Como
es tradición en nuestra Iglesia de San Miguel de Sucumbíos el pasado 28 de marzo, Jueves Santo, celebramos la Misa Crismal - Fiesta
de los carismas, ministerios y servicios. La característica alegría de esta
fiesta diocesana del encuentro de los/as
servidores del Señor en Sucumbíos, poco a poco va creciendo si tomamos en
cuenta desde el inicio de la crisis de nuestra Iglesia. El encuentro de los
diversos ministerios laicales, los ministros ordenados incardinados y
colaboradores, las religiosas y religiosos, las pastorales y los movimientos
apostólicos, mujeres y varones, niños/as, jóvenes y adultos, junto a nuestro Obispo, le dio ese toque
pluralista de unidad en la diversidad, cultivado por largos años en nuestro
camino de Iglesia. Y todos, en causa común animando el crecimiento de la
Iglesia Local.
En
el contexto general de la Iglesia, esta experiencia novedosa de nuestra Iglesia local, es una tradición cultivada desde hace
muchos años atrás, iluminada por las orientaciones renovadoras del Concilio
Vaticano II, fundamentalmente en sus documentos de Lumen gentiun y Sacrosantum concilium, que expresa el estilo de ser
de una Iglesia Comunidad Ministerial desde una eclesiología Pueblo de Dios y que
celebra su fe como “Pueblo de Dios” en una liturgia renovada.
El
Obispo es el gran sacerdote de su grey, por tanto es quien preside la
celebración de la Misa Crismal, consagra el crisma y bendice los oleos con lo
que expresa la plenitud sacerdotal y su unión con los presbíteros de la
diócesis. En este día los sacerdotes renuevan
su promesa sacerdotal.
Concepto
como la grey y reducir la Iglesia a la celebración crismal del Obispo con sus
sacerdotes, son herencias de una visión eclesial preconciliar que hacía fieles
pasivos objetos de una acción sacramental, pero que animada por el Vaticano II,
la grey se actualiza por el Pueblo de Dios, un pueblo sujeto activo que ha desarrollado
su potencialidad y capacidad de ser sujeto de la misión del Señor y agentes
activos de la nueva evangelización. La grey es el Pueblo de Dios, pueblo
sacerdotal por su servicio y entrega. “El sacerdocio común de los fieles y el
sacerdocio ministerial… ambos participan del único sacerdocio de Cristo”
(L.G.10), por lo que somos una comunidad sacerdotal, con diferencias en el
ministerio. Más aún, el sacerdocio ministerial es de la comunidad y para la
comunidad, no existe para sí mismo, ¿Qué sería del sacerdote sin la comunidad? Esta
conciencia de consagrados por el bautismo, cuando fuimos ungidos para ser “como
Cristo sacerdote, profeta y rey”, ha impulsado
una gran cantidad de laicos/as servidores desde un ministerio específico al
servicio de la comunidad local, zonal, parroquial y diocesana. Este proceso es
lo que ha constituido una comunidad ministerial, con ministerios ordenados, no
ordenados, reconocidos, con carismas y servicios en función de la comunidad.
Esta
comunidad ministerial celebra, festeja y renueva con su Obispo y los
presbíteros la decisión de seguirle al Señor. Es el Obispo quien la preside. Él
es el símbolo de la unidad del Pueblo de Dios. Es el ministerio de la
presidencia de la comunidad diocesana. El Pueblo de Dios se constituye en
comunidad ministerial que celebra con
sus símbolos, signos y gestos su carácter sacramental.
Si
nos remitimos a las raíces de nuestra Iglesia y bebemos directamente de las
fuentes, recordamos que la Iglesia estaba organizada en comunidades. La
Iglesia Comunidad era rica en su
diversidad de procesos comunitarios para su funcionamiento unidos en la fe en
el Señor con la animación de Pedro. Así
se suscitaban diversos carismas y ministerios al servicio de la comunidad,
según las necesidades y todos bebiendo de un mismo espíritu. Y más allá todavía, la comunidad de Jesús
recibió el mandato “entre ustedes no
habrá jefes sino servidores”. Este marco evangélico y bíblico de la
primitiva Iglesia, recuperada por la
eclesiología del Pueblo de Dios del Vaticano II, inspira nuestra práctica
eclesial comunitaria ministerial de varias décadas.
