Y claro tratándose de un signo del Reino… nada mejor que una boda. Porque era un signo que los discípulos conocían muy bien. Y es que en el Antiguo Testamento el matrimonio fue uno de los símbolos más usados para hablar  del amor y de la alianza de Dios con su pueblo.  La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT, era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios.

Para Juan no importan los detalles. Quiénes eran los novios? Si era una boda importante, cómo es que el mayordomo comete el error de no prever el vino necesario? Esos detalles no son importantes… En cambio queda muy bien resaltado el contraste entre lo Antiguo, caduco y sin vida (“Sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino”),y lo Nuevo, lleno de vida, (“has dejado el mejor vino para el final”). Pero esta vida no viene de la ley, representada en las tinajas de piedra, como las tablas de la ley, llenas de agua para la purificación.  La vida aparece cuando el agua está ya fuera de las tinajas y se convierte en el vino nuevo.

Y Jesús es el centro y eje de esa nueva vida.  Se acabó la Antigua Alianza. Ya no da más de sí. Ahora comienza la Nueva Alianza. Eso es lo que quiere comunicarnos Juan con este signo. Hay que romper ya con la Antigua Alianza. El vino nuevo es el signo de la nueva relación entre Dios  y su pueblo, es el signo de la Nueva Alianza. No es la ley, ni el templo, ni lo sagrado… lo que salva. Eso es el Antiguo Testamento. Ahora es lo nuevo, el vino de las nuevas bodas, el encuentro y la comunión con Jesús y su Reino… Quién es capaz de descubrir esa novedad… simplemente María, la mujer (“mujer, por qué te metes en esto?), la representante de los anawin, del  resto de Israel.

Seremos capaces de aceptar esta novedad? El domingo pasado veíamos cómo los escribas y los sacerdotes no fueron capaces de ir al encuentro de Jesús a Belén. No será que  queremos purificarnos con el agua de las tinajas y no nos arriesgamos a beber el  vino nuevo de la Nueva Alianza?