domingo, 4 de mayo de 2014

LA TENTACIÓN DE EMAÚS Lc 24,13-35


Una y otra vez conversando sobre los temas que produjeron el desconcierto y la dispersión, la misma Iglesia y el mismo mundo, las mismas esperanzas que han sido pisoteadas. De vuelta ante un proyecto de comunidad en crisis, con el corazón triste, la decepción en todo el cuerpo y como solución la huida de los lugares donde la muerte se está imponiendo por una violencia irracional y permanente.

De repente, alguien se acerca, pregunta y conversa sobre lo que ocurre. Su interés está respaldado por la experiencia de haber tocado el sufrimiento y esas experiencias límite cotidianas. Entramos en sintonía. Por su manera de percibir e interactuar despierta confianza. Las preguntas van y vienen, al intercambio le suceden silencios que ayudan a ordenarse. Poco a poco y como consecuencia del diálogo que surge, va emergiendo una conciencia nueva sobre las cosas y se reaviva el deseo de seguir trabajando por el desarrollo pleno y la justicia. Ahora recuperamos fuerzas desde una paz nueva, consciente no obstante de lo que han hecho las heridas.

A menudo los encuentros con gente para conversar sobre lo que pasa, se convierten en puertas abiertas a la esperanza en medio de la muerte. Estas experiencias nos enlazan directamente con la gente de Emaús, a quienes el Resucitado se acerca como un peregrino cualquiera, despierta y reorienta el camino de aquellos discípulos decepcionados, tristes y frustrados a través de una relectura de la Escritura y el compartir la mesa.

Poner atención sobre estos encuentros que parecen fortuitos pero están cargados de la presencia del Resucitado se convierte en un signo de que Jesús ha decidido quedarse en este mundo de forma permanente y total y lo sigue acompañando. Abrirse a la fe del Resucitado no es más que consentir a la transformación de la muerte, la desesperación, el desánimo, la tristeza a la que continuamente nos invita. Y hacer decididamente los caminos de vuelta necesarios para volver de la tentación de encontrarnos en Emaús donde nada nuevo se espera a los límites y las fronteras humanas donde el Señor Jesús libera y transforma.