domingo, 3 de noviembre de 2013

Evangelio domingo 3 de noviembre de 2013

Lucas 19, 1-10
 
Jesús camina por una ciudad con historia. Lleva los ojos bien abiertos y el corazón lleno de señales de la compasión de Dios. Un hombre rico en la copa de un árbol no es una imagen habitual, está en cierto sentido fuera de lógica. Jesús percibe el gesto y ve en ello precisamente una señal. Algo se está en movimiento y a punto de explotar. Frente a esa novedad, la propuesta es celebrar, encontrarse, comer juntos, disfrutar de la hospitalidad. No se equivocaba. Ese hombre tan fuera de lugar, responde al gesto abriendo su casa.
 
Entonces se ha roto una frontera, una frontera que pesaba y era dura, la frontera del caso perdido. Jesús no está de acuerdo: si el centro de la vida son las personas por encima de toda ley de pureza, todas las cosas se trastocan y cambian. Y es precisamente lo que ocurre. Ese Zaqueo se siente mirado como nunca ningún hombre religioso lo ha mirado: como una persona digna a pesar de su comportamiento moral inadecuado.
 
Jesús no justifica, tampoco encubre la historia de aquel hombre, ni mucho menos su presente. Pero todo va quedando evidenciado, y hasta tal punto que Zaqueo despierta como de un sueño y sabe perfectamente lo que tiene que hacer. Por primera vez no sólo tiene una conciencia real de que su modo de vida genera injusticias contra el pobre, sino que además su comportamiento traiciona lo mejor de su pertenencia al pueblo de la alianza. Y traiciona lo mejor de sí mismo.
 
El efecto de la conversa y la relación con Jesús fue radical. Se le cambió la mirada sobre sí mismo:
 
- De verse indigno por su comportamiento, se comienza a ver como alguien que recobra vida y dignidad.
 
- De percibirse como un potentado a quien no le importa la vida de la gente, se comienza a ver como alguien que puede valerse de su poder, fortuna y medios para contribuir que se produzcan cambios en la vida de los pobres.
 
- De verse como un ladrón acumulador de la plata ajena, pasa a comportarse como alguien capaz de una gran liberalidad desde su experiencia de haber sido agraciado.
 
Gracias a este cambio de mirada, pudo madurar e impulsar cambios sustanciales a su alrededor, cambios que afectaban a la estructura misma de aquella sociedad y Templo, a las relaciones con las personas y a la búsqueda de Dios. Zaqueo entiende realmente la novedad de la Buena Noticia y actúa en coherencia con esa comprensión: Por un lado, deja los bienes, se desprende de lo que ha sido y es su seguridad, su posibilidad de dominio y poder, su estatus y lo que lo mantiene ciego y separado del resto de sus contemporáneos, la mayor parte una muchedumbre de pobres. Pero al mismo tiempo, se reconcilia con lo que ha sido y con lo que ha hecho al reconocer su colaboración con la injusticia, atreverse a desandar el camino y dejar que nazca una alternativa de vida, liberación y transformación de esas relaciones de poder por otras de justicia, retribución, equidad y derecho.
 
La muchedumbre no ayuda. Más bien quiere impedir este milagro. Persiste en su obstinación de establecer fronteras entre buenos y malos, pecadores y justos. Es un dato de realidad presente en toda la vida de Jesús y le acabará llevando a la muerte. Deja claro: he venido para recuperar lo que estaba perdido. Porque ésa es la única posibilidad de cambio real en la vida. Esa comprensión y apuesta restauradora frente a lo que se ha asentado como un yugo imposible de llevar acaba por solidarizar a estos dos seres humanos y establecer un tiempo nuevo, el reinado de Dios. Hay un mensaje para tod@s:
 
- Para los seguidores: aprendan esto.
 
- Para los perdidos: hay esperanza.
 
- Para las estructuras: si no hay cambio de perspectiva, no cambia el mundo. 
 
- Para las comunidades cristianas: caminen así y harán nuevas todas las cosas.
 
¿Hay mensaje también para quienes hoy en la historia caminamos tras las huellas del Maestro y nos miramos en el evangelio? ¿Para nosotros, en esta Amazonía? Desde luego. El mensaje que nos interpela a:
 
- Atravesar y transitar por nuestras ciudades, pueblos, comunidades, contextos y relaciones mirando de manera diferente a quienes están absolutamente señalados por un estigma social y espiritual.
 
- Esperar cambios sin ingenuidad y colaborar a que se produzcan transformaciones profundas en el sistema de injusticia y exclusión estando en disposición de acoger y ejercer una hospitalidad que restaura.
 
- Abandonar las percepciones obstinadas e inflexibles respecto a los que son buenos y los que son malos, los indignos y los dignos. 
 
- Vigilar sobre nosotros mismos: si formamos parte de esa muchedumbre que no deja ver a Jesús.
 
Y tantas otras cosas que sólo se descubren con ayuno y oración. ¿Encontrará Dios esta fe en nosotr@s?