sábado, 14 de septiembre de 2013

COMIDAS QUE LEVANTAN PASIONES – Lc 15,1-32

En la cultura del Mediterráneo antiguo y de la Biblia, la comida es signo de alianza entre la gente. La comida cierra pactos, afianza compromisos, implica amistad, hospitalidad con el extranjero y paz entre partes que están en conflicto.
 
Nos podemos preguntar por el sentido de la frase que inicia el evangelio de este domingo: “En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."
 
Parece que Jesús es mal visto por dos comportamientos que provocan la murmuración de los fariseos, la gente cumplidora de la Ley: acoger y comer. Por acoger y por comer Jesús será cuestionado, después perseguido y al final eliminado.
 
Si esto es así, en estas dos aparentemente inofensivas acciones como la acogida y la comida, se encierra algo no solamente importante, sino también algo que atenta contra la cultura del poder.
 
La ACOGIDA de Jesús implica toda la vida y es universal. En primer lugar, este nazareno ha ejercido su humanismo y su acción liberadora más allá de lo que el pueblo establece como límites de orden social: la raza y la pertenencia al pueblo de la alianza, el cumplimiento de la práctica religiosa y el sexo. Y esto choca frontalmente con quienes tienen bien trazadas las fronteras de lo sagrado, del perdón, la culpa y la ofensa, fronteras de la expresión pública del pensamiento y de la diversidad cultural, frontera de lo propio de las mujeres o propio de los varones y fronteras del disfrute de los bienes.
 
Es decir, su ACOGIDA es provocadora y desafiante al ampliar y hacer unas relaciones inclusivas donde la identidad está basada en ser criaturas queridas por Dios que hace llover sobre buenos y malos. En Jesús la acogida no es interesada ni por el dinero, ni por la imagen social, ni por el prestigio. Precisamente su modo de estar en el mundo vigilante frente al dinero: no acumulen tesoros en la tierra, sino asegúrense los del cielo; no vayan mostrando que oran pero luego son incapaces de cargar con alguno de los preceptos que imponen a los demás, no inviten a banquetes a quienes les van a devolver sino a quienes no les pueden devolver.
 
La ACOGIDA de Jesús atrae a sectores vulnerables y excluidos. Esta forma de actuar atrae a personas estigmatizadas por el sistema del poder vigente, personas excluidas de ciertos espacios de convivencia y socialidad por su trabajo vergonzante o por su conducta moral defectuosa y personas que en función de su sexo, no pueden ejercer el derecho a expresarse. Esta acogida tiene su expresión máxima en ENTRAR, MEZCLARSE Y COMER con todo tipo de personas: desde los fariseos, que le cuestionan, hasta los publicanos y las prostitutas a los que considera los primeros en el Reino.
 
Como los pájaros que vuelven a un bosque reforestado, Jesús es capaz de atraer y convocar a los y las desclasados del sistema que hacen relación con Él ESCUCHÁNDOLE. Inmediatamente provoca una tensión al cuestionar al mismo sistema de poder a que amplíe el espacio e integre. Esta ESCUCHA por parte de los excluidos los convoca y les ofrece un horizonte común y sienten entonces cumplido el sueño del profeta: les reuniré de todos los lugares, ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
 
Pero el evangelio pretende no sólo ser VIDA EN ABUNDANCIA PARA LOS EXCLUIDOS sino que desde ellos y por ellos, venga la salvación universal A TODO EL PUEBLO. Por eso, Jesús RESPONDE en el clima de tensión y conflicto con PARÁBOLAS a los MURMURADORES Y PERSEGUIDORES, es decir, a gente que no entiende ni se mueve en la dinámica del Reino de Dios.
 
¿Qué quiere que ESCUCHEN los MURMURADORES QUE NO COMPRENDEN?
 
1. Que las personas valen más que las ovejas.
 
2. Que las personas valen más que la plata.
 
3. Que las personas valen más que el cumplimiento de la Ley.
 
Dos hermanos, dos hijos y un Padre. Se refiere Jesús al pueblo. Todos y todas son hijos e hijas de un mismo Dios que da la herencia, la vida, la abundancia a todos por igual. El sistema de relaciones excluyentes e injustas ha hecho que se rompa esa verdad y se justifiquen las diferencias.
 
Uno de los hermanos quiere autonomía e independencia pero no sabe bien cómo gestionarse la vida y vivir su propia identidad. Se equivoca en esa búsqueda y queda malparado y herido. Pero conserva todavía un rescoldo de dignidad para volver sobre sus propios pasos y darse otra oportunidad. Frente a eso no queda más que ACOGER y COMER con Él.
 
El hijo mayor es en realidad el grupo de fariseos que murmuran. La Palabra del Padre es reiterar su intención de que este hijo mayor se siente a la mesa con quienes están excluidos, su comportamiento no es del todo correcto o pertenecen a otro grupo étnico o social. La razón por la cual este hijo mayor debe ACOGER Y COMER con ellos es precisamente por su condición de heredero y por su condición de hijo. Los fariseos murmuradores también son en realidad hijos de Israel, el pueblo querido por Dios, herencia suya.
 
Pero el final de la parábola queda abierto con la palabra del Padre: en lugar de murmurar, alégrate y haz fiesta, le dice al hijo mayor. Y hazla porque todo lo que sucede es un signo de que hay una nueva oportunidad de vida, que es posible restaurar los daños y que eso es en lo que hay que gastarse y desgastarse. No hay nada más.
 
Por el destino que sufrió Jesús sabemos que el final es que el hijo mayor no sólo es incapaz de hacer fiesta, sino que condena y mata la Palabra del Padre.
 
 
 
¿Qué puede enseñarnos hoy esta Palabra a nosotros-as?
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a. Tengamos el criterio, la mente y la utopía de Jesús.
 
b. Aprendamos a acoger y a comer como Jesús.
 
c. Adelantemos la ruptura de fronteras con un humanismo universal que sólo y ante todo, busca el Reino de Dios y es capaz de mezclarse, abajarse, juntarse y comer con desclasados y abatidos.