domingo, 1 de septiembre de 2013

UN MUNDO FELIZ Lucas 14, 1. 7-14

En el evangelio la felicidad se hace con pocos ingredientes, pero éstos de calidad. Jesús derrocha imaginación y buen humor para transmitir a sus contemporáneos  qué idea tiene él del mundo y cómo éste tiene que transformarse para configurarse según Dios lo quiere. Parte de lo que ve y de lo que escucha, por eso ha desarrollado una espiritualidad de lo concreto, nada rebuscada, directa, que va al corazón.
 
Y ahora está viendo se fija en ese comportamiento social tan admitido de que lo mejor es para los mejores. Es “lógico” hacer sitio para la gente importante, porque afianza las alianzas y  relaciones de poder y prestigio.  Este comportamiento y principio estaba arraigado en una gran injusticia social y generaba exclusión. Pero Jesús apunta también otra cosa: además esa forma de entender la vida es una gran necedad que se puede convertir en trampa porque el  problema está en que quien se presta al juego del sistema de prestigio puede ser echado de él.
 
Para la gran mayoría de la población en el tiempo de Jesús  el comer y beber no es por supuesto un disfrute, sino una lucha sin tregua por la supervivencia. Jesús es plenamente consciente de ello. ¿Hacia dónde y desde dónde mira? Jesús se pone en la perspectiva del pequeño y hace de la comida una verdadera sabiduría de vida para levantar del polvo al desvalido y alzar de la basura al pobre y para restaurar relaciones de equidad, igualdad, justicia, solidaridad y compasión universal.
 
En este contexto se puede entender su lección de sabiduría:
-          No se trata de promover una humildad humillante, sino inteligente, una  toma de conciencia de la realidad en la que se está y de la gente con la que está.
-          Se trata de ampliar el horizonte mientras se disfruta de la vida. No hay verdadero disfrute y felicidad si ésta no es compartida.
 
E
l mundo según lo quiere y lo sueña Dios es un gran banquete  al que son invitados todos-as, una gran mesa donde ya se vive esa realidad sin fronteras y donde – precisamente  porque la exclusión ha sido eliminada- hay felicidad plena y compartida .
 
SIGAMOS ADELANTANDO EL REINO DE DIOS
 
Si miramos el mundo,  vemos la diferencia entre lo que Dios sueña y lo que parece que los humanos hacemos. No obstante, hay que seguir adelantando el Reino de Dios apoyando, alentando y  sosteniendo todas las acciones que  romper con los sistemas de exclusión que existen. Soñar como Dios sueña, pensar como Dios piensa, amar como Dios ama, compadecernos como Dios se compadece,  hacer como Dios hace. Pidamos esa sabiduría de Dios que rompe nuestros esquemas de sabiduría y nuestras lógicas.
 
Desde Jesús, atendamos entonces y miremos con más profundidad dónde se generan las exclusiones aquí en Sucumbíos:
-          Vigilemos sobre lo “normal” y “lógico”, cómo comemos y celebramos fiesta y con quiénes.
-          Atendamos al modo de proceder y a la intencionalidad en las acciones e iniciativas de nuestra pastoral social,   no tanto a las obras y proyectos que se realizan.  
-          Miremos como Jesús lo concreto y dejemos que Dios haga en nosotros-as una espiritualidad encarnada en lo real, compasiva y soñadora.
-          Sigamos creando redes de solidaridad con personas y grupos que desde distintas perspectivas se unen al sueño de Dios para esta provincia, y ayudemos a la ruptura de fronteras mentales, ideológicas, culturales, económicas y religiosas.

-          Hagamos fiesta abierta y fraterna en medio de las situaciones de conflicto por las que atravesamos, atreviéndonos a evidenciar que las pequeñas inclusiones y rupturas de fronteras nos dan mayor felicidad que el mantenimiento de las cosas como están.
-          Denunciemos con nuestras prácticas cotidianas un sistema económico global injusto y degradante para el ser humano y recuperemos cada día el trabajo compartido y solidario.
 
Y sigamos pidiendo al Dios de la vida que nos despierte a su sueño, para que le ayudemos a ese otro mundo posible que quiere instaurar.