Hechos de los Apóstoles
4,8-12
Cosas por hacer, cansancios,
idas y venidas, presiones y depresiones. Ésta puede ser la sensación que tienen
al acabar el día la gente de ciudad. Algunas personas miran con nostalgia la
vida en el campo. Pero quienes vivimos en el campo sabemos que eso es
totalmente irreal. Porque vivir en el campo es estar pendiente de los ritmos de
los animales, es mirar el cielo y ver si llueve, es buscar el balanceado para
los peces, la comida para los chanchos, machetear, sembrar, que se va la
ranchera o el bus que no llega, conflictos por tierra y en la casa, pequeñas y
miles de cosas más. Se mire por donde se mire, gente de campo y ciudad tenemos
un punto de encuentro: la ansiedad de que se pierde el momento
presente.
Por eso tenemos que decirnos:
que no se nos pase la Pascua, ésta la del 2012. Que no se nos pase sin leer un
buen libro, sin tener una pequeña esperanza y sin tomar una decisión
importante.
LEER
UN BUEN LIBRO.
No hay otro mejor que los Hechos de los
Apóstoles. Seguro que alguien duda que eso sea cierto. Que lea el libro y
luego hable. Pero que lo lea como tiene que leerse, con el espíritu de quienes
lo escribieron, en ese tiempo donde no había Iglesia jerárquica sino Iglesia de
comunidades, donde no había Congresos de Pastoral sino gentes perseguidas que
hacían memoria con sus propias vidas de la vida de Jesús de Nazaret.
TENER
UNA PEQUEÑA ESPERANZA.
No grande. Pequeña. Esperar que algo va a madurar más, contemplar cómo todo
está sostenido por el Dios de la Vida, tener confianza en que la unión en las
diversidades es más poderosa que la división en las homogeneidades…
TOMAR
UNA DECISIÓN IMPORTANTE.
Como por ejemplo hacer una huelga permanente a mentirse a sí mismo, o arremeter
contra la costumbre de vivir en el pasado.
Parece que Pedro fue uno de
los que tomaron una decisión importante después de la Muerte y Resurrección de
Jesús. En lugar de quedarse en el mismo lugar, con las mismas convicciones, de
la misma manera y enfurecido consigo mismo, decidió ponerse de pie, reflexionar
sobre lo que había ocurrido, elaborarlo en su interior y decirlo a los cuatro
vientos.
No se puede sepultar lo que
Pedro vio identificándose con lo que le había pasado a Jesús. No se puede
minimizar lo que eso supuso para él, porque fue cuestionado, perseguido y
matado como lo fue Jesús. Y esto en lugar de ser motivo para el desánimo, le
confirió tal fuerza y tal convicción interior a las comunidades cristianas que
nacían, formadas por mujeres y hombres de diversas culturas y procedencias, que
no sólo subrayaron la fidelidad de Pedro, sino que fueron el germen de una
cadena que llega y se reproduce hoy. Que no se nos pase la Pascua sin
reconocernos parte de esta historia de gente que ha sido capaz de amar de esta
manera.