lunes, 1 de agosto de 2016

Décimo octavo Domingo del tiempo ordinario.



Lectura orante del Evangelio: Lucas 11,1-13

“El amor está siempre naciendo” (Pascal).
‘Guardaos de toda clase de codicia’. No es ésta una palabra menor de Jesús; es una palabra necesaria para ponernos en verdad, desenmascarar la insensatez y no correr en vano por la vida. El vacío y la inseguridad no se curan con la codicia. La vida no depende de los bienes; la vida se recrea en otra fuente: la del amor gratuito e incondicional de Dios. Jesús, mientras va con nosotros de camino, nos invita a salir de la codicia. El ambiente que nos rodea nos hace propuestas contrarias a las de Jesús, nos lleva a una insolidaridad cruel. ¿Qué voz escucharemos? La oración, no pocas veces, es un tiempo de lucha. Escuchamos tu voz, Jesús.   
‘¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha’. Se agrandan los graneros, pero no el corazón. Los grandes almacenes, donde se guarda lo que sobra, manifiestan la estrechez del corazón humano. Las reservas acumuladas no alivian la experiencia interna de escasez ni dan de comer a los pobres. La crisis que sufrimos es una crisis de ambición. Jesús dice que vivir de esa manera es un simulacro de vida. La alegría va por otros caminos. Entra en nuestro corazón, Jesús, y cámbianos.
‘Tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida’. Esta es la mentalidad reinante en nuestra sociedad, disfrutada por unos pocos, deseada por muchos. Jesús no envida esta manera de vivir, al revés, le parece insensata, un fracaso. El ego ocupa el espacio, se aísla, todo es poco para él. ¡Qué manera tan egoísta de plantear la vida! No hay corazón, ni solidaridad, ni alegría. ¿Dónde están los otros: pobres, inmigrantes, pequeños de la tierra? Todos han sido descartados. ¡Qué injusto! Lo de Jesús es de otra manera: las necesidades disminuyen –puedo vivir con menos-, la austeridad compartida es una fiesta, los otros existen, hay espacio para la ternura. Enséñanos, Jesús, a plantear nuestra vida a tu manera.  
‘Esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado ¿de quién será?’ La insensatez tiene consecuencias; lo ve quien sabe mirar. Vivimos en la contingencia, no podemos olvidarlo. ¿Quién puede llenarnos la vida? ¿Por qué no comenzamos otro camino? Las distancias más largas se acortan cuando damos un paso. Estamos a un pensamiento de cambiar la vida. ¿Optamos por ello? Libéranos, Jesús, de la falsedad que no deja vivir.   
‘Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico para Dios’. El ego no es el centro de todo. Es un engaño acumular méritos ante Dios, también eso es un atajo equivocado que no conduce a la plenitud. ‘Sal fuera y gloríate en tu gloria’, allí donde se escuchan los susurros más hermosos de la vida. La verdadera vida está en el encuentro con Jesús, en sabernos amados gratuitamente por Él. Jesús es nuestra riqueza. Si caminamos con Él y con todos, ya somos ricos para Dios. Es hora de escuchar al corazón, ahí nos habla Jesús, ahí los pobres tienen sitio. Una nueva humanidad es posible. Jesús, tú eres mi riqueza.    
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – julio 2016