jueves, 3 de mayo de 2012

QUE NO SE NOS PASE LA PASCUA


Hechos de los Apóstoles 4,8-12

Cosas por hacer, cansancios, idas y venidas, presiones y depresiones. Ésta puede ser la sensación que tienen al acabar el día la gente de ciudad. Algunas personas miran con nostalgia la vida en el campo. Pero quienes vivimos en el campo sabemos que eso es totalmente irreal. Porque vivir en el campo es estar pendiente de los ritmos de los animales, es mirar el cielo y ver si llueve, es buscar el balanceado para los peces, la comida para los chanchos, machetear, sembrar, que se va la ranchera o el bus que no llega, conflictos por tierra y en la casa, pequeñas y miles de cosas más. Se mire por donde se mire, gente de campo y ciudad tenemos un punto de encuentro: la ansiedad de que se pierde el momento presente.
 
Por eso tenemos que decirnos: que no se nos pase la Pascua, ésta la del 2012. Que no se nos pase sin leer un buen libro, sin tener una pequeña esperanza y sin tomar una decisión importante.

LEER UN BUEN LIBRO. No hay otro mejor que los Hechos de los Apóstoles. Seguro que alguien duda que eso sea cierto. Que lea el libro y luego hable. Pero que lo lea como tiene que leerse, con el espíritu de quienes lo escribieron, en ese tiempo donde no había Iglesia jerárquica sino Iglesia de comunidades, donde no había Congresos de Pastoral sino gentes perseguidas que hacían memoria con sus propias vidas de la vida de Jesús de Nazaret.

TENER UNA PEQUEÑA ESPERANZA. No grande. Pequeña. Esperar que algo va a madurar más, contemplar cómo todo está sostenido por el Dios de la Vida, tener confianza en que la unión en las diversidades es más poderosa que la división en las homogeneidades…

TOMAR UNA DECISIÓN IMPORTANTE. Como por ejemplo hacer una huelga permanente a mentirse a sí mismo, o arremeter contra la costumbre de vivir en el pasado.

Parece que Pedro fue uno de los que tomaron una decisión importante después de la Muerte y Resurrección de Jesús. En lugar de quedarse en el mismo lugar, con las mismas convicciones, de la misma manera y enfurecido consigo mismo, decidió ponerse de pie, reflexionar sobre lo que había ocurrido, elaborarlo en su interior y decirlo a los cuatro vientos.

No se puede sepultar lo que Pedro vio identificándose con lo que le había pasado a Jesús. No se puede minimizar lo que eso supuso para él, porque fue cuestionado, perseguido y matado como lo fue Jesús. Y esto en lugar de ser motivo para el desánimo, le confirió tal fuerza y tal convicción interior a las comunidades cristianas que nacían, formadas por mujeres y hombres de diversas culturas y procedencias, que no sólo subrayaron la fidelidad de Pedro, sino que fueron el germen de una cadena que llega y se reproduce hoy. Que no se nos pase la Pascua sin reconocernos parte de esta historia de gente que ha sido capaz de amar de esta manera.