martes, 23 de julio de 2013

APRENDENDIENDO A SER DISCÍPUL@S DE JESÚS

El lugar desde donde se ve no es indiferente. No es lo mismo ver la vida desde la ventana de un palacio que desde una casa indígena en mitad de la selva. Por eso, necesitamos tantas veces movernos de lugar para poder ampliar la mirada y tener perspectivas más hondas. En esta parte del mundo las lluvias no terminan y en la Vía que llega hasta Tulcán hay más de 30 derrumbos. Ahora hay paso, pero las dificultades para poder conectarse y reunirse son grandes. A pesar de ello, nos convocamos y agradecemos a Dios todas las posibilidades que nos ofrece cada día para seguir adelante.
 
Y leemos este evangelio desde una  pequeña comunidad en Sucumbíos, comunitariamente desde luego. Nos ha servido de iluminación en la reunión de ministerios del sector para evaluar el año. Acogemos a quienes llegan, nos presentamos, están también los voluntarios-as que vienen para el apoyo educativo con el deseo de intercambiar experiencias y saberes. Compartimos la vida.
 
Y descubrimos que andamos tantas veces con ocupaciones cotidianas que nos distancian de lo realmente importante. Que debemos hacer ese pequeño esfuerzo que consiste en enfocar bien la vida y dar importancia a lo que nos da vida, madurez y profundidad y aprender a relativizar todo aquello que aunque es necesario, no es la “mejor parte”. Vemos las resistencias a reunirnos para formarnos, adquirir nuevos horizontes, organizar nuestras solidaridades y comprendemos que es por esta falta de saber qué es lo realmente importante.
 
La mujer que a los pies de Jesús quiere romper con esa tendencia a perderse en preocupaciones y paralizarse en lo que hace nos enseña hoy a las comunidades. La miramos como una mujer inteligente que sabe de Dios y de la vida porque ha seguido su intuición interior. Es también una mujer que se libera de las ataduras que la cultura impone a las mujeres.  Miramos a Jesús afirmando su gesto y animando su actitud y nos sobrecogemos al comprender que este Hijo de hombre también aplaudirá a todas las mujeres que hoy en el Iglesia sepan despreocuparse y ocuparse en lo más necesario. Y a todos aquellos que decidan mirar hacia dentro de ellos mismos y buscar en comunidad lo que les fortalece y anima a crecer.
 
Jesús sabía perfectamente dónde  estaba lo que nos engrandece y dignifica y dónde lo que nos empequeñece. Jesús quiere nuestra completa humanización. Por eso, anima a Marta a enfocarse hacia lo único necesario y alaba a María por hacer ese camino de aprendizaje que consiste en hacerse discípula.