Domingo XIX del tiempo
ordinario
“Ande
la verdad en vuestros corazones” (Santa Teresa, C 20,4).
Llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús
con una pregunta. La oración es un espacio de verdad. La humildad
es la negativa a existir fuera de Dios. Sin el deseo de andar en verdad, todo
el edificio de la oración se construye en falso. Teresa de Jesús lo motiva con
hondura: “Dios es suma Verdad, y la humildad es andar en Verdad” (6M 10,7). “Y así
entendí qué cosa es andar un alma en verdad delante de la misma Verdad” (V
40,3). La pregunta es un camino humilde hacia la verdad, nunca debiera ser un
arma para vencer y destruir al otro. Nada de trampas ni de mentiras. ¿Cómo
engañar en las cosas de Dios? “Espíritu que no vaya comenzado en verdad, yo más
le querría sin oración” (V 13,16). “¡Oh
Señor y verdadero Dios nuestro! Quien no os conoce no os ama. ¡Oh, qué gran
verdad es ésta!” (E 14,1).
Maestro sabemos que eres sincero y que enseñas
el camino de Dios conforme a la verdad. No oramos bien cuando vemos y decimos verdades y no
las seguimos de corazón, cuando las palabras no concuerdan con el pensamiento. La
oración en el Espíritu “es adonde el Señor luz para entender las verdades” (F
10,13).Jesús “es la atalaya adonde se ven verdades” (V 21,5); “bienaventurada
el alma que la trae el Señor a entender verdades” (V 21,1). Jesús “es muy amigo
tratemos verdad con Él” (C 37,4); “bienaventurado quien de verdad le amare y
siempre le trajere cabe sí” (V 22,7). Señor,
no permitas que nos engañemos con las palabras que te decimos. Te abrimos el
corazón para que Tú nos dejes en él “imprimido el camino de la verdad” (V 1,4).
¿Es lícito pagar impuesto al César o no? Tratar de
amistad con Jesús no significa que todo lo tengamos claro. Nos hacemos
preguntas como cualquiera. Hay muchas realidades que nos cuestionan. La oración
no es una ideología, es una búsqueda, una reflexión trabajada, un encuentro con
Jesús. “¡Cuán diferente entenderemos estas ignorancias en el día adonde se
entenderá la verdad de todas las cosas!” (F 20,3). “Pruébanos, tú, Señor, que sabes las verdades para que nos conozcamos”
(3M 1,9).
Paguen al César
lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. No hay nada más grande que estar ante Dios dándole
gloria. Con Dios renace la alegría. “Toda la memoria se le va en cómo más contentarle, y en qué o
por dónde mostrará el amor que le tiene” (7M 4,6). “Quien de verdad comienza a servir al Señor, lo
menos que le puede ofrecer es la vida” (C 12,2). Dar a Dios lo que es de Dios
es desarrollar una vida espiritual que no es un añadido a nuestra personalidad
sino su plenitud. “Quiere
nuestro Señor que no pierda la memoria de su ser, para que siempre esté
humilde, lo uno; lo otro, porque entienda más lo que debe a Su Majestad y la
grandeza de la merced que recibe, y le alabe” (7M 4,2). En los momentos fuertes
de crisis de humanidad, la tarea de cuidar la imagen divina nos vuelve los ojos
hacia los que peor lo pasan para danzar con ellos la danza misionera de la
ternura de Dios y vivir el gozo del Evangelio. “Quienes de
veras aman a Dios… no aman sino verdades y cosa que sea digna de amar” (C 40,3).
“Que podamos decir con verdad: Engrandece
y loa mi alma al Señor” (E 7,3).
¡Feliz Domingo
y feliz fiesta del DOMUND! CIPE – octubre 2014