Caminando en el espíritu de la Cuaresma, en nuestro proceso de
conversión, el Señor nos ha concedido unas oportunidades especiales. Seguimos
intensificando la vida de oración como una de las prácticas cuaresmales a la
que nos invita el Señor en este tiempo. Así, en nuestra Vigilia Permanente el
pasado jueves 20 de febrero, hemos compartido la oración con Obispos y algunos sacerdotes participantes del
Retiro Anual de los Vicariatos Apostólicos de Ecuador, para avanzar en la
reconciliación y la paz en nuestra Iglesia de San Miguel de Sucumbíos.
Desde hace 8 años atrás los Vicariatos Apostólicos del Ecuador, realizan
anualmente al iniciar la Cuaresma un retiro en el que participan los sacerdotes
de estas jurisdicciones con sus Obispos para prepararse en el acompañamiento
del Pueblo de Dios para la celebración del Misterio Pascual del Señor. En esta
ocasión se realizó en nuestro Vicariato de San Miguel de Sucumbíos, del 18 al
22 de febrero en el Colegio Intercultural
Bilingüe “Abya Yala” con 70 participantes. Estuvieron presentes los Obispos,
Mons. Celmo Lazzari de Napo, Mons. Rafael Cob de Puyo, Mons. Walter Heras de Zamora, Mons. Néstor Montesdeoca de
Méndez (Macas), Mons. Eugenio Arellano de Esmeraldas, Mons. Jesús
Esteban Sádaba de Aguarico y Mons. Paolo Mietto, nuestro Obispo de Sucumbíos. Estuvo
ausente Mons. Manuel Valarezo, Obispo de Galápagos.
Nuestra Vigilia Permanente vivió con profunda alegría la presencia
de nuestros hermanos Obispos, de 15 de los 70 sacerdotes diocesanos de los Vicariatos,
del P. Guillermo Torres (sacerdote colaborador en Sucumbíos) y de los cuatro sacerdotes
incardinados de nuestro Vicariato. Estamos agradecidos/as por la generosidad de
compartir con nosotros/as la oración y el deseo de aportar a la unidad de
nuestra Iglesia. Como lo vivimos una vez
más, éste es un espacio de fe y de oración al Dios de la Vida para pedir juntas
y juntos la Luz de su Espíritu, por la Vida de nuestra Iglesia, el respeto a su
proceso histórico, su tradición, la reconciliación y la paz, para que ella
vuelva a ser Casa y Escuela de Comunión, como soñó nuestro Obispo Paolo Mietto.
La celebración litúrgica se
desarrolló con la sencillez y profundidad de costumbre, pero con el ingrediente
especial de orar con hermanos tan especiales, quienes participaron con gentil
delicadeza. En torno a la luz y la cruz dimos inicio. Con las velas encendidas
en las manos, en actitud vigilante, escuchamos el pasaje del Evangelio de San Lucas 18, 1-8, sobre la pobre viuda y el juez injusto. La reflexión de la Palabra fue
enriquecida por la participación de los presentes, tanto laicos y laicas como
algunos Obispos que nos animaron a persistir en la oración para ser fieles al
Señor y para alcanzar el favor de Dios en nuestras pruebas. Nos insistieron
nuestros pastores a orar sin desanimarnos, a superar el número de días, y no
contentarnos con un falso orgullo por estar 141 días de Vigilia, sino que
debemos hacerlo como práctica constante, porque el hábito de la oración hace
parte de nuestro ser cristiano, mucho más cuando hay motivos especiales para
hacerla, y que con el ejemplo de persistencia de la pobre viuda alcanzaremos la
anhelada reconciliación. Gran mensaje y tarea nos han dejado para seguir en
camino…
La entrega de la luz fue un momento muy emotivo. Nuestras hermanas Rosita y
Sofía Cabezas entregaron la luz a cada Iglesia Hermana en la persona de su
Obispo con sus sacerdotes presentes, para que la Luz del Señor siga iluminando en
nuestros pueblos de la Amazonía. De manera especial Mons. Mietto recibió la luz
para entregar al Obispo de Galápagos.
Confirmando nuestra Vigilia Permanente los Obispos nos dieron la bendición.
Bendición que nos compromete a
continuar firmes, fieles y vigilantes a la voluntad del Espíritu desde la
realidad cotidiana y atentos/as a los signos de los tiempo, dando testimonio de
nuestra fe y razón de nuestra esperanza desde nuestra Iglesia. Así nuestra Vigilia Permanente es el espacio que nos convoca siempre con alegría y nos
permite conocernos mejor, formarnos, animarnos, fortalecer y madurar nuestra fe
en el Señor de la Vida, profundizar la Palabra, fortalecer nuestras relaciones
e integrarnos y, mantener nuestra unidad en la comunidad. Agradecemos una vez más a los señores Obispos
y a los sacerdotes que estuvieron allí, su presencia, sus palabras, su
cercanía, su cariño, su preocupación y su oración.