domingo, 30 de marzo de 2014

AUTENTICIDAD ANTE TODO - Jn 9,1-41


Un capítulo entero del evangelio de Juan para abordar el tema de la ceguera.

Una persona del pueblo en los márgenes y la exclusión desde que nace. Su ceguera física es su estigma. La compasión de Dios le ha dotado de una sabiduría y un sentido común extraordinarios, nada comparable con la ceguera no física de escribas, fariseos, legistas y sacerdotes. Estos no llegarán a la fe en Jesús, mientras que aquél considerado nada, se convierte en un símbolo de lo que es creer. Pero nada es gratuito y le va a costar calumnias y persecuciones, porque la luz que emerge de él como consecuencia del encuentro sanador con Jesús es un insulto para quienes se sienten y son guías del pueblo de Israel. Le someterán a presiones para que niegue o suavice lo que ha ocurrido hasta que al final, lo excluirán del lugar oficial donde se encuentra la salvación de Dios. Sin embargo, su sencilla autenticidad - antes no veía y ahora veo - ha sido la clave de su resistencia ante las presiones y los intentos de negación de la salvación que le trae Jesús.

El ataque en realidad va dirigido también al mismo Jesús, quien se solidariza con el ciego curado. Ninguno de los dos tiene ya nada que perder. Jesús ha estado a punto de ser apedreado. Su libertad es máxima, no hay vuelta a atrás y este hombre del margen es un consuelo para él. Jesús se ratifica una vez más en lo que tantas veces ha experimentado: la sabiduría de los sencillos acaba con la soberbia de los potentados.

Este retazo de evangelio nos cuestiona profundamente y nos vuelve a colocar cara a cara en diálogo con los millones de personas que están en los márgenes del mundo: excluidos, pobres, oprimidos, sometidos a injusticias, desarrapados, perseguidos… Y nos coloca también en lo cotidiano donde se suceden situaciones como las que presenta el evangelista Juan: hombres y mujeres conducidos y alentados a mantener unas experiencias de fe superficiales y desconectadas de la vida que no disminuyen la ceguera. Experiencias quizás muy sensibleras pero que rara vez cuestionan o provocan un cambio en las relaciones sociales. Cuando emergen personas o comunidades que se han encontrado realmente con el evangelio de Jesús, empiezan a tener lucidez sobre lo que pasa y entonces, también son sometidas a ciertas presiones, cuestionadas, ridiculizadas, interrogadas o incluso excluidas por quienes debieran acompañarlas. Se fractura así aún más el tejido social ya maltrecho y perdemos tiempo para adelantar el Reino de Dios, que exige una mesa común para la felicidad de todos y todas.

Entonces, recuperar autenticidad quizás sea un susurro divino a nuestros oídos.