sábado, 1 de noviembre de 2014

‘Yo soy el camino, y la verdad, y la vida’



Domingo – Conmemoración de todos los fieles difuntos. 2 noviembre 2014
Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Juan 14,1-6

“Porque vivo en el Señor, que me quiso para sí” (P 1).

‘No pierdan la calma: crean en Dios y crean también en mí’. La experiencia de la muerte es la mayor crisis del ser humano, la muerte de sus seres queridos el mayor dolor, el destino final del ser humano el mayor de los enigmas. ¿Qué hacer? ¿Marginar de la memoria este conflicto? Jesús nos hace una propuesta: creer en Dios, confiar en Él, dejar que su Llama de amor viva nos sane en el más profundo centro de la muerte. Teresa de Jesús nos alienta: “Creed de Dios mucho más y más” (V 28,8). ”¡Oh Señor de mi alma, y quién tuviera palabras para dar a entender qué dais a los que se fían de Vos!... ¡Bendito seáis por siempre jamás!” (V 22,17). Mirando de frente a la hermana muerte, presumiendo de la misericordia de Dios, podemos decir:”Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda” (P 9).

En la casa de mi Padre hay muchas estancias, y me voy a prepararles sitio. La vida de Dios nos toca en la interioridad de nuestra morada más secreta. La muerte huye, renace la alegría. La oración mantiene vivo este milagro de la gracia. ¡Somos casa para Dios! “En el centro y mitad de todas éstas moradas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma” (1M 1,3). Y lo más fascinante: en la casa de Dios hay sitio para todos/as, Jesús ha preparado casa a los/as desvalidos/as. “Estoy sobre la palma de tu mano, confiado como un niño. No la quites, Señor, fuera de ella ha extendido la nada sus abismos”.

Volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes. Jesús nos lleva a la vida plena. “¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará?” (V 22,7). “No parece fue en su mano apartarse un momento de nosotros” (V 22,6). ¡Qué esperanza “estar con quien sabemos nos ama”! (V 8,5). “Con tan buen amigo presente… todo se puede sufrir; él ayuda y da esfuerzo, nunca falla; es amigo verdadero” (V 22,6). “¡Qué dicha, oh mi Amado, estar junto a Ti!” (P 7).

Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Vivir sin esperanza “es perder el camino” (V 19,3). Jesús mira nuestras dudas, ofrece su mano de amigo en medio del peligro. “¡Oh, qué mal camino llevaba, Señor! Ya me parece iba sin camino, si Vos no me tornarais a él, que en veros cabe mí, he visto todos los bienes” (V 22,6). Es el momento de llamar a Jesús, de estrenar su mirada pascual, de respirar el perfume de su amor. “Porque para hallarme a Mí, bastará solo llamarme, que a ti iré sin tardarme” (P 8).

‘Yo soy el camino, y la verdad, y la vida’. “Heme aquí con solas estas palabras sosegada, con fortaleza, con ánimo, con seguridad, con una quietud y luz que en un punto vi mi alma hecha otra… ¡Oh, qué buen Dios! ¡Oh, qué buen Señor y qué poderoso!... Sus palabras son obras. ¡Oh, válgame Dios, y cómo fortalece la fe y se aumenta el amor!” (V 25,18). Jesús es camino que nos lleva a la meta. “Para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratísima” (V 22,6). Jesús es vida ofrecida. “¡Oh vida, que la dais a todos!” (E 9,2). Jesús es la verdad. “Yo ya no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado” (P 3). “Caminemos para el cielo” (P 10). Allí nos espera un Amor.

¡Feliz Domingo! CIPE – octubre 2014