En
lo referente a la celebración del día 28 de marzo, esta se desarrolló con mucha
normalidad, animada, como es costumbre, por la Escuela Diocesana de
Ministerios. La comunión y participación son los ejes que sostienen el espíritu de la
celebración, manifestado en la participación de las diversas pastorales en los
diferentes momentos de la celebración. Un momento importante fue la renovación de las promesas, como es
tradición en nuestra Iglesia de Sucumbíos lo hicieron todos/as: los/as
niños/as, jóvenes vocacionados/as, seminaristas de los diversos ministerios,
religiosos/as, laicos/as misioneros, diáconos, sacerdotes y el Obispo. De esta
manera se expresa la ministerialidad de la
comunidad, los sacerdotes como ministerio importante, pero no el único y
exclusivo, sino como hombres de comunidad para presidirla y animarla a la
comunión. Como decían unos compañeros campesinos “es como en nuestras fincas producimos diversos cultivos actualmente y ha mejorado nuestra economía, y no
solamente como era antes que nos
dedicábamos sólo al monocultivo del café, hasta que nos llegó la crisis por
producir un solo cultivo”.
En
mensaje de la homilía de Mons. Mietto resaltó el ministerio sacerdotal, invitó
a la unidad y la reconciliación tan necesaria en nuestra Iglesia. Un punto
relevante de Mons. Mietto fue que dio a conocer que sobre el Caso Putumayo se
realizará una rueda de prensa el próximo 15 de abril. Esto es muy importante,
en el espíritu del Misterio Pascual que celebramos los días pasados, luego de
la agresiva campaña de difamación y calumnias de este tiempo de conflicto,
intensificada en los días santos por un sector fanático fundamentalista, el anuncio de Mons. Mietto esperamos que repare
en algo la desacreditada dignidad de la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos, Mons. Gonzalo López, los/as
misioneros/as y ministerios
directamente acusados. Suponemos que
quienes han acusado tienen argumentos muy veraces por lo que estarán presentes
para ser responsables de sus denuncias públicas.
Unas
notas que desentonaron en la celebración fue la ausencia de los dirigentes de
la Renovación Carismática, así como la mínima presencia de un movimiento
llamado del Rosario diario, llama mucho la atención que con tanto protagonismo y protección que han tenido este
tiempo para desmovilizar a nuestra Iglesia no hayan estado para renovar las promesas
en la Iglesia de la que dicen ser tan obedientes. Este desentono fue más
sentido cuando un grupo de señoras identificadas de estos movimientos arremetieron
abruptamente y se abalanzaron a dañar el rito del compartir de las
ofrendas. Es muy grave que las autoridades presentes hicieron caso omiso de lo
ocurrido. Muchas preguntas quedaron abiertas ante esta dolorosa situación.
Estos
pequeños incidentes registrados en la celebración crismal de carácter diocesano
con su ambiente de fiesta de ministerios de la Iglesia de Sucumbíos, no son
casuales sino expresión de la grave situación de agresión sistemática que
mantiene cierto sector eclesial, por lo que reviste de un profundo significado
en nuestra vida eclesial. Son una clara manifestación de una posición fanática
y fundamentalista con mucho peligro para la vida eclesial y social como lo
hemos advertido enésimas veces.
Por
eso, en los cerca de 3 años de esta agresión, queda claro, por una parte un
modelo de Iglesia Comunidad Ministerial por tanto participativa y alegre,
responsablemente en comunión universal, con capacidad inclusiva de recrear la
liturgia de acuerdo a sus condiciones propias por su tradición. Por otra parte,
la decisión implementada por el Card. Iván Díaz Ex Prefecto de la Congregación
Propaganda Fide del pontificado del Papa Benedicto XVI, que dice que “el
nuevo Administrador Apostólico tendrá que organizar el Vicariato e implantar de
manera diferente todo el trabajo pastoral”, presenta el modelo eclesial
de tipo clericalista, porque intentaron seguir rompiendo la comunidad cuando quisieron
dividirnos la celebración para que los ministerios laicales realicen el martes
santo y solo los padrecitos el Jueves Santo, teniendo presente que en cuanto al
cambio del día era relativo. Igualmente se presenta machista donde nosotras las
mujeres quedamos perpetuadas a la exclusión. Se manifiesta violenta e
intolerante por las actitudes mantenidas a lo largo del conflicto y
significadas en la Misa Crismal, además de
fanática y fundamentalista por los
gestos y actitudes nada fraternos que debe caracterizar a la comunidad
cristiana.
Francisco, nuestro hermano mayor en la fe, que nos está llenando de palabras y
gestos muy humanos y cristianos, como lavar los pies a dos mujeres y animar en la Misa Crismal que los
sacerdotes “no sólo sea gestores, sino que vayan a los lugares que hay
sufrimiento”, confiamos que nuestro hermano mayor en la fe, visite nuestra
Iglesia. Francisco renueva la Iglesia.