sábado, 9 de agosto de 2014

EL VIENTO ERA CONTRARIO



Mateo 14,22-33
Enseguida mandó a los discípulos embarcarse y pasar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después de despedirla, subió él solo a la montaña a orar. Al anochecer, todavía estaba allí, solo. La barca estaba ya a buena distancia de la costa, batida por las olas, porque tenía viento contrario. Ya muy entrada la noche Jesús se acercó a ellos caminando sobre el lago. Al verlo caminar sobre el lago, los discípulos empezaron a temblar y dijeron:  ¡Es un fantasma! Y gritaban de miedo. Pero Jesús les dijo: ¡Anímense! Soy yo, no teman. Pedro le contestó: Señor, si eres tú, mándame ir por el agua hasta ti. Ven, le dijo. Pedro saltó de la barca y comenzó a caminar por el agua acercándose a Jesús, pero, al sentir el fuerte viento, tuvo miedo, entonces empezó a hundirse y gritó: ¡Señor, sálvame! Al punto Jesús extendió la mano, lo sostuvo y le dijo: ¡hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Cuando subieron a la barca, el viento amainó. Los de la barca se postraron ante él diciendo: ciertamente eres Hijo de Dios. 

Jesús ejerce su compasión dando de comer a la multitud. La tentación del discipulado es la pasividad que no busca alternativas para hacer efectiva esa compasión. Palabra y Pan unidos. El pan que congrega en una mesa no está separado del pan debido en justicia al pobre y excluido. Debió ser una tentación constante en las primeras comunidades cristianas esa tendencia a separar el Pan de la Palabra y de la Eucaristía de la justicia frente a la exclusión. De ahí que el texto de la multiplicación que precede al de la tempestad,  aparezca en todos los evangelistas. 

Este es el contexto: ha sido asesinado en una cárcel Juan Bautista. Jesús se mueve y vuelve a encontrarse con lo que le recuerda que su misión es proclamar la buena noticia del Reino actuando la misericordia. Necesita orar. En medio de la oscuridad de la noche y de la tormenta, se aparece a los discípulos que olvidan que la solidaridad con el excluido es lo que Dios quiere y empiezan a ver a Jesús como un fantasma. El viento contrario los paraliza pero la presencia de Jesús les devuelve la paz, las certezas y las fuerzas para seguirle. 

Este relato no deja de tener continua actualidad para las comunidades cristianas en el momento presente donde la oscuridad de la noche y el viento contrario hace creer que a muchos cristianos y cristianas que Jesús no está presente en el mundo o que es un fantasma. 

El sistema económico capitalista siembra convicciones en el corazón de las sociedades y de los pueblos de que la búsqueda del beneficio individual es lo que dará felicidad y desarrollo al género humano. El evangelio se sitúa en otro lado: la felicidad está precisamente en la solidaridad y el compartir, en la mesa común. 

Frente a la oscuridad y los vientos contrarios la alternativa no es el miedo sino la persistencia en la compasión y la justicia, único camino posible de desarrollo y de futuro humano. Si miramos la Iglesia, la alternativa no es el miedo que paraliza a los discípulos y discípulas sino el ejercicio permanente, inteligente y sabio de la compasión y la justicia en cualquier lugar del mundo donde nos encontremos.