La Lotería
Con ocasión de la Canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II:
Mi familia era muy pobre, pero nos queríamos mucho y todo lo que tenía uno era de todos. Los vecinos decían: no tienen plata, no tienen prestigio, pero cómo se quieren, qué bonito, cómo se ayudan.
Un día un señor importante de la ciudad, se volvió por acaso nuestro amigo, y con ese señor tuvimos muchos amigos, prestigio, créditos y plata; y pasamos de ser una familia pobre a ser una familia importante, poderosa y rica. De las más ricas del país. Entonces como teníamos muchos amigos tuvimos que agrandar la casa y mi papá estaba siempre en alguna reunión o compromiso social. Y mis hermanos también se volvieron verdaderos señores.
En esta nueva vida hicimos muchas cosas buenas, pero también tuvimos que pagar el precio de muchas cosas ambiguas. De manera que llegó un momento que ya casi no nos encontrábamos en familia. Por el hecho de no encontrarnos empezaron las sospechas, los chismes, y todo se fue deteriorando de tal manera que un día esa situación se volvió casi imposible y algunos hermanos se enojaron tanto que se fueron de la casa, y los que se quedaron no mejoraron nada, al contrario, llamaron enemigos a los que se habían ido y continuaron el mismo estilo de vida.
La cosa empeoró mucho hasta que un día mi papá, viejito, convocó a una reunión de familia y conversamos más o menos esto: Así como estamos no podemos seguir. Hay que hacer un cambio, pero todo cambio tiene un precio. ¿Quieren Uds. pagar el precio del cambio? ¿Saben lo que va a pasar?: vamos a perder amigos, vamos a perder prestigio, vamos a perder plata, y dentro de la misma familia vamos a tener algunos hermanos que no van a entender el cambio y querrán vivir como antes, cómodamente. Hay, pues, que pagar el precio porque esto no puede seguir así. Y entonces hicimos algunos documentos que todos firmamos y se comenzó el cambio.
Este es el momento que estamos viviendo. Estamos pagando el precio del cambio, pero estamos muy felices porque sabemos que este es el camino de la familia. Mejor es pagar este precio acá que vivir en aquellas circunstancias.
Creo que ya interpretaron la parábola. Es la Iglesia que es también mi familia, porque es comunidad. Un día nos ganamos la lotería de Constantino Emperador y nos volvimos ricos y poderosos, pero esto fue de tal manera que ya no fuimos capaces de vivir juntos. Entonces el viejito Papa Juan XXIII reunió a la familia en un Concilio (Vaticano II) y la familia comenzó a cambiar. Pero estamos pagando el precio. Perdemos amigos, perdemos riqueza, e incluso muchos ya no pueden aceptar vivir de otra manera. No es mala voluntad, es que fueron formados así. Es un momento duro para la Iglesia, pero estamos contentos porque sabemos que nuestro camino va por ahí, y que con la asistencia de Dios y de su Espíritu esto ha de seguir adelante.