jueves, 10 de mayo de 2012

CAMBIO DE NOMBRES


CAMBIO DE NOMBRES

Ya no les llamo siervos
Jn 15,9-17

El nombre. Jesús supo muy bien que “nombrar” es dar vida. Lo aprendió de Dios en la Creación que da nombre a cada criatura y la hace a su imagen y semejanza. En este sentido, su “ya no les llamo siervos sino que les llamo amigos” implica una ruptura radical con la estructura social, política y religiosa de su tiempo. En Él es una convicción tan profunda, que tiene fuerza suficiente como para transformar toda la realidad. ¿En qué sentido es una ruptura y por qué tiene el poder de transformar la realidad? 

Jesús rompe con la mentalidad religiosa de su tiempo que ha caído en una trampa “mundana” consistente en buscar la propia subsistencia y supervivencia aunque eso signifique pactar con los poderes establecidos. Así los sumos sacerdotes, escribas y levitas no tienen ningún empacho en compaginar sus creencias con su búsqueda de poder y prestigio. Son seres humanos disminuidos porque su seguridad está en el estatus y la imagen social que proyectan no en la vida que son capaces de generar.

Jesús es un hombre libre. Entiende que hay que vivir en relación, siente compasión y no excluye a nadie. Pero es absolutamente lúcido como para darse cuenta de los dinamismos de violencia y exclusión que están detrás de las creencias religiosas. Por eso su defensa de los excluidos y excluidas. Por eso sus palabras en favor de la dignificación y equidad de las mujeres.

Es muy fácil reproducir los mecanismos de violencia y exclusión si no hay vigilancia. Es lógico querer salvar la propia imagen aun a costa de la propia dignidad. Es muy fácil que los criterios de inteligencia, riqueza, sexo, busquen siervos de entre quienes no son tan inteligentes, ricos o pertenezcan al mismo sexo. Esto les pasó a los discípulos.

Como Jesús vio la peligrosidad de tales actitudes, a punto de morir, les previene: hagan lo que yo he hecho. No anden por ahí con los mismos criterios del imperio romano, del imperio de Herodes o de cualquier otro que aparezca. Tengan cuidado. No reproduzcan en mi iglesia las mismas estructuras sociales que establecen divisiones y exclusiones entre personas y que para sostenerse necesitan servirse de la violencia, coacción o amenaza. No hagan lo mismo.

Les llamo amigos y no siervos. Por lo tanto, ustedes, trátense como amigos y no como siervos. No caigan en el juego de los dominados y dominadores. Pero no es una recomendación piadosa lo que dice Jesús. En el último momento de la vida, cuando todo está cumplido, no hay posibilidad de muchos discursos. Su testamento es su forma de amar. Su único legado es una manera curiosa de vivir en este mundo y entre la gente.

Las discípulas y discípulos somos los continuadores de esta convicción. Nuestra misión en el mundo consistirá en hacer que las divisiones por sexo, condición social, situación cultural o pertenencia étnica sean sustituidas por una relación de iguales, como la de los amigos auténticos. ¿Estamos dispuestos y dispuestas a asumir los riesgos que implica el seguimiento de Jesús? ¿Qué tendrá que cambiar en nuestra Iglesia para que el llamado a ser amigos y amigas sea una realidad universal? En un mundo de exclusiones y diferencias, en un mundo de discriminaciones y violencias vivir sin estructuras que reproduzcan estas mismas exclusiones es una tarea eclesial de tal envergadura, que sólo podrá ser sostenida y alentada por el Espíritu. Pero quererla, buscarla y vivir por ella ya es un signo de esperanza.