domingo, 18 de agosto de 2013

El arte de LO EVIDENTE Y de COMPRENDER EL MOMENTO PRESENTE


Lc 12,49-53

Lo que es evidente para unas personas es absolutamente cuestionable para otras. Así es la vida. Esta experiencia la vivió en carne propia Jesús. De hecho, hasta su dramático final, sus opositores estaban convencidos de que su mensaje y sobre todo sus obras, procedían no del Espíritu de Dios, sino del espíritu del maligno.  En cambio, la gente, en su mayoría desposeída y pobre,  se alegraba por sus enseñanzas y se gozaba por sus acciones.
 
¿Cómo llegó Jesús a saber comprender el momento presente?

Si queremos ser fieles a Jesús, tendremos que mirar las cosas de la manera que Él las miró. Para la gente de su época, parecía evidente que cuando una nube se levantaba en poniente, iba a llover. O cuando había viento del sur, vendría el calor. Este tipo de “evidencias” tan claras y comprobables, no son en realidad las que les deben importar a los discípulos y discípulas del Maestro.  Las evidencias que deben buscar los seguidores-as de Jesús son las que ayudan a comprender en profundidad el momento presente.  

 

Jesús tuvo hacer el camino cotidiano que todo ser humano debe hacer para comprender el mundo en el que vive. Su manera de comprender no era la propia del científico o del poderoso, del legislador o del cumplidor de la Ley. Jesús comprendía lo que pasaba experimentando en primer lugar,  la suerte de tanta gente de su pueblo, echada a los márgenes como consecuencia de la opresión y la injusticia.  En segundo lugar,  releía a la luz de su fe en Dios lo que vivía el pueblo y entonces adquiría una comprensión de la vida única, creativa, profunda, valiente y desafiante y desde ese anhelo de mundo según lo querría Dios, el Reino, arriesgaba una propuesta que Él mismo realizaba y encarnaba.

 
Su fe se profundizaba en la medida que era capaz de comprender lo que pasaba, su conocimiento se ampliaba en la medida que cuestionaba, flexibilizaba y personalizaba su fe. Esta manera tan dinámica de comprender y vivir era inusual e incluso imposible para aquel hombre religioso pendiente del cumplimiento moral. Sin embargo, era más fácil en los pobres,  en la medida que no tenían nada que defender o salvaguardar, ni siquiera su credo religioso y en la medida que estaban habitualmente expuestos al cuestionamiento, la crítica o sufrían amenazas.  

Desde esta perspectiva se entienden sus palabras: ¿Creen ustedes que he venido para establecer la paz en la tierra? Les digo que no (Lc 12,51). El Reino de Dios sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Es decir, si se quiere entrar en dinámica del Reino de Dios hay que PROFUNDIZAR LA VIDA. Dios entonces puede emerger de sus profundidades. Con  esta tarea, no todos  pueden y quedan apresados o acrecientan  las dinámicas de muerte y de violencia presentes en el mundo porque no han puesto a raya sus violencias y ambiciones. Y llaman bien al mal y mal al bien. Confunden y se confunden.

Ø  Estamos llamadas-os a PROFUNDIZAR LA VIDA: caminar sin dogmatismos, acogiendo los signos de los tiempos.

Ø  Estamos llamados-as a DISCERNIR LA VIDA: entender más allá de lo evidente, hacer ese esfuerzo de diálogo con lo que nos rodea y con quienes nos rodean.

Ø  Estamos llamadas-os a ARDER: en esa pasión de Reino que llevó a Jesús.

Ø  Estamos llamados-as a IDENTIFICARNOS con el POBRE: su pensar y su manera de comprender, su modo de lucha frente a la injusticia y su resistencia.

Escuchamos esta Palabra en el contexto de nuestra Asamblea Diocesana, aunque su eco es universal, cuando debemos profundizar la vida y los acontecimientos y buscar conjuntamente para nuestra Iglesia caminos de perdón y sanación de heridas. En este momento nos pueden acechar dos tipos de tentaciones:

a) La tentación  del dogmatismo que no puede ver el misterio de la vida más allá de las evidencias primeras.

b) la tentación de no arder por el Reino, vencidos por el peso que la realidad impone y por la incapacidad para soñar.

Jesús nos impulsa a no dejarnos vencer por las tentaciones  tal y como Él las enfrentó. Aprendamos de Él el arte de vivir y de comprender el momento presente para poder decir la palabra oportuna y hacer el gesto adecuado al momento histórico que nos ha tocado vivir. Así, desde este sentido de responsabilidad por la VIDA, estaremos sembrando algo que dará sus frutos.