domingo, 20 de mayo de 2012

MATERNIDAD, ¿CONSTRUCCIÓN CULTURAL INTERESADA?

Ser madre es una cosa cotidiana como ser padre, como ser joven, como ser niño o niña, como ser anciano, como ser pobre o excluido.
El bombo y platillo que se le da al Día de la Madre, ¿a qué se deberá? La gente sale en los medios de comunicación dedicándoles un saludo a sus madres, algunos lloran, otras lanzan besos o poemas adecuados para el momento. Luego todo pasa. ¿Cambió algo o el Día de la madre solamente responde a un pequeño círculo que retornará justo dentro de un año y que traerá parecidas declaraciones? 

Para algunas personas, bien visto, este día puede ser el día de una toma de conciencia nueva. Hasta ahora no se habían dedicado a pensar que esas personas a las que llaman “madres” tienen nombres y apellidos, soportan situaciones de conflicto, crean y generan continuamente algo con sus manos, sus miradas o su pensamiento y corazón.

Ser madre es algo radicalmente distinto dependiendo del contexto. No es lo mismo ser madre en el centro de Quito que en medio de la Amazonía. No es lo mismo ser una madre mestiza que una madre indígena, no es lo mismo ser madre hundida en la pobreza que liberada de la preocupación por el alimento cotidiano.

Pero desde luego, ser madre es también una construcción cultural interesada. Se utiliza el argumento de la maternidad para defender intereses ideológicos o dogmáticos. ¿Quiénes hablan de las cualidades de las madres?

En sus discursos, los políticos hablaron de las madres. ¿Qué dijeron? Algunos dijeron que querían a sus madres, que reconocían a sus madres, que bravo por sus madres. Otros dijeron un poco más atrevidos que ese día no fuera solo un día, sino que se les tributara un afecto continuo, que cada día se descubriera en ellas algo importante, como que el mundo no sería mundo sin ellas. Incluso se aplaudió a las madres solteras por su valentía para haberse atrevido a tener a sus hijos o hijas.

En los sermones también se dijeron cosas sobre las madres. Hubo quienes quisieron comparar las virtudes de María con las virtudes de las mujeres y madres. Y señalaron como un valor inestimable la maternidad. Como un estandarte proclamaron la vocación de madres como una vocación al cuidado, a la educación de los hijos – todos los que Dios quiera mandar- , al alimento, ternura y demás.

En los centros educativos se vio a niños y niñas, jóvenes de todas las edades portar retratos, pinturas, rosas que llegaban a la casa un tanto desmaquilladas después de haber pasado por el autobús, el ruido, la caída, el resbalón o la torcedura en manos de los hijos.

En las comunidades cristianas de Sucumbíos se hizo referencia y se celebró el Día de las Madres. También se dedicaron espacios a una pequeña reflexión sobre la maternidad y una oración para ellas.

En el Documento de Aparecida, se habla de “Dignidad y participación de las mujeres”. En el n. 456 se afirma lo siguiente:
Urge valorar la maternidad como misión excelente de las mujeres. Esto no se opone a su desarrollo profesional y al ejercicio de todas sus dimensiones, lo cual permite ser fieles al plan originario de Dios que da a la pareja humana, de forma conjunta, la misión de mejorar la tierra. La mujer es insustituible en el hogar, la educación de los hijos y la transmisión de la fe. Pero esto no excluye la necesidad de su participación activa en la construcción de la sociedad. Para ello, se requiere propiciar una formación integral de manera que las mujeres puedan cumplir su misión en la familia y en la sociedad.
Aunque es interesante que el Episcopado latinoamericano dedique varios números al tema de la dignidad de las mujeres, incurren en algunas contradicciones. La maternidad confiere dignidad a las mujeres, también a los varones, pero identificar la maternidad con su papel insustituible en el hogar es encadenar a las propias mujeres a las que se pretende alabar y resaltar su dignidad. Los mismos obispos afirman que los roles entre varones y mujeres han cambiado, pero en lugar de analizar con profundidad las consecuencias que tienen esos cambios, dejan una ambigua puerta abierta, pareciendo afirmar que esos cambios son positivos, pero “a veces por vías equivocadas”:
Los cambios culturales hanmodificado los roles tradicionales de varones y mujeres, quienes buscan desarrollar nuevas actitudes y estilos de sus respectivas identidades, potenciando todas sus dimensiones humanas en la convivencia cotidiana, en la familia y en la sociedad, a veces por vías equivocadas.
Si ser madre es lo que desde distintas instancias políticas, culturales, económicas o religiosas dicen que es, algo está fallando. Así ser madre no deja de ser una construcción cultural interesada que esconde una realidad. Por eso no está de más preguntarse cuando nos dejamos llevar por esta ola de alusiones a la maternidad, ¿qué decimos nosotros y nosotras, gente de a pie? ¿Qué pensamos de la maternidad? ¿es un hecho natural que lleva consigo otros hechos “naturales” como encargarse del hogar o de la familia? ¿Es algo que trae ineludiblemente una serie de obligaciones y comportamientos? ¿La maternidad está en el código genético de las mujeres? ¿Podemos dormir con tranquilidad después de celebrar un día en el que se defiende los valores de la maternidad quienes habitualmente no lavamos un plato, limpiamos a un bebé o hacemos la comida después de trabajar la tierra, cuidar el ganado, ser puestas en pedestales en los reinados, fotografiadas en revistas de moda, expuestas en prostíbulos, traficadas o violadas por sus mismos familiares, sometidas a no tener palabra para administrar la economía familiar sino sólo pedir por caridad al marido o compañero?

Hemos visto mujeres madres con los pechos tironeados por guaguas hambrientos. Las hemos visto con treinta años desdentadas. Y como la cosa más normal del mundo, cargando a los hijos o hijas en la espalda, junto con otras muchas cosas más. Es hermoso que al menos, un día alguien les diga que está bien lo que hacen cada día. Pero por otra parte es triste y casi macabro hacerlo si eso no lleva una lucha cotidiana por hacer que las cosas cambien. Ojalá los políticos en sus tribunas, los sacerdotes en sus sermones, la gente en la calle, en el trabajo, en sus hogares estemos dispuestos-as al cambio de visión necesario para que la maternidad como la paternidad no tapen la inequidad e injusticia. Quizás el año que viene, cuando celebremos el Día de la Madre hayamos cambiado de lentes, y entonces descubramos que por ese motivo, cambian las realidades.