Deuteronomio
8,2-3.14b-16; Juan 6,51-58;
Hay un poema de Pedro Casaldáliga hermosísimo que nos invita a recuperar
la Eucaristía. Dice así:
Mi Cuerpo es Comida
Mis manos,
esas manos y Tus manos
hacemos este
Gesto, compartida
la mesa y el
destino, como hermanos.
Las vidas en Tu
muerte y en Tu vida.
Unidos en
el pan los muchos granos,
iremos
aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios,
Ciudad de los humanos.
Comiéndote
sabremos ser comida,
EI vino de sus
venas nos provoca.
El pan que ellos
no tienen nos convoca
a ser Contigo el
pan de cada día.
Llamados
por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia
el Reino haciendo Historia,
fraterna y
subversiva Eucaristía.
Es
mirar a Jesús en la historia, caminando hoy resucitado con la humanidad. Es una
invitación a escuchar realmente: “mi Pan es verdadera comida”… Las y los
seguidores de Jesús podemos olvidar con facilidad como aquellos caminantes del
libro del Deuteronomio que el protagonista de toda la historia de liberación de
la esclavitud no es el resultado del esfuerzo o de la voluntad, sino pura
gracia y misericordia de Dios. Con Jesús Eucaristía puede pasarnos lo mismo y
de igual manera el Señor nos alerta: ¡cuidado! No vayan a creer que porque tienen
asegurado el pan.
Ojalá comiéndote, sepamos ser comida, ojalá el vino
de tus venas nos provoque y el pan que ellos no tienen nos convoque… y nos preguntemos
seriamente qué nos está “convocando”, es decir llamando a juntarnos: ¿un
mundial de fútbol? Es muy contradictorio para quienes nos decimos cristianos
sentirnos convocados con cierta energía, pasión y ganas en torno al mundial de
fútbol, y no sentirnos ni de lejos mínimamente convocados ni movidos a pasión
alguna cuando se trata de defender un derecho humano o un trabajo por la
justicia para que todos y todas tengamos pan. Esto es lo que han hecho con
nosotros y nosotras los medios de comunicación de masas: desviar nuestras
alegrías hacia gente que nunca conoceremos personalmente como puede ser un
deportista de élite y no sentir la más mínima alegría por gente que sí
conocemos y con quien convivimos diariamente.
Simplemente
este dato está evidenciando que algo tiene urgentemente que cambiar en
nuestra manera de percibir a Dios, en lo que entendemos por compromiso
cristiano y en lo que entendemos por justicia. Que Jesús hecho Pan de Vida nos
dé vida para entenderlo y ponerlo en práctica.