Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Mateo 22,1-14
“Queda el alma tan enamorada, que hace de su
parte lo que puede para que no se desconcierte este divino desposorio. Mas si
esta alma se descuida a poner su afición en cosa que no sea Él, piérdelo todo”
(5Moradas 4,4).
Venid a la boda. Invocamos al Espíritu. Él nos empuja a “caminar a
prisa para ver este Señor” (3M 2,8). “Pongamos los ojos en Cristo, nuestro
bien” (1M 2,11). “Tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y
procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que nos
acerquemos a Él” (2M 2). La invitación de Jesús a las bodas, a la fiesta de
amor que el Padre ha preparado, es gratuita. “Da el Señor cuando quiere y como
quiere y a quien quiere” (4M 1,2). En la oración “nos ha dejado estar cerca de Él”
(4M 3,5). Ya podemos entonar el cántico nuevo: ‘Mi Amado es para
mí y yo soy para mi Amado’.
Los convidados no hicieron caso. ¿Por qué no nos
decidimos a “amar una bondad tan buena y una misericordia tan sin tasa”? (1M
1,3). “Cuán atada me veía para no determinarme a darme del todo a Dios” (V
9,8). “¿Quién nos despertará a amar a este Señor?” (2M 11). “Pruébanos tú,
Señor, que sabes las verdades para que nos conozcamos” (3M 1,9). ¿Cuándo te conoceremos para amarte como
Tú esperas que te amemos?
Id ahora a los cruces de los caminos y a todos
los que encontréis, convidadlos a la boda. “En los santos que después de serlo el Señor tornó a
Sí hallaba yo mucho consuelo, pareciéndome en ellos había de hallar ayuda y que
como los había el Señor perdonado, podía hacer a mí; salvo que una cosa me
desconsolaba, como he dicho, que a ellos solo una vez los había el Señor
llamado y no tornaban a caer, y a mí eran ya tantas, que esto me fatigaba” (V
9,7). Desde la experiencia Teresa de Jesús nos anima: “No os desaniméis, si
alguna vez cayereis, para dejar de procurar ir adelante” (2M 9). Porque de mil
maneras Dios “hace que conozcamos su voz y que no andemos tan perdidos, sino
que tornemos a nuestra morada” (4M 3,2). Dios quiere ver la sala llena, no
puede dejar
al mundo sin la gratuidad, ternura, misericordia que llenan su corazón. Ningún
fracaso por nuestra parte le cierra las entrañas. Su amor, siempre creativo,
nos convoca de nuevo. Jesús, vuélvenos
a llamar.
Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin
vestirte de fiesta? ¿Qué
es entrar sin traje de fiesta? Entrar con una vida “tan mal gastada” (3M 1,3),
sin obras de “justicia y verdad” (3M 2,10).Entrar sin un amor real, que “no ha
de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras” (3M 1,7),
puesto que “no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho” (4M 1,7). ¿Estará
todo perdido? No, porque “considerando en el amor que me tenia (Dios), tornaba
a animarme, que de su misericordia jamás desconfié. De mí muchas veces” (V
9,7). “Bien sabe Su Majestad que solo puedo presumir de su misericordia, y ya
que no puedo dejar de ser la que ha sido, no tengo otro remedio , sino llegarme
a ella y confiar en los méritos de Su Hijo y de la Virgen, madre suya” (3M
1.3). Este forcejeo termina con una oración: “Pues en alguna manera podemos
gozar del cielo en la tierra, que nos dé su favor para que no quede por nuestra
culpa y nos muestre el camino y dé fuerzas en el alma para cavar hasta hallar
este tesoro escondido” (5M 1,2). Que así
sea y “que viva Dios siempre en nosotros” (3M 1,3).
¡Feliz Domingo
y feliz fiesta de Santa Teresa! CIPE – octubre 2014