El miedo cierra
puertas. No deja ser. El mundo que hemos construido cierra puertas
continuamente. Eso lo traducimos en leyes en las fronteras, en alusiones a la
seguridad nacional, a la defensa… y es lógico. En cualquier lugar del planeta
hoy la vida está amenazada. Lo que ocurre es que las soluciones de los
poderosos como las de aquellos discípulos acaban volviéndose en contra en un
cerrar puertas, proteger fronteras y propiedades, contratar seguridades… sin
embargo, las amenazas están ahí y surgen cuando menos se las espera.
El miedo no es buen compañero de las
comunidades cristianas porque no permite que la paz del resucitado fluya y se
produzca la reconciliación que hace falta para seguir viviendo el evangelio.
Pero la comunidad cierra sus puertas. Es lógico. Jesús ha muerto como un
proscrito de la ley, expulsado de la alianza de Israel. Quienes testimonien
algo en su favor pueden ser tratados de la misma manera. Así que lo mejor es
cerrar las puertas para evitar la persecución.
La comunidad debe hacer todo un
cambio de mentalidad. Parece que el camino que ha escogido no le va a traer
alegría, encerrarse no es acertado. Jesús atraviesa las puertas del miedo y da la
paz. Esa paz que no nace del esfuerzo voluntarista por salir ni de un
convencimiento ideológico porque tiene que ser así. La paz de Jesús es una paz
reconciliada, vencedora de la muerte, de la injusticia y de la opresión. El
Justo que ha dado su vida por el bien de todos y todas, da la paz a la comunidad como caminante y
compañera para vivir los frutos de una vida resucitada.
Analizar
y elaborar lo que sucede. Hacer una lectura creyente desde la memoria y el
fortalecerse mutuamente en lo que se ve y en lo que se oye, darse fuerza mutua en lo que da vida. Jesús
invita entonces a tocar las heridas que provoca la injusticia. Y si el contacto
con el sufrimiento no da lugar a la fe de la comunidad, y si la fe no lleva a
tocar el sufrimiento, esa fe no es verdadera.
Rastrear y buscar los signos que
Jesús sigue haciendo en
la comunidad y en toda la realidad. Signos diversos que no se podrán ver si no
hay una decisión a ponerse en camino del discipulado en pleno dinamismo de la
vida.
Algunos cuestionamientos nos pueden
ayudar a seguir al que traspasaron para generar vida:
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De
dónde nos vienen los miedos y por qué nos dejamos paralizar,
-
Qué
heridas sociales y eclesiales debemos sanar.
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Qué
experiencias de paz en medio de las persecuciones y sufrimientos recibimos.
-
Qué
señales del Espíritu de Jesús vemos en medio de tantas situaciones
contradictorias.
-
Qué
signos de Jesús: gestos, palabras, acciones… estamos reproduciendo en nuestras
vidas cotidianas.