Hechos
de los apóstoles 8,5-8.14-17; 1Pedro
3,15-18; Juan 14,15-21
¿Qué es lo que en realidad
conocemos y está en nosotros--as? ¿De qué tenemos experiencia real y honda? Ésta podría ser perfectamente una pregunta de
aquellas primeras comunidades cristianas que empiezan a creer de verdad en
Jesús y su evangelio y que por los signos que realizan empiezan a ser
perseguidas por los poderosos y alabadas por la gente sencilla. La misma
dinámica del Reino que se dio en Jesús parece volver a repetirse en esta gente
que está padeciendo la sinrazón de los mecanismos de la injusticia y de la
violencia. En un momento así se tienen parar y hacerse preguntas vitales
aquellas que les permitan caminar con sentido.
Quizás por esto, Juan en su
evangelio plantea cómo mantenerse en la esperanza en medio de situaciones
críticas:
1. SABERSE FORTALECIDAS:
Si las comunidades cristianas quieren anunciar el Evangelio deben sentirse
fortalecidas por la sencilla verdad de lo que son, de cómo están y de lo que
hay. No deben maquillar las realidades para asegurarse, más bien deben
evidenciarlas para que se acorten las distancias y se haga presente en ellas el
Reino de Dios. Por eso el evangelista pone en boca de Jesús al final de su vida
estas palabras: Yo le pediré al Padre que
les dé otro defensor, que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. Esa
verdad con la que caminan es la que les
va a defender y asegurar. Reconocerla es un paso necesario para reconocer al
Señor Resucitado y experimentarlo como compañero de camino.
2. MADURAR EL VER y el VIVIR: Las
comunidades cristianas deben prestar atención a aquello que forma parte del
sufrimiento y la dicha de sus contemporáneos.
Ven y desde lo que ven, se atreven a vivir. Aquí está una clave de su
resistencia. Hay miradas que paralizan la vida, simplemente se quedan en el
análisis. Sin embargo, hay un paso de crecimiento y maduración que sin duda
tuvieron que hacer: a pesar de lo que vemos, nos reafirmamos en lo que nos da
vida plena. Es decir, generamos
miradas alternativas del pobre: donde otros ven un estorbo o un peligro, o una
amenaza, nosotros vemos a un ser humano, un hijo-a de Dios. ¿Y
esto por qué? Porque hay una experiencia viva de la Palabra, la memoria
permanente de Jesús: No les dejaré
huérfanos, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero ustedes me verán y
vivirán, porque yo sigo viviendo.
3. ACTUAR EL AMAR: Desde
este ver- vivir se adquiere la conciencia de la presencia del Señor Resucitado
en medio de la comunidad. Y lo que se quiere en cada cosa que se emprende es
actuar el amor recibido y gratuito: Entonces
sabrán que yo estoy con mi Padre, y ustedes conmigo y yo con ustedes. El que
acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi
Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él." Y leyendo el
evangelio de Juan parece que no hay otro camino seguro de
entender-comprender-experimentar que Dios está presente en el mundo si no es
atreviéndose a vivir viendo, a ver viviendo, a hacer amando y amar haciendo.