domingo, 28 de agosto de 2016

Vigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario - 28 agosto 2016



Lectura orante del Evangelio: Lucas 14,1.7-14
“Déjate amar” (Beata Isabel de la Trinidad).
‘Cuando te conviden a una boda, vete a sentarte en el último puesto’. Encontrar nuestro sitio, ponernos en verdad, habitar nuestra interioridad, vivir el momento presente, querer aquí y ahora nuestra vida…, ahí es nada. Jesús viene en nuestra ayuda y nos hace una propuesta sorprendente, a contracorriente: El último puesto. Nada de pretensiones de grandeza. El último puesto es la alternativa de Jesús a la violencia y a la injusticia. El último puesto. ¡Qué bien se ama desde ahí! ¡Qué libertad para servir! ¡Qué capacidad para vivir cada día como quien estrena la vida! ¡Qué oportunidad para mirar a los demás de otra manera! El último puesto. Jesús nos invita a la boda y nos dice que nos sentemos en el último puesto. Ven, Espíritu Santo, viento fuerte, colócanos en ese último puesto que nos ofrece Jesús.
‘Para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba’. ¡Qué alegría! Nuestra nada no queda oculta a la mirada de Jesús. ¡Con qué dulzura nos dice: amigo, sube! Jesús, que se hizo el último de todos, nos da la mano para subir a una dignidad que embellece y no humilla a los que están siempre más abajo. Amigo, sube, es la música de Jesús que recorre la tierra. Amigo, sube, son las palabras que hoy podemos decir a los que están junto a nosotros, sin envidias ni celos destructivos. Amigo, sube es la propuesta liberadora de Jesús para una humanidad nueva. Todos levantados por Jesús, todos creciendo juntos (somos cuando los demás son), dándonos valor unos a otros. Amigo, sube… Gracias, Jesús.   
‘Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido’. El egoísmo es mentira, el orgullo ocasiona sufrimiento a nosotros y a los demás, la pretensión de tener la razón nos hace perder los perfumes más hermosos de la vida. La humildad es otra cosa; es aceptación de lo que somos, capacidad para apreciar a los demás, libertad frente a los halagos y las críticas, silencio frente a tanta mentira, distanciamiento de la corrupción. La humildad es andar en verdad; en ese terreno florece la oración, la amistad, el diálogo, la tolerancia, el encuentro y el compromiso. Humildes no son los que reprimen y esconden los dones, ni los que se inventan virtudes; humildes son los que con mirada lúcida se atreven a reconocer la grandeza de los que están abajo. Jesús, solo tú sabes mirar nuestro corazón.
‘Cuando des un banquete invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos: dichoso tú porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos’. Dichoso: Esto suena a audacia del Espíritu, a fiesta de la gratuidad. Dichoso si invitas a los pobres: Esto es entrar en la dinámica del Reino. ¡Cómo revoluciona Jesús nuestros esquemas! Fascina o escandaliza. Al amar tanto la vida, dice y hace cosas como éstas: Dichoso tú si invitas a los ciegos. Así muestra al Padre, así desvela lo que hace el Espíritu en nosotros. Dichoso tú: bienaventuranza desbordante, porque el gozo compartido con los últimos es nuestra verdadera identidad, lo que más llevamos de Jesús. Nuestra fe en ti, Señor Jesús, nos hace movernos en esa dirección. 
¡FELIZ DOMINGO! Desde el CIPE – agosto 2016