Cada
tres años en la iglesia de San Miguel de Sucumbíos hacemos fiesta por la
historia, la vida y la manera concreta de vivir el evangelio de las CEBs.
Tenemos una larga tradición que nos hace estar unidos-as con todos esos
hermanos y hermanas que a lo largo y ancho del mundo viven su fe encarnada en
pequeñas comunidades cristianas.
En
todo el continente latinoamericano florecieron a la luz del Concilio Vaticano
II. La Palabra de Dios leída y compartida desde la experiencia del sufrimiento
y las experiencias del pueblo de Dios, daba sentido y orientación, inyectaba
ánimos, y sobre todo, era un poderoso factor de cambio y transformación social,
política, cultural, económica y religiosa.
En
la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos la creación y desarrollo de las CEBs está
en la entraña de la misma Iglesia. Para comprender el significado de esta
afirmación necesitamos un poco de historia.
Fue
en la V Asamblea, la de Ballenita en la que se trató el tema con profundidad,
aunque en la reunión de Puerto el Carmen en abril de 1971 había sido la primera
vez que se hizo mención: “Todo se resume
en tratar de hacer la comunidad de base que es la pequeña Iglesia”. Marins
y también Proaño acompañaron el proceso de discernimiento que llevaría a un
estilo peculiar de Iglesia. Se afirmará en esta V Asamblea:
-
¿Qué modelo de Iglesia
buscamos?
-
La praxis de las Iglesias
primitivas: Jerusalén, Antioquía, Corinto, Roma. Crear la CEB es crear la misma
Iglesia que los Apóstoles crearon en cada situación. Hay una continuidad del
modelo de CEB con la Iglesia primitiva.
Para
elaborar las metas y las líneas de acción hacia las CEBs se apuntó directamente
hacia Medellín. En la IX Asamblea Misionera de agosto de 1979, la reflexión y
el estudio de los documentos de Puebla afianzaron a misioneros-as en su tarea
de crear CEBs y su opción por los pobres. Así se le dio a Sucumbíos unos rasgos
cada vez más claros y precisos. El criterio se irá concretando en la acción
pastoral de crear la Iglesia local desde ellas.
Desde
estos primeros momentos hasta hoy, se han producido muchos cambios en el mundo
y en la relación que la Iglesia ha establecido con él. En Sucumbíos, las
comunidades no han dejado de florecer y han permanecido aún en medio de
contradicciones, debilidades y amenazas continuas. Pero las CEBs no están de
moda en la Iglesia en la actualidad. ¿Será que son un reducto marginal que debe
dar paso a otras formas de ser Iglesia?
Si
atendemos al proceso eclesial que hemos llevado en Sucumbíos, las CEBs son el
resultado de la escucha a los signos de los tiempos y obediencia al Espíritu
Santo que ha estado permanentemente hablando a través de acontecimientos y
riesgos asumidos. En la actualidad, existen más de trescientas comunidades vivas
en Sucumbíos. Potenciarlas y acompañarlas es tarea prioritaria en este momento.
¿Por
qué? Porque se corre el riesgo de pensar que las CEBs son “una manera” entre
otras de ser Iglesia. Es necesario que nos volvamos a hacer aquella pregunta de
la Asamblea de Ballenita: ¿Qué modelo de
Iglesia buscamos? En la V Asamblea, esta respuesta fue: el modelo de Iglesia que queremos es la
praxis de las primeras comunidades cristianas. El criterio de decisión no
fue una mera opinión sino el fruto de una obediencia común al evangelio de
Jesús. Hoy está en juego esa obediencia común al Espíritu y por eso necesitamos
pedirla con más insistencia, esperarla con mayor
esperanza y trabajar por ella con más afán.