sábado, 6 de julio de 2013

Dentro de la conmemoración , anhelo y lucha, compartimos la homilía de la Misa celebrada en Sta. Teresita en Quito.

Jesús Arroyo, Carmelita, Misionero, Formador…
Homilía de Fr. Marcelo Sarmiento ocd
Quito, 28 junio de 2013
 
 
Hoy nos sentimos una sola familia, bienvenidos hermanos sacerdotes, religiosos y religiosas de la Conferencia Ecuatoriana de Religiosos, Carmelo Seglar, grupos parroquiales, hermanos y hermanas misioneras, y amigos que conocieron y compartieron muchos momentos de vida y esperanza con nuestro hermano el P. Jesús Arroyo, quien hace un año el Señor le llamó a participar de su gloria para siempre.
 
Se dice que todos venimos al mundo con una misión, y que la vamos descubriendo en la medida en que avanzamos. El tiempo pasa rápido, pero encontramos momentos especiales, momentos de gracia que han dejado en nosotros una huella profunda, que se han concretado en una vida de amor, entrega, alegría, generosidad, ternura.
 
Al Padre Jesús Arroyo se le puede poner muchos adjetivos detrás de su nombre, posiblemente, éste de MISIONERO encierra en sí, el resto de los otros calificativos.
 
Compartir la vida de alguien en pocas palabras, no es fácil, y nunca llegaremos a expresar lo que verdaderamente esa persona ha significado para cada uno. Como decía Gandhi, cuando le pedían que diera algún mensaje al mundo, y él decía:   “mi mensaje es mi vida”.
 
Presentaremos algunos rasgos  que fueron haciendo de Jesús Arroyo un carmelita y un gran misionero por estas tierras ecuatorianas.   
 
Misionero
 
Parece ser que descubrió muy pronto lo que lleva consigo el nombre de cristiano, y el niño y joven Jesús se lo tomó también en serio. Ser bautizado y ser cristiano es ser enviado por Dios mismo a cumplir una misión. Se hará realidad esta Misión aquí en Ecuador y la mayor parte de su vida misionera la realizó en Sucumbíos y en la Iglesia San Miguel, llamada popularmente ISAMIS.
 
Dos etapas, interrumpidas por unos años de estudio en Ávila y Roma, más unos años en Quito, ejerciendo de Formador y Superior de la Delegación, a la vez llenan su vida misionera. La primera, con sus años jóvenes y lleno de ilusiones, sueños y proyectos, en Lago Agrio, trabajando a tope en la Pastoral Urbana y Campesina y la segunda, en el mundo de los indígenas, con las Nacionalidades Shuar y Kichwa.
 
Aunque sólo a Jesús, el de Nazaret, le cuadra aquello de que “todo lo hizo bien”, de nuestro hermano Jesús Arroyo pudiéramos decir otro tanto, salvando las distancias. Siempre demostró ser una persona que vivía el ideal de la vida. De sueños grandes hasta ser tachado de iluso, por algunos que tal vez no soñaban nunca en nada. De los grandes proyectos que se intentaron llevar en esta Iglesia pequeña de ISAMIS:
 
-        La puesta en marcha de las Comunidades de Base
-        El proyecto de Alfabetización
-        Las Cooperativas Campesinas
-        Los Ministerios y el Diaconado permanente
-        La creación de Radio Sucumbíos, de la que fue el primer Director
 
En las Asambleas Diocesanas, celebradas cada año para evaluar y programar, Jesús Arroyo era un puntal principal para orientar todos estos temas fundamentales de la vida de la Iglesia que comenzaba y en la que había que colocar buenos cimientos.
 
No resultaba fácil llevar hacia delante, este proyecto de Iglesia, a pesar de que el Vaticano II y Medellín invitaban a emprender este camino de una Iglesia comunidad, ministerial y participativa… La iglesia, como la sociedad civil de Sucumbíos, apenas estaban naciendo. Las personas venían de todas las provincias con sus tradiciones, costumbres y prácticas muy arraigadas. Por eso es que, a veces, el mismo P. Jesús se encontraba con dificultades prácticas en su pastoral, como aquella del “agua bendita…”: “Entonces Padre, me va a bendecir el agua…?”, le suplicaba una señora después de un diálogo largo para hacerle entender que había cosas más importantes que bendecir agüita… “Vea que lo importante es la Comunidad Cristiana de Base…” …”Sí sí Padrecito, pero sí me va a bendecir el agua…?” Y con la paciencia y la comprensión del otro y de la otra, que no entienden mucho de “teologías”, Jesús Arroyo bendecía el agua y seguía creyendo en la Teología de la Liberación y en las Comunidades de Base y seguía teniendo confianza en la gente sencilla y seguía poniendo mucha esperanza en el cambio de la iglesia nuestra y en el de la iglesia universal, “santa y pecadora”, al mismo tiempo.
 
En su segunda etapa y después de haber trabajado en Roma una Tesis –Tessina la llama él, precisamente, sobre el proceso de la Iglesia San Miguel de Sucumbíos –ISAMIS-, desde el lado de la Espiritualidad, llega aún más MISIONERO, si vale la expresión y ejerciendo aún de Delegado, desea trabajar en el mundo indígena.
 
