viernes, 5 de abril de 2013

CELEBRACION CRISMAL Y FIESTA DE MINISTERIOS



Como es tradición en nuestra Iglesia de San Miguel de Sucumbíos el pasado  28 de marzo,  Jueves Santo, celebramos la Misa Crismal - Fiesta de los carismas, ministerios y servicios. La característica alegría de esta fiesta diocesana del  encuentro de los/as servidores del Señor en Sucumbíos, poco a poco va creciendo si tomamos en cuenta desde el inicio de la crisis de nuestra Iglesia. El encuentro de los diversos ministerios laicales, los ministros ordenados incardinados y colaboradores, las religiosas y religiosos, las pastorales y los movimientos apostólicos, mujeres y varones, niños/as, jóvenes y adultos,  junto a nuestro Obispo, le dio ese toque pluralista de unidad en la diversidad, cultivado por largos años en nuestro camino de Iglesia. Y todos, en causa común animando el crecimiento de la Iglesia Local.

En el contexto general de la Iglesia, esta experiencia  novedosa de nuestra Iglesia  local, es una tradición cultivada desde hace muchos años atrás, iluminada por las orientaciones renovadoras del Concilio Vaticano II, fundamentalmente en sus documentos de Lumen gentiun y Sacrosantum concilium, que expresa el estilo de ser de una Iglesia Comunidad Ministerial desde una eclesiología Pueblo de Dios y que celebra su fe como “Pueblo de Dios” en una liturgia renovada.

El Obispo es el gran sacerdote de su grey, por tanto es quien preside la celebración de la Misa Crismal, consagra el crisma y bendice los oleos con lo que expresa la plenitud sacerdotal y su unión con los presbíteros de la diócesis.  En este día los sacerdotes renuevan su promesa sacerdotal.

Concepto como la grey y reducir la Iglesia a la celebración crismal del Obispo con sus sacerdotes, son herencias de una visión eclesial preconciliar que hacía fieles pasivos objetos de una acción sacramental, pero que animada por el Vaticano II, la grey se actualiza por el Pueblo de Dios, un pueblo sujeto activo que ha desarrollado su potencialidad y capacidad de ser sujeto de la misión del Señor y agentes activos de la nueva evangelización. La grey es el Pueblo de Dios, pueblo sacerdotal por su servicio y entrega. “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial… ambos participan del único sacerdocio de Cristo” (L.G.10), por lo que somos una comunidad sacerdotal, con diferencias en el ministerio. Más aún, el sacerdocio ministerial es de la comunidad y para la comunidad, no existe para sí mismo, ¿Qué sería del sacerdote sin la comunidad? Esta conciencia de consagrados por el bautismo, cuando fuimos ungidos para ser “como Cristo  sacerdote, profeta y rey”, ha impulsado una gran cantidad de laicos/as servidores desde un ministerio específico al servicio de la comunidad local, zonal, parroquial y diocesana. Este proceso es lo que ha constituido una comunidad ministerial, con ministerios ordenados, no ordenados, reconocidos, con carismas y servicios en función de la comunidad. 

Esta comunidad ministerial celebra, festeja y renueva con su Obispo y los presbíteros la decisión de seguirle al Señor. Es el Obispo quien la preside. Él es el símbolo de la unidad del Pueblo de Dios. Es el ministerio de la presidencia de la comunidad diocesana. El Pueblo de Dios se constituye en comunidad ministerial  que celebra con sus símbolos, signos y gestos su carácter sacramental.

Si nos remitimos a las raíces de nuestra Iglesia y bebemos directamente de las fuentes, recordamos que la Iglesia estaba organizada en comunidades. La Iglesia  Comunidad era rica en su diversidad de procesos comunitarios para su funcionamiento unidos en la fe en el Señor  con la animación de Pedro. Así se suscitaban diversos carismas y ministerios al servicio de la comunidad, según las necesidades y todos bebiendo de un mismo espíritu.  Y más allá todavía, la comunidad de Jesús recibió el mandato “entre ustedes no habrá jefes sino servidores”. Este marco evangélico y bíblico de la primitiva Iglesia,  recuperada por la eclesiología del Pueblo de Dios del Vaticano II, inspira nuestra práctica eclesial comunitaria ministerial de varias décadas.


