domingo, 21 de julio de 2013

NI DE MARTA NI DE MARÍA PODEMOS PRESCINDIR

 
Escrito por  Fray Marcos
Lc 10, 38-42

Si queremos entender el verdadero sentido del texto, no debemos olvidar el contexto en el evangelio de Lucas. Enmarcado dentro del viaje a Jerusalén, este relato intenta determinar el perfil de aquellos que quieren seguir a Jesús. Durante esa subida, va formando a sus discípulos.

Lucas es el único que relata este episodio y no es casualidad que una vez más se sienta interesado en destacar la importancia de la mujer en la vida pública de Jesús.

No debemos interpretar el texto como una condena de la actitud de Marta. Es solo el contrapunto para resaltar la necesidad que todo cristiano tiene de escuchar al único Maestro.

No tiene ningún sentido haber sacado de este relato, una distinción entre la vida contemplativa y la vida activa. Mucho menos si, en vez de distinción, lo que se pretende es una oposición. Tampoco aparece por ninguna parte la pretendida superioridad de la vida contemplativa sobre la vida activa. No es correcto el interpretar este evangelio como proclamación de dos clases de cristianos, unos que se dedican a la vida activa y otros a la contemplativa. Parece que el primero que levantó esta falsa liebre fue Orígenes, y durante 18 siglos hemos seguido corriendo detrás de un señuelo de trapo.

En los primeros siglos del cristianismo se desarrolló la idea de que no se podía vivir el evangelio en medio del mundo. Surge así la idea del monacato y de la huída del mundo en el desierto. Esto no tiene nada de cristiano, porque el evangelio no invita a una separación de la vida, sino a vivirla en plenitud dentro de las situaciones normales para la mayoría.

No debemos interpretar la falta de vocaciones a la vida religiosa como un desastre para la comunidad. Nuestra verdadera preocupación debería estar en que todos los que somos cristianos por el bautismo, desarrollemos de verdad esa vida cristiana como decía hoy Pablo.

El domingo pasado terminaba el evangelio con esta frase: "Anda, haz tú lo mismo". Del evangelio se deduce que no puede darse un amor a Dios directo, que no se refleje en el amor a los demás. Aplicado al tema que nos ocupa, no puede haber auténtica contemplación que no se manifieste en la acción. Puede darse una contemplación sin acción, pero será siempre una falsa ilusión.

Tampoco puede haber una acción verdaderamente espiritual que no surja de la contemplación. Claro que puede haber acciones buenas sin contemplación, pero no son más que programaciones que no nos enriquecen espiritualmente.

Una vez más debemos superar la aparente contradicción del evangelio. En otro lugar dice Jesús: "el que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre necio, que edificó su casa sobre arena". Edificar sobre roca es escuchar y obrar en consecuencia. Por lo tanto, nada más lejos puede estar este relato de un espiritualismo desencarnado. Eso sí, para actuar con verdadero sentido espiritual, debemos primero escuchar a Jesús y descubrir en su vida y enseñanzas los motivos de la acción. Esto, que parece tan sencillo, es la clave para entrar en la dinámica del mensaje de Jesús. Todo lo que no sea entrar por este camino, será engañarnos.

Marta, al quejarse, no tiene en cuenta lo que María está haciendo. Solo tiene en cuanta las consecuencias de esa actitud que le perjudica. Jesús no critica a Marta por estar ocupada, sino por estar preocupada e inquieta por realidades materiales, que tienen muy poca importancia. Tampoco dice que lo que hace sea malo. Fijaos, que dice: "María ha escogido la parte mejor", lo cual significa que lo que hacía Marta era también bueno. El mensaje es que toda acción verdaderamente cristiana debe nacer de la contemplación.

Todos tenemos que ser a la vez, Marta y María. No es nada fácil mantener el equilibrio. En un árbol frutal, ¿qué es lo más importante, las raíces o el fruto? La pregunta es absurda. Sin las raíces es impensable el árbol. Sin los frutos, el árbol sería completamente inútil. Es muy fácil resbalar hacia una u otra dirección. En todas las épocas ha habido místicos que despreciaron el trabajo y hombres y mujeres de acción que despreciaron como inútil la contemplación.

A la luz de este relato, se abre una nueva perspectiva para la mujer. María, es aceptada por Jesús como interlocutora válida de su mensaje. A pesar de su apariencia inocua, tal vez sea el relato más subversivo de todo el evangelio. "Sentada a los pies de Jesús escuchaba su palabra". Está haciendo referencia a la postura que adoptaban los discípulos a los pies del maestro. María está allí como discípula. Esto trastoca todos los valores en que estaba fundada la sociedad de la época.