Como su capacidad de trabajo es grande, acepta el doble compromiso de estar con las dos Nacionalidades: Shuar y Kichwa. Se da tiempo para todo y lo saca de donde no lo hay. Visitas a las Comunidades, reuniones, formación de catequistas, asambleas de la Federación etc. También hace el esfuerzo por aprender las lenguas pero, claro está, a los 40 años la memoria y otras facultades ya tienen sus vacíos y llegó donde pudo llegar en su aprendizaje… Por eso cuando alguien le preguntaba si dominaba ya el “shuar”, la respuesta inmediata era: “pues la verdad que si es pequeño si puedo dominarle pero si es ya grande, no…”
 
Fue también el tiempo de otros grandes proyectos en ISAMIS:
 
-        La creación de la Universidad Campesina,
-        El Colegio Abya Yala y
-        El Centro de Espiritualidad de Puerto Libre.
 
En los tres grandes proyectos Jesús tuvo mucho que ver, tanto en la idea primigenia como en su puesta en marcha y en sus procesos. Pudo ver él mismo los frutos del esfuerzo y también, como no, las dificultades. De todos modos, donde puso todo su ser de misionero y carmelita fue en el proyecto de Espiritualidad. Era como la niña de sus ojos y hablar de Puerto Libre y su proyecto, le transportaba a otras esferas… Se trataba también de la línea vertebral de toda la Iglesia ISAMIS, una tarea encomendada por la Iglesia Comunidad, a los carmelitas y que bien vivida, mantendría el fuego del Espíritu en cada uno y cada una de los que hacíamos esta pequeña Iglesia.
 
Jesús Arroyo, tuvo también una actividad grande fuera de ISAMIS. Era invitado a otros Vicariatos y Diócesis para presentar los sueños de esta Iglesia, con sus luces y sombras y con sus pros y contras. No éramos ejemplo de nadie, pero sí creíamos en lo que hacíamos y lo amábamos y nos sentíamos unidos en la misma causa… En esos mismo días en que moría debía asistir a un congreso Misionero carmelita en Brasil. No pudo ser… Posiblemente estaba todo cumplido en él. Ya no fue posible escuchar su último deseo pero, muy posiblemente, nos hubiera invitado a seguir siendo, de verdad, “discípulos-misioneros de Jesús de Nazaret”
 
Como ya se dijo anteriormente, también Jesús dejó una honda huella en la Delegación, es así que muchos tuvimos la oportunidad de conocer a Jesús Arroyo, en distintos momentos de la vida. Algunos desde que comenzó su experiencia como misionero, en Sucumbíos, y otros en su valiosa colaboración como Delegado y Formador de los futuros carmelitas del Ecuador.
 
Siendo en El Carmelo superior y formador, buscó siempre animar la comunidad y apostó todo por las vocaciones de los jóvenes al Carmelo. Entendió bien lo esencial del Carmelo al estilo de Teresa y Juan de la Cruz: la experiencia de Dios, la vida fraterna, el amor a María, la misión.
 
Buscó siempre estar en sintonía con la realidad que le tocaba vivir, es por eso que tomó contacto con la Conferencia Ecuatoriana de Religiosos, para saber por donde va la Vida Religioso, y como nosotros debemos aportar. Es  por eso que formó parte de la directiva de la CER, durante algunos años, dando un aporte significativo.
 
Su corazón siempre palpitaba fuertemente por la misión, es por eso que nunca se desconectó de la realidad misionera de Sucumbíos. Y sin dejar de acompañar a la Delegación,  buscó espacios para saber estar con nuestros hermanos y hermanas misioneros.
 
Acompañó muy de cerca a Nuestras Madres Carmelitas Descalzas, quienes supieron ver en Jesús Arroyo a alguien cercano, que no sólo les visitaba, sino que se encontraba siempre disponible para cualquier inquietud o necesidad que requerían de su presencia.
 
Muy cercano estuvo al Carmelo Seglar, ayudando en la formación y acompañamiento tanto a las personas que empezaban el camino como a las que ya estaban próximas a asumir sus Promesas definitivas.
 
Nosotros mismos nos sentimos agradecidos por lo que hizo en todo el tiempo que nos acompañó como Delegado. Ir creando conciencia en cada una de nuestras comunidades de la importancia de caminar hacia una economía solidaria.
 
Una constante preocupación por irnos centrando en lo nuestro, de modo que vayamos adquiriendo un tono más carmelitano en nuestras presencias, decía que no deben ser las funciones que cumplimos las que determinen nuestra vida, sino el estilo de vida por el que hemos optado.
 
Aprovechando el Congreso Mundial de Misiones, puso un gran empeño y entusiasmo en la venida de las Reliquias de Santa Teresita al Ecuador, que logró que visitara casi todas las ciudades de nuestra Patria. Él como misionero de corazón, admiraba mucho la vida de la santita, que desde su pequeñez y sencillez, abrazó en amor a todo el mundo.
 
Se ganó la voluntad de los jóvenes, apoyando y fortaleciendo los diferentes procesos juveniles,  como el proyecto JUCAE, en sus diferentes etapas: catequesis carmelitana grupos prejuveniles, grupos juveniles, grupos vocacionales zonales, y el compromiso de los jóvenes profesionales.
 
Y todo el bien que hizo a muchas personas, que por medio del sacramento de la reconciliación, se acercaron a él, y desde allí pudo acompañar, animar, fortalecer la vida de tantos, que sólo desde su corazón saben todo lo que recibieron.
 
Por todo esto, y por mucho, queremos hoy dar gracias a Dios, por el tiempo que nos regaló al Padre Jesús Arroyo, tanto en la misión de San Miguel de Sucumbíos, como en la Delegación, y que Dios que es buen pagador, te haya dado el premio porque nunca te cansaste de amar y servir. Que los que quedamos, sepamos realizar de la mejor manera la misión que nos toca, y que no claudiquemos en cumplir hasta el final, las palabras del Señor, “yo no he venido al mundo a ser servido sino a servir, y dar la vida por todos”.