viernes, 16 de enero de 2015

Él les dijo: ‘Venid y lo veréis’. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día.


Domingo segundo del Tiempo Ordinario

Lectura orante del Evangelio en clave teresiana: Juan 1,35-42

“¿Quién más amigo de dar, (que Jesús), si tuviese a quién?” (F 2,7).

Fijándose en Jesús que pasaba. Una mirada limpia, sin prejuicios, es el comienzo de un encuentro. Juan sabe mirar a Jesús; esto es lo mejor de su profecía. Mirar a Jesús es la forma más bella de comenzar el trato de amistad con Él. ¡Nos hace tanto bien volver a mirarle! Nadie puede quitarnos la dignidad que nos otorga su amor infinito. “Mirad que no está aguardando otra cosa sino que le miremos” (C 26,3). Hagamos “concierto con Su Majestad: que mire yo a mi Amado y mi Amado a mí; y que mire Él por mis cosas y yo por las suyas” (Cp 4,8).

‘Este es el Cordero de Dios’. El encuentro con Jesús es el acontecimiento más importante para Juan. También, para Teresa, el encuentro con el Amigo la liberó de “su vida cansada” (V 9,1), en Él encontró la vida verdadera, “que bien entendía que no vivía" (V 8,12). Para muchos hombres y mujeres, el encuentro o reencuentro con Jesús da un nuevo horizonte a sus vidas, es el acontecimiento por excelencia. Del encuentro con Jesús salen a anunciarlo con alegría. “¿Qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de hacerlo conocer?” (Papa Francisco). “Sea Dios alabado y entendido un poquito más y gríteme todo el mundo” (7M 1,2), dice desafiante Teresa. “¡Alaben os todas las cosas, Señor del mundo! ¡Oh, quién diese voces por él, para decir cuán fiel sois a vuestros amigos!” (V 25,17).

Jesús… al ver que lo seguían, les preguntó: ‘¿Qué buscáis?’ Le contestaron: ‘Rabí, ¿dónde vives?’ Las preguntas de Jesús van a lo esencial, donde están los deseos más profundos. La respuesta de los discípulos también señala la hondura, la oración requiere intimidad. El ser humano puede desvelar sin miedo su misterio de indigencia ante el que viene a colmar todo vacío con su amor. Las cosas no son capaces de dar alegría al corazón. “Nuestra tristeza infinita solo se cura con su infinito amor” (Papa Francisco). Qué bien expresa Teresa de Jesús este juego de búsquedas y encuentros, cuando oye esta respuesta de Jesús: “Alma, buscarte has en Mí, y a Mí buscarte has en ti” (P 8).

Él les dijo: ‘Venid y lo veréis’. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Orar es estar con Jesús, caminar con Él. “Mientras podáis no estéis sin tan buen amigo” (C 26,1). “Unidos a Jesús, buscamos lo que Él busca, amamos lo que Él ama” (Papa Francisco). Después del encuentro con Él, parece que todo sigue igual, pero todo cambia. Las dificultades de la vida siguen estando ahí, pero, con Jesús, le nace a nuestro corazón una alegría, que nadie nos podrá robar. “Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida” (Papa Francisco). Frente a la tentación de quedarnos con los brazos cruzados, Teresa nos invita a caminar con Jesús, encarnando su Evangelio en la vida concreta de cada día. Su amor es fiel. “Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir” (V 19,15).

¡Feliz Domingo! Desde el CIPE – enero 2015