miércoles, 2 de mayo de 2012

CUANDO LA DIVERSIDAD ES UNA VENTAJA



Es difícil el perdón y la reconciliación. Pero si queremos empezar con un fundamento sólido tan extraordinaria tarea, nos vendrá bien ser conscientes de que el perdón lo otorga la víctima. Sería estupendo que el agresor hiciera también esto. Pero el nivel de conciencia es reducido en él, así que para restaurar los daños, empecemos por nosotros y nosotras. Claro, sin que eso sea una excusa para no apuntar a las verdaderas causas de lo que ha acontecido a esta Iglesia en estos últimos dos años.

Éstas y otras cosas interesantes son las que hemos vivido en estos días de Retiros Diocesanos en la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos. Escuchar lo que el Espíritu dice a las iglesias es una tarea de la vida cotidiana. Sin embargo, también hacen falta espacios específicos donde no nos encontremos para evaluar, ni para proyectar, ni para formarnos sino simple y llanamente para atrevernos a estar con nosotros y nosotras mismas y comprender que la Presencia de Jesús de Nazaret es permanente, nos alienta y nos hace además de víctimas con las víctimas, testigos de Evangelio.
 
Y en el contexto de la Pascua, nuestro Dios nos vuelve a resituar para seguir adelante. Pero esto no se improvisa. Se necesita un poco de atención a lo que ha acontecido, a la vida y a cómo nos hemos situado ante ella. Desde ahí con humildad decimos: ¡Necesitamos hacer un camino de reconciliación y sanación! Así que esta conciencia es el primer regalo recibido de nuestro Dios en estos días.

 
El segundo regalo ha sido el tener la oportunidad de encontrarnos en diversidad. Quizás uno de los principales problemas en la Iglesia católica hoy sea el de percibir la diversidad como amenaza en lugar de percibirla como una ventaja. Y eso frena muchas buenas intenciones del Espíritu. Romper con esa traba es un trabajo interno que todo cristiano y cristiana debemos hacer por amor a esta misma Iglesia y por fidelidad a la misma realidad de la que formamos parte. La diversidad es un hecho tan evidente que negarla sería una ceguera.

Otro regalo: bajar al taller del alfarero y descubrir a Dios que sigue trabajando en el torno. Esta poética imagen que sugiere el profeta Jeremías, también nos ha servido para hacer experiencia de cómo Dios está actuando. Estar con los y las de abajo, dejarse moldear, disponernos a soportar las consecuencias de la destrucción, atender a la vida y tener confianza en que Dios es quien restaura y reconstruye como ese alfarero que no se cansa de hacer una y otra vez el cacharro que tiene entre las manos. Son esas nuevas visiones que comunitariamente estamos recibiendo. ¿Qué más se puede pedir?