En el
evangelio la felicidad se hace con pocos ingredientes, pero éstos de calidad.
Jesús derrocha imaginación y buen humor para transmitir a sus
contemporáneos qué idea tiene él del
mundo y cómo éste tiene que transformarse para configurarse según Dios lo
quiere. Parte de lo que ve y de lo que escucha, por eso ha desarrollado una
espiritualidad de lo concreto, nada rebuscada, directa, que va al corazón.
Y ahora
está viendo se fija en ese comportamiento social tan admitido de que lo mejor
es para los mejores. Es “lógico” hacer sitio para la gente importante, porque
afianza las alianzas y relaciones de
poder y prestigio. Este comportamiento y
principio estaba arraigado en una gran injusticia social y generaba exclusión.
Pero Jesús apunta también otra cosa: además esa forma de entender la vida es una
gran necedad que se puede convertir en trampa porque el problema está en que quien se presta al juego
del sistema de prestigio puede ser echado de él.
Para la gran mayoría de la población en el
tiempo de Jesús el comer y beber no es
por supuesto un disfrute, sino una lucha sin tregua por la supervivencia. Jesús
es plenamente consciente de ello. ¿Hacia dónde y desde dónde mira? Jesús se
pone en la perspectiva del pequeño y hace de la comida una verdadera sabiduría
de vida para levantar del polvo al desvalido y alzar de la basura al pobre y
para restaurar relaciones de equidad, igualdad, justicia, solidaridad y
compasión universal.
En este
contexto se puede entender su lección de sabiduría:
-
No
se trata de promover una humildad humillante, sino inteligente, una toma de conciencia de la realidad en la que se
está y de la gente con la que está.
-
Se
trata de ampliar el horizonte mientras se disfruta de la vida. No hay verdadero
disfrute y felicidad si ésta no es compartida.
E
l mundo
según lo quiere y lo sueña Dios es un gran banquete al que son invitados todos-as, una gran mesa
donde ya se vive esa realidad sin fronteras y donde – precisamente porque la exclusión ha sido eliminada- hay
felicidad plena y compartida .
SIGAMOS ADELANTANDO EL REINO DE DIOS
Si
miramos el mundo, vemos la diferencia
entre lo que Dios sueña y lo que parece que los humanos hacemos. No obstante,
hay que seguir adelantando el Reino de Dios apoyando, alentando y sosteniendo todas las acciones que romper con los sistemas de exclusión que
existen. Soñar como Dios sueña, pensar como Dios piensa, amar como Dios ama,
compadecernos como Dios se compadece,
hacer como Dios hace. Pidamos esa sabiduría de Dios que rompe nuestros
esquemas de sabiduría y nuestras lógicas.
Desde
Jesús, atendamos entonces y miremos con más profundidad dónde se generan las
exclusiones aquí en Sucumbíos:
-
Vigilemos
sobre lo “normal” y “lógico”, cómo comemos y celebramos fiesta y con quiénes.
-
Atendamos
al modo de proceder
y a
la intencionalidad en las acciones e iniciativas de nuestra pastoral
social, no tanto a las obras y
proyectos que se realizan.
-
Miremos
como Jesús
lo concreto y dejemos que Dios haga en nosotros-as una espiritualidad encarnada
en lo real, compasiva y soñadora.
-
Sigamos
creando redes de solidaridad con personas y grupos que desde distintas
perspectivas se unen al sueño de Dios para esta provincia, y ayudemos a la
ruptura de fronteras mentales, ideológicas, culturales, económicas y
religiosas.
-
Hagamos
fiesta abierta y fraterna
en medio de las situaciones de conflicto por las que atravesamos, atreviéndonos
a evidenciar que las pequeñas inclusiones y rupturas de fronteras nos dan mayor
felicidad que el mantenimiento de las cosas como están.
-
Denunciemos
con nuestras prácticas cotidianas un sistema económico global injusto y degradante
para el ser humano y recuperemos cada día el trabajo compartido y solidario.
Y sigamos pidiendo al Dios de la vida que nos
despierte a su sueño, para que le ayudemos a ese otro mundo posible que
quiere instaurar.