sábado, 23 de noviembre de 2013

El Reino es el sueño de Dios sobre el mundo.

Lucas 23, 35-43
 
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús,
diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo,
si él es el Mesías de Dios, el Elegido."
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo."
 
HACER MUECAS
 
Es el colmo de la irracionalidad contra Jesús. Persecución ideológica, persecución social, eliminación física. Todo eso ha ido formando de su destino.
 
Pero las muecas de las autoridades debían ser “lo adecuado para el momento”. De nuevo, estaban cumpliendo con su papel, en coherencia con todos los demás actos. No se podía esperar otra cosa, al igual que del poder romano, que veían a un hombre extraño, mendigo, un condenado como otros tantos. Por eso, lo que realmente produce temor y escalofrío al leer esta Palabra es precisamente esa ciega impunidad contra la víctima, bien armada y justificada en nombre de Dios.
 
Hoy, ese mismo procedimiento se repite hasta la saciedad con la gente que auténticamente le sigue. También se repite con la gente que no afirma conocerle o seguirle pero está en esa fila de testigos que han sufrido persecución como consecuencia de sus opciones por el bien de otros y otras. Es la dinámica del mal suelto y acampando a sus anchas en la tierra. Cada vez más sofisticado, más sorprendente, pero también más previsible porque sus efectos son siempre los mismos. Frente a ese mal que gradualmente se infiltra en la vida y que destruye fecundidad, la lucha de Dios ha sido una desde el principio: crezcan, maduren, multipliquen la vida. Eso hizo Jesús hasta el final. En el último momento ya no queda otra cosa que el silencio y entregar la vida.
 
EL REINO
 
El Reino es el sueño de Dios sobre el mundo. Es una realidad permanente y continua que dice que la muerte no tiene la última palabra. Tantas cosas convocan a la muerte, tantas corruptelas, juegos de intereses, luchas de poder, envidias, violaciones, asesinatos… y tantas cosas siguen convocando a la vida: alegrías, buen humor, generosidad solidaria, amparo, refugio a las víctimas, lucha por los derechos, defensa del cuidado y la vida… que vuelve a ser responsabilidad personal dirigir los pasos en la dirección del bien o la dirección del mal. Pero cuando el mal se encubre con capa de bien, ahí hay que hilar mucho más finamente y generar solidaridades entre las víctimas, quienes desde su situación y experiencia pueden evidenciar otra alternativa y horizonte. Lo importante, lo definitivo no será preguntarle a Dios por qué consiente tanto mal, sino contemplar la capacidad que tenemos para mantenernos en el bien de forma patente, irrevocable, sin concesiones. Esa firmeza humilde, ésa es la victoria de Jesús.