viernes, 1 de marzo de 2013

“SOY QUIEN SOY”

Éxodo 3, 1-8a. 13-15; 1Corintios 10, 1-6. 10-12;

“Soy quien soy”. Esta expresión la usamos en el lenguaje cotidiano de forma habitual para afirmarnos frente a quienes pretenden encasillarnos o situarnos en un lugar o posición determinada. Decir “soy quien soy” es establecer esos límites precisos y necesarios para nuestro propio desarrollo e independencia.  En el  contexto de la revelación a Moisés, Dios se afirma como esa Presencia compañera en el sufrimiento,  Presencia que va  más allá del nombre y del sexo,  Presencia que no se entiende sino desde su capacidad de liberar en la historia del pueblo.
 
Que Dios tiene que ser quien es y no quiere ser identificado con otras cosas distintas de esa acción liberadora y promotora de la justicia. Con esto no sólo dice algo de sí, sino algo de sus interlocutores: si yo soy Quien soy, ustedes que son mi imagen, deben encontrar su identidad verdadera en su capacidad y deseo de liberación y justicia.
¿En qué encuentran los políticos la identidad de sus electores? En la tranquilidad que supone tener asegurada una determinada visión política encasillando el pensamiento en una lista o un programa.

¿En qué encuentra el poder religioso la identidad de sus seguidores? En el “sosiego” que provoca callar humildemente sobre cuestiones que pueden ser espinosas o que pueden generar conflicto y dedicar muchas más  energías en estipular códigos de conducta moral o religiosa.

Encontrar nuestra verdadera identidad desde el Dios del Éxodo que quiere liberar de la opresión es una tarea que no podemos eludir. ¿Cómo nos veríamos a nosotros mismos desde esa visión divina?

Lucas 13, 1-9

Jesús es capaz de interpretar lo que sucede desde esa misma mirada del Dios liberador del Éxodo: inmanipulable, cercano y lejano al mismo tiempo. Por eso, el que Pilatos ejerza su poder opresor o que la gente muera de forma accidental, tiene que suscitar una reflexión más profunda sobre lo que está pasando si es que se quieren propiciar cambios significativos.  Sería hacer una cortina de humo, discutir si las personas muertas por la torre de Siloé eran más o menos pecadoras.

La perspectiva de la higuera estéril, por el contrario, da una nueva visión que es  gestadora de cambios, desde la crítica al sistema más que desde las cuestiones morales o los intentos de apresar a Dios en los marcos humanos.  Los profetas vieron en Israel esa viña llamada a la fecundidad y felicidad,  empañada sin embargo, por las acciones de los dirigentes que sacrifican a la gente para mantener su situación de privilegio.  ¿Se podrá encontrar fruto en algún momento? ¿Qué tiene que pasar para que las cosas cambien?

Si leemos esta Palabra desde nuestro contexto eclesial actual, tendremos que aplicar el discernimiento y tener una mirada más profunda sobre lo que está sucediendo. ¿Se tratará de alabar o criticar la decisión del  Papa? ¿O tendremos que aprovechar más bien para discernir conjuntamente sobre el Papado en sí  y  el modo de ejercer la autoridad en la Iglesia?