Algunos dichos rabínicos nos dan una pista de lo que pensaban de la mujer: "El que enseña la Torá a una mujer, le enseña necedades". "Mejor fuera que desapareciera en las llamas la Torá, antes de ser entregada a la mujer". "Maldito el padre que enseña a su hija la Torá". Para ellos la mujer era incapaz de comprender la Ley.

También la mujer tiene que desarrollar su interior, tiene que buscar el enriquecimiento como ser humano. Tiene que descubrir que la realización como ser humano, es más importante que todas las tareas comúnmente asignadas a la mujer. Jesús invita a las mujeres a desarrollar sus valores espirituales.

La actitud de María ayuda a Jesús a descubrir todo eso. Vio que había adquirido unos valores espirituales que a él mismo le servían de referencia. María era para él, una valiosa interlocutora espiritual. Después de esto, Jesús está en condiciones de responder a la mujer que le quiso hacer una alabanza diciendo: "Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron" (tarea femenina). Pero Jesús responde: "Dichosos más bien todos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen".

No es el parir a los hijos el valor fundamental de una mujer, aunque el varón sigue empeñado en mantener esta valoración. La mujer es un ser humano, no es una criada a la que ni siquiera hay que pagar.

Esta actitud de Jesús para con la mujer, se manifiesta también en otros muchos lugares del evangelio. El comportamiento de Jesús con la mujer está completamente libre de misoginia o antifeminismo. Ni asomo de miedo al sexo o machismo, ni siquiera paternalismo. Los evangelios nos dicen que en el grupo de seguidores había también mujeres. Los relatos de la mujer adúltera, la pecadora, la Magdalena, la Cananea, la Hemorroisa, nos indican esa preocupación constante por la mujer, que en su tiempo estaba completamente marginada. Lástima que esa actitud de Jesús haya quedado relegada al olvido en la Iglesia, que sigue manteniendo después de dos mil años, su ideología machista.

El Concilio Vaticano II rechazó toda forma de discriminación por razón de sexo como contraria al plan de Dios; pero a renglón seguido nos demuestra, en la práctica, que eso no tiene vigencia en la institución. Las mujeres que se sintieron comprendidas y liberadas por Jesús, son discriminadas por sus sucesores.

La opresión de las mujeres en la Iglesia es solo una manifestación externa de la represión de lo femenino en la jerarquía. Es hora de superar un patriarcado ciego, inconsciente y fanático. Si la mujer hubiera tenido algo que ver en las decisiones de la Iglesia, no habría cometido tantas barbaridades.

No es que el cristianismo haya incrementado la marginación de la mujer, pero sí ha mantenido actitudes ancestrales que habían sido superadas por Jesús. Lo que los cristianos hemos hecho con la mujer no es solo mantener una mala costumbre; con el evangelio en la mano podemos afirmar que es una injusticia en toda regla. Contra esa injusticia no sólo tienen que luchar las mujeres, tenemos que luchar todos; y no por hacer un favor a la mujer, sino porque es un despilfarro de energías, prescindir de un plumazo de más de la mitad de sus miembros a la hora de buscar soluciones a sus problemas.

Y no se trata solamente del problema de la ordenación sacerdotal. Desde luego no hay ninguna razón teológica ni exegética en contra, que tenga un mínimo de consistencia. Pero ese problema quedaría resuelto en el momento en que la mujer quedara equiparada al varón en todos los ámbitos de la estructura eclesial. Hay que reconocer con toda sinceridad, que se trata de una lucha por el poder. ¿Por qué tiene que ser el varón el que toma decisiones, incluso en temas que afectan exclusivamente a la mujer?

 

Meditación-contemplación

 

"¡Andas preocupada e inquieta por tantas cosas!"

Hoy se propone un análisis personal de nuestra vida.

Nadie puede dar por supuesto el difícil equilibrio.

Como el volante de un automóvil, siempre tendremos que estar rectificando.

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No hay parte mejor o peor.

Como en el frutal, raíz y fruto son igualmente importantes.

En el tiempo, echar raíces (escuchar a Jesús) es lo primero.

El objetivo será siempre el fruto (el servicio a todos)

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Intenta ser cada día más Marta y más María.

Es la única manera de madurar en la vida cristiana.

Cada día más enraizado en Cristo

Y más volcado hacia los demás.

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Fray Marcos