En lo referente a la celebración del día 28 de marzo, esta se desarrolló con mucha normalidad, animada, como es costumbre, por la Escuela Diocesana de Ministerios. La comunión y participación  son los ejes que sostienen el espíritu de la celebración, manifestado en la participación de las diversas pastorales en los diferentes momentos de la celebración. Un momento importante fue  la renovación de las promesas, como es tradición en nuestra Iglesia de Sucumbíos lo hicieron todos/as: los/as niños/as, jóvenes vocacionados/as, seminaristas de los diversos ministerios, religiosos/as, laicos/as misioneros, diáconos, sacerdotes y el Obispo. De esta manera se expresa la ministerialidad  de la comunidad, los sacerdotes como ministerio importante, pero no el único y exclusivo, sino como hombres de comunidad para presidirla y animarla a la comunión. Como decían unos compañeros campesinos “es como en nuestras fincas producimos diversos cultivos actualmente  y ha mejorado nuestra economía, y no solamente como era antes que  nos dedicábamos sólo al monocultivo del café, hasta que nos llegó la crisis por producir un solo cultivo”.


En mensaje de la homilía de Mons. Mietto resaltó el ministerio sacerdotal, invitó a la unidad y la reconciliación tan necesaria en nuestra Iglesia. Un punto relevante de Mons. Mietto fue que dio a conocer que sobre el Caso Putumayo se realizará una rueda de prensa el próximo 15 de abril. Esto es muy importante, en el espíritu del Misterio Pascual que celebramos los días pasados, luego de la agresiva campaña de difamación y calumnias de este tiempo de conflicto, intensificada en los días santos por un sector fanático fundamentalista,  el anuncio de Mons. Mietto esperamos que repare en algo la desacreditada dignidad de la Iglesia de San Miguel  de Sucumbíos, Mons. Gonzalo López, los/as misioneros/as  y ministerios directamente  acusados. Suponemos que quienes han acusado tienen argumentos muy veraces por lo que estarán presentes para ser responsables de sus denuncias públicas.



Unas notas que desentonaron en la celebración fue la ausencia de los dirigentes de la Renovación Carismática, así como la mínima presencia de un movimiento llamado del Rosario diario, llama mucho la atención que con tanto  protagonismo y protección que han tenido este tiempo para desmovilizar a nuestra Iglesia no hayan estado para renovar las promesas en la Iglesia de la que dicen ser tan obedientes. Este desentono fue más sentido cuando un grupo de señoras identificadas de estos movimientos  arremetieron  abruptamente y se abalanzaron a dañar el rito del compartir de las ofrendas. Es muy grave que las autoridades presentes hicieron caso omiso de lo ocurrido. Muchas preguntas quedaron abiertas ante esta dolorosa situación.


Estos pequeños incidentes registrados en la celebración crismal de carácter diocesano con su ambiente de fiesta de ministerios de la Iglesia de Sucumbíos, no son casuales sino expresión de la grave situación de agresión sistemática que mantiene cierto sector eclesial, por lo que reviste de un profundo significado en nuestra vida eclesial. Son una clara manifestación de una posición fanática y fundamentalista con mucho peligro para la vida eclesial y social como lo hemos advertido enésimas veces.


Por eso, en los cerca de 3 años de esta agresión, queda claro, por una parte un modelo de Iglesia Comunidad Ministerial por tanto participativa y alegre, responsablemente en comunión universal, con capacidad inclusiva de recrear la liturgia de acuerdo a sus condiciones propias por su tradición. Por otra parte, la decisión implementada por el Card. Iván Díaz Ex Prefecto de la Congregación Propaganda Fide del pontificado del Papa Benedicto XVI, que dice que “el nuevo Administrador Apostólico tendrá que organizar el Vicariato e implantar de manera diferente todo el trabajo pastoral”, presenta el modelo eclesial de tipo clericalista, porque intentaron seguir rompiendo la comunidad cuando quisieron dividirnos la celebración para que los ministerios laicales realicen el martes santo y solo los padrecitos el Jueves Santo, teniendo presente que en cuanto al cambio del día era relativo. Igualmente se presenta machista donde nosotras las mujeres quedamos perpetuadas a la exclusión. Se manifiesta violenta e intolerante por las actitudes mantenidas a lo largo del conflicto y significadas en la Misa Crismal, además  de fanática  y fundamentalista por los gestos y actitudes nada fraternos que debe caracterizar a la comunidad cristiana.


Francisco, nuestro hermano mayor en la fe, que nos está llenando de palabras y gestos muy humanos y cristianos, como lavar los pies a dos mujeres  y animar en la Misa Crismal que los sacerdotes “no sólo sea gestores, sino que vayan a los lugares que hay sufrimiento”, confiamos que nuestro hermano mayor en la fe, visite nuestra Iglesia. Francisco renueva la Iglesia.