Hoy se cumplen 50 años desde que Martin Luther King
pronunciara un importante discurso conocido como “Yo tengo un sueño”
Martin Luther King, nació en Atlanta – Estados Unidos el 15
de enero 1929 y murió en Menphis el 4 de abril de 1968. Fue Pastor de la
Iglesia Bautista, lideró el movimiento por los derechos civiles de los
afroamericanos en los Estados Unidos y, además rechazó la guerra de Vietnam.
Fue un luchador de la No – Violencia. Por estas razones fue condecorado con el
Premio Nobel de la Paz en 1964.
Entre sus
acciones más recordadas está el liderazgo de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, en 1963, al final de la cual
pronunciaría su famoso discurso “yo
tengo un sueño”.
Aquí algún
extracto de su discurso:
”Estoy
orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la que será ante la historia la mayor
manifestación por la libertad en la historia de nuestro país…
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de
las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño.
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá
el verdadero significado de su credo…
¡Hoy tengo un sueño!
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios
podrán cantar el himno con un nuevo significado.
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en
cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos
acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos,
judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar
las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin!
Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"
Animados por este discurso que brota de los deseos de justicia ante la
discriminación racial del pueblo negro en Estados Unidos de aquel entonces,
renovamos nosotros también nuestros sueños personales y el gran sueño
comunitario.
Recordar los 50 años a Martin Luther King y su discurso el día de hoy, nos
recuerda a otra negra y su sencillo discurso en la reciente Asamblea Diocesana
de Pastoral en la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos. Nos referimos a Mamá
Rosa.
Como Iglesia en camino, por allá a inicios de los años 80, los agentes
pastorales, el Obispo, los misioneros y misioneras que nos antecedieron,
construyeron colectivamente una formulación del sueño que nos ha guiado en el
vivir la fe cada día en estas tierras amazónicas. Ese legado y compromiso nos
dejaron. Hace parte de nuestra memoria histórica y de nuestra tradición,
abierta a ser mejorada. Entonces hablar del sueño es hablar de utopía, de una
gran aspiración que nos mueve dentro. Por eso, nuestro sueño o utopía de ISAMIS
reza: “LIBERACIÓN INTEGRAL DEL HOMBRE Y DE LA MUJER, DESDE LOS POBRES, POR LA
CAUSA DEL REINO”.
Y hacemos presente también un valioso sueño manifestado por Mons. Mietto
en el día de su posesión ante la división y fraccionamiento que se ha
propiciado desde la intervención a nuestra Iglesia. El sueño de Monseñor,
haciendo suyas las palabras del Papa Juan Pablo II en la Novo millennio ineunte, es que la Iglesia de Sucumbíos sea “Casa y
Escuela de Comunión”. Compartimos el sueño, porque queremos recuperar y volver
a ser esa Casa y Escuela de Comunión que ya éramos con la humildad y modestia
del caso. Y a ese camino queremos invitar a quienes aún no se unen a él.
Y en este proceso martirial que vivimos, compartimos los sueños que
produjeron nuestros/as hermanos/as campesinos/as en la Asamblea de la Unidad
Pastoral Campesina.
ü Mantener y fortalecer este
“modo lindo” de SER Iglesia en Sucumbíos
ü Iglesia participativa,
Comunidad ministerial reconciliada, misionera, fiel a Jesús y al Evangelio.
Donde los pobres son los protagonistas: semilla, luz, sal y fermento en medio
del mundo
ü Una Iglesia con un Obispo
pastor “que huela a oveja”, cercano a la gente, sobre todo a las “ovejas descarriadas”,
a los pobres. Un obispo que viva su ministerio como SERVICIO en diálogo
permanente con el Pueblo de Dios, con la Iglesia: Comunidad de comunidades.
ü Una Iglesia Comunidad que
acoja el regreso de Mons. Gonzalo, y a los misioneros carmelitas expulsados.
Con una catedral no de bloques, sino de corazones diversos y universales, que
acoja siempre, y no cierre nunca sus puertas.
ü El SUEÑO de una Patria grande,
sin fronteras, se hace realidad con luces y sombras a lo largo del tiempo. Un
SUEÑO que se inspira en Mons. Proaño, Mons. Gonzalo, y tantas otras personas
que en la Iglesia se atreven a soñar.
Concluimos con la letra de una canción que nos invita a
soñar en minga, a soñar colectivamente, para que los sueños tengan buenas
raíces y permanezcan:
“Sueño que se sueña sólo puede ser pura ilusión,
Sueño que se sueña junto es señal de solución.
Entonces vamos soñar, compañeros/as
Soñar ligero, soñar comunitariamente”.