jueves, 14 de noviembre de 2013

CORTINAS DE HUMO - Lucas 20, 27-38

La gran bronca de Jesús ha sido la VIDA. Según su experiencia, Dios es fundamentalmente VIDA. Desde el principio su voluntad ha sido que el ser humano tenga una vida plena y abundante, que crezca, madure y sea fecundo. Para Dios no hay felicidad mayor. Así lo ve Jesús. Así lo han visto los profetas en toda la historia y así lo han experimentado las mujeres que han formado parte de la cadena de vida del pueblo de Israel.
 
Sin embargo, este lenguaje y la experiencia que subyace en él, sólo lo entienden las gentes de las bienaventuranzas: quienes lloran, los pacíficos, misericordiosos y pobres. Lo entienden con mediana claridad las gentes bienintencionadas y cumplidoras de preceptos y mandatos. Pero no lo entienden en absoluto las gentes acomodadas al poder político romano, que no quieren perder privilegios y pretenden armonizar lo religioso con formas de vida que no cuestionan la exclusión.
 
Entre estas gentes están los saduceos. No están preocupados por la vida eterna, aunque lo parezca. Les preocupa fundamentalmente mantener esa vida terrena que han construido y que les permite el disfrute de los bienes sin una gota de responsabilidad. Por eso la pregunta sobre de quién será mujer la que se casó con todos aquellos hermanos es una cortina de humo, una pregunta absurda para no tocar realmente lo que hay que tocar o no decir realmente lo que hay que decir o hacer lo que se debe hacer.
 
Y esto precisamente en un momento en el que están amenazadas tantas cosas en el Israel de Jesús: la vida de la gente del campo, las ventas de tierras, el expolio del poder romano, la esclavitud, la situación de las mujeres, la opresión del sistema Templo, el abandono y exclusión de la mayor parte de la población, la violencia, la corrupción político-religiosa...
 
Evidenciar esto a través de la solidaridad con el pobre, le ha costado a Jesús una persecución continua. Pero también le ha posibilitado una inteligencia diferente basada en la compasión. Puede contestar perfectamente a sus opositores desde el dominio de sí mismo, sin perder la calma, con la autoridad de una verdad honesta y sin quiebras. Sus ojos y su corazón siempre están conectados en la experiencia de un Dios de VIDA. Por eso percibe con total lucidez las cortinas de humo, los mensajes engañosos y las trampas.
 
Mirar a este Jesús es aprender continuamente a beber de una fuente inagotable de verdad y sabiduría. No nos cansamos de profundizarnos en Él para desenmascararnos. Y es que en Sucumbíos y en toda la Iglesia de Ecuador debiéramos hacer nuevos esfuerzos en detectar dónde tenemos esas cortinas de humo que no nos dejan percibir y actuar a Dios como un Dios de vivos y no de muertos. Cortinas de humo que encubren a veces poderes, visiones estrechas, manejos interesados, orgullos heridos y falta de valentía y riesgo. Todo ello unido y mezclado con buenas intenciones y compromiso. Quizás entonces en ese esfuerzo que supone autocrítica y renuncia, se nos revele algo esperanzador y se vaya haciendo eficaz la buena noticia para los pobres a quienes nos debemos. Y podemos ver entonces que no gastamos energías en debatir si es o no conveniente comprometernos en esta o en otra causa sino que efectivamente con nuestra humilde acción y seguimiento de Jesús los cojos empiecen a caminar y los ciegos a ver.