En la experiencia de Jesús de Nazaret Dios no está en el Templo, no está con los potentados, no está con los cumplidores, legisladores y doctores de la Ley. Dios está revelando su rostro y su voluntad en la gente sencilla.
Jesús no busca explicación, ni razones para esta voluntad de Dios, sino afirma simplemente que “le ha parecido bien”, es decir, que ha querido que así sea. Hoy entendemos muy bien por qué los sencillos revelan el rostro de Dios y sabemos que tal y como está el mundo no podría ser de otra manera:
- Dios se revela en los sencillos porque quiere ser visto precisamente allí donde es más difícil mirar.
- Dios se revela en los sencillos porque encarnan y ponen el punto en la llaga de las injusticias padecidas y de las opresiones a las que están sometidos y así denuncia desde ellos el statu quo actual.
- Dios se revela en los sencillos porque en su condición de despreciados del mundo tienen una sabiduría misteriosa que debe recuperarse y conocerse para la liberación de todo el género humano.
Alguien pudiera leer este texto apelando a la dicotomía: ¿es que Dios no se revela a nadie más? ¿No se le puede revelar a los poderosos? ¿No sería éste un Dios parcializado e injusto? Y entrar en debates que no merecen la pena y que son en sí mismos estériles. Precisamente la alegría más grande que podemos tener los cristianos-as es esta voluntad divina de revelarse en el misterio de los excluidos-as. Porque es el único camino posible para reconciliar este mundo con Dios y para que todos y todas disfrutemos de una fiesta que no termina.
Así, quienes a lo largo de la historia han intuido algo de la verdad que encierra esta Palabra de hoy, han podido hacer experiencia de lo que Jesús vivió en propia carne y le dio una visión profunda de los acontecimientos y de la vida.
Si hoy queremos recuperar visión y ejercer la tarea de la reconciliación necesariamente necesitamos mirar a los y las sencillas y hacernos como ellos y ellas. Entonces, y sólo entonces gozaremos de paz verdadera. También hoy con el Papa Francisco podemos afirmar: Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. (cf. EG 7)
Que el evangelio de Jesús nos conceda lo que pedimos.