Escuela
de Ministerios de ISAMIS
“El mismo día que llegué de Catacocha a mi comunidad
hace 22 años, lleno del lodo de los pantanos, me nombraron Animador de la
Comunidad Cristiana. Desde entonces, sin interrupción, sigo como ministerio
hasta ahora, que soy Diácono Permanente”. Con estas palabras nos compartió don
Manuel Lojano su testimonio de servicio en la Escuela de Ministerios que se
realizó el día 24 de mayo, ante la presencia de cerca de un centenar de sus
compañeros y compañeras y de Mons. Celmo Lazzari, quien visitaba la Escuela por
primera vez.
Experiencias similares a la de don Manuel, tanto o más
impactantes, podrían contarlas cerca de 200 Ministerios Reconocidos,
Instituidos y Ordenados de la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos, que han
surgido de su caminar como iglesia abierta al espíritu del Evangelio, del
Concilio Vaticano II, del Magisterio Latinoamericano y de Iquitos.
En efecto, ya desde inicios de los años 70, en
Sucumbíos se optó y se empezó a caminar como Iglesia Comunidad Ministerial al
servicio del Reino, donde los nuevos y variados ministerios (laicales)
surgieron de las necesidades sentidas por las mismas comunidades y fueron
asumidos como un servicio desde la fe por miles de personas, hombres y mujeres
sencillos, llenos de amor a los hermanos y con un testimonio de vida muy
hermoso.
Algunas de ellas perseveraron decididamente en ese
compromiso durante años y se fueron identificando progresivamente como
discípulos/las misioneros/as de Jesús. Esto dio lugar a que aparecieran en los
años 90 los Ministerios “Reconocidos” o “Instituidos”, con un compromiso para
toda la vida. Para su acompañamiento y formación nació en el año 1992 la
Escuela de Ministerios.
Todos somos discípulos misioneros
Así lo afirma el Papa Francisco en la Exhortación “La
Alegría del Evangelio” (119-121).
“En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del
Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28, 19). Cada
uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado
de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar
en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde
el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva
evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados”
(120).
“Una misión para comunicar vida”
“Yo he venido para dar vida a los hombres y para que
la tengan en abundancia”, dice Jesús (jn 10, 10).
La vida nueva de Jesucristo toca al ser humano entero
y desarrolla en plenitud la existencia humana “en su dimensión personal,
familiar, social y cultural” (cf. DA 356).
Sabemos que la vida se acrecienta dándola y se
debilita en el aislamiento y la comodidad. Entones, en qué consiste la misión?
“El Evangelio nos ayuda a descubrir que un cuidado
enfermizo de la propia vida atenta contra la calidad humana y cristiana de esa
misma vida. Se vive mucho mejor cuando tenemos libertad interior para darlo
todo: “Quien aprecie su vida terrena, la perderá” (Jn 12, 25). Aquí descubrimos
otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que
se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión” (DA
360).
Qué reconfortante es encontrarse con personas como Don
Manuel, como Doña Rosita, y tantos otros/as, que han hecho de su vida un don para
los demás durante toda la vida.
Los carismas al servicio de la Vida
El Espíritu Santo enriquece a toda la Iglesia
evangelizadora con distintos carismas: son dones para renovar y edificar la
Iglesia en su misión de servidora del Reino de Dios. “No son un patrimonio
cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del
Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es
Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de
la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse
armónicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para bien de todos”. (EG
130).
He aquí una lista de los variados servicios y
ministerios con que el Espíritu ha regalado a nuestra Iglesia de Sucumbíos,
como en un nuevo pentecostés:
-
Animadores de Comunidades Cristianas
-
Catequistas
-
Ministerio de Pastoral Juvenil
-
Animadores de Infancia Misionera
-
Ministerio de Salud y Solidaridad
-
Ministerio de Ecumenismo
-
Ministerio de Pastoral Familiar
-
Misioneros de las Comunidades
-
Las COIM (Comunidades para la Iglesia y para el Mundo)
-
Equipos Misioneros Ampliados
-
Ministerio de la Consolación
-
Ministerio de Pastoral Carcelaria
-
Ministerio de Música y Canto
-
Ministerio de Ornato Litúrgico
-
Ministerio de la Espiritualidad
-
Ministerio del Compartir
-
Presidente o Coordinador de Comunidad
-
Coordinadores de Sectores o zonas pastorales
-
Ministerio de la Minga y los Trabajos Comunitarios
-
Promotores de Salud
-
Promotores de Derechos Humanos
-
Promotores Agrícolas
-
Ministerio de Organizaciones Populares
-
Ministerio de la Comunicación Social
-
Ministerio de Educación Popular
-
Alfabetizadores
-
Lectores
-
Acólitos
-
Diáconos Permanentes
-
Presbíteros comunitarios …
Sólo el Espíritu puede suscitar la
diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la
unidad (Cf EG 131).
“Demos Gracias
al Señor, demos Gracias!
Qué linda
fiesta, vivir contigo,
Jesús amigo, en
la comunidad.
Qué linda
fiesta, vivir con fuego,
El mundo nuevo
de la comunidad.
Qué linda
fiesta, juntar las manos
Con mis
hermanos, en la comunidad”