domingo, 10 de noviembre de 2013

Domingo trigésimo segundo del tiempo ordinario 10 nov 2013

Lectura orante del Evangelio: Lucas 20,27-38
 
“Parece, Señor mío, que descansa mi alma considerando el gozo que tendrá” (E 4).
 
Se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección. Estemos donde estemos, hoy podemos acercarnos a Jesús y a los pobres de los que nos hemos distanciado. Dar un paso, aunque sea pequeño, ya es importante. La oración es cercanía a Jesús, encuentro con Él. La fe en Jesús siempre da esperanza. Jesús habla con el corazón en la mano. Frente a nuestras trampas y mentiras, muchas veces secretas, Jesús regala verdad y plenitud a manos llenas. Transparente y apasionado por el Reino, toca nuestras tinieblas y abre senderos de esperanza en nuestro camino. Lleno de vida, es un desafío a nuestras negaciones de vida para los que más la necesitan. Espíritu Santo, ven y enséñanos a leer la vida con los ojos de Jesús.
 
Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer?’ Más allá de elucubraciones que vacío el corazón, orar es hacerle a Jesús esas preguntas hondas, que lleva todo ser humano en las entrañas. Orar es percibir la paz del alma cuando nos dice que nos quiere y está cerca, es acoger el consuelo de esa esperanza espléndida que ofrece. Más allá de las bromas de mal gusto, la vida se puede malograr si no descubrimos en Jesús el sendero de la vida verdadera. Hay modos de vivir, por muy justificados que estén por risas irónicas, que no son vida, porque dejan el corazón reseco de esperanza y a los/as pobres de la tierra perdidos para siempre en las orillas. Jesús, Tú eres el apoyo en nuestro camino hacia la vida, Tú eres nuestra vida.
 
Los que sean juzgados dignos de la vida y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán’. Jesús dialoga con nosotros y nos abre al misterio de la vida ofrecida por el Padre. Responde a todas las ironías con promesas de plenitud de vida. Una nueva realidad nos espera, que ansiamos con dolores de parto, donde los últimos serán los primeros. El amor, que ya en la tierra es señal de vida nueva, será en el cielo una fiesta sin final. Ser orantes es saber lo que podemos esperar de Dios ahora y siempre, es tocar con la fe la resurrección que ha preparado, es aguardar expectantes su abrazo, su ternura, su mirada. No todo lo entendemos, pero un día veremos a Dios cara a cara. La fe en Jesús nos da esta esperanza. Confiamos en ti, Señor Jesús. Con esto nos basta. Así queremos caminar: descubriendo signos de esperanza, despertando, compartiendo, celebrando la vida, unidos/as a tus sueños, Jesús.
 
‘No es Dios de muertos sino de vivos: porque para Él todos están vivos’. Jesús contagia una confianza total en el Padre, vive humanizando. En el corazón de Dios hay mucho sitio, tiene una fiesta preparada; no se le pueden morir aquellos/as a quienes ama. Dios abraza la vida, la toca, la besa, es amigo de la vida, nunca se cansa de darla a borbotones. A Dios le importamos, todo lo suyo es nuestro. En medio de la vida, comprometidos con ella, con todas las tensiones que ella encierra, es donde mostramos al Dios que ama la vida. Gracias. Amén. Alegría.
 
¡Feliz Domingo! Desde el CIPE – noviembre 2013