jueves, 14 de marzo de 2013

EL PAPA FRANCISCO - OBISPO DE ROMA




Hoy, 13 de marzo del 2013, el cardenal argentino Arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, jesuita de 76 años, ha sido elegido Obispo de Roma con el nombre de Francisco.

Aquí sus primeras palabras:

"¡Hermanos y hermanas, buenas noches!

Ustedes saben que el deber del Cónclave es dar un Obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo… pero estamos aquí… Les agradezco la acogida.

La comunidad diocesana de Roma tiene a su Obispo. ¡Gracias! Y primero que nada, quisiera hacer una oración por nuestro Obispo Emérito, Benedicto. Recemos todos juntos por él, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo custodie.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria con los fieles en San Pedro

Y ahora, comenzamos nuestro camino: Obispo y pueblo. Este camino de la Iglesia de Roma que es la que preside en la caridad a todas las Iglesias. Un camino de hermandad, de amor, de confianza entre nosotros. Recemos siempre por nosotros: el uno por el otro. Rezamos por todo el mundo, para que haya una gran hermandad.

Auguro que este camino de Iglesia, que hoy comenzamos y en el que me ayudará mi Cardenal Vicario, aquí presente, sea fructífero para la evangelización de esta ciudad tan bella.

Y ahora quisiera darles la bendición, pero primero, les pido un favor: antes de que el Obispo bendiga al pueblo, les pido que recen al Señor para que me bendiga. La oración del pueblo que pide la bendición para su Obispo. Hagamos en silencio esta oración de ustedes por mí.

La bendición Urbi et Orbi

Hermanos y hermanas, los dejo. Muchas gracias por la acogida. ¡Recen por mí! Nos vemos pronto: mañana quiero ir a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma.

¡Buenas noches y buen descanso”.

Como él lo pidió, oramos al Dios de la Vida por Francisco, Obispo de Roma, como lo dejó claro que es “la Iglesia que preside en la caridad a todas las iglesias”, para que tenga la capacidad y la lucidez para enfrentar los duros retos que el Papado tiene en esta realidad de la Iglesia actual y como escribe José María Castillo, que sea un hombre tan apasionado por el Evangelio que desconcierte como Jesús de Nazaret desconcertó.