En este tiempo de shock, provocado por
tan transcendente decisión, es
una constante en el ámbito litúrgico que el nuevo carácter y estilo de esta
IMPLANTACION, ha atropellado la experiencia litúrgica de nuestro caminar de
Iglesia de San Miguel de Sucumbíos. Teniendo presente que nuestra Iglesia por
su carácter sacramental es rica en la expresión de sus signos y símbolos, como
nos presenta la Sacrosantum Concilium, de ahí la importancia, de los hechos
simbólicos ocurridos puntualmente en la significativa celebración diocesana,
que tienen en el imaginario del mundo cristiano porque hablan sin necesidad de
las palabras, más todavía si consiguiéramos presentar todo lo que viene
sucediendo este tiempo. Por eso, esta radical implantación tiene sus símbolos,
signos, ritos, etc. Y, es importante
conocerlos, no sin antes tener presente
las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia.
La liturgia y la espiritualidad son
elementos importantes de la vida cristiana y eclesial. Dentro del marco del
proceso de renovación iniciado por el Vaticano II la liturgia y la
espiritualidad eran aspectos de gran preocupación, lo que condujo a que la
Sacrosantum Concilium fuera el primer documento en ser aprobado, y por eso
desde su primer numeral insiste en la urgencia de “acrecentar.., adaptar…, promover… y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia.
Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al
fomento de la liturgia” SC. 1. También nos dice “la liturgia, por cuyo medio “se ejerce la obra de nuestra redención”,
sobre todo en el divino sacrificio de la Eucaristía, contribuye en sumo grado a
que los fieles expresen en su vida y manifiesten a los demás el misterio de
Cristo y la naturaleza auténtica de la verdadera Iglesia” SC. 2.
Varios numerales de esta Constitución
nos invitan a renovar la liturgia, valorando especialmente la participación,
insiste en la formación y el papel de los pastores en impulsar esta renovación.
Aquí algunos numerales.
El num. 21 insiste en la renovación litúrgica, teniendo en cuenta que hay cosas que son inmutables
por su institución divina y otras mutables, “que en el decurso del tiempo
pueden y aún deben variar”, que será desde luego con un fraterno
sentido de discernimiento eclesial.
“Para
que en la sagrada Liturgia el pueblo cristiano obtenga con mayor seguridad
gracias abundantes, la santa madre Iglesia desea proveer con solicitud a una
reforma general de la misma Liturgia. Porque la Liturgia consta de una parte
que es inmutable por ser la institución divina, y de otras partes sujetas a
cambio, que en el decurso del tiempo pueden y aún deben variar, si es que en
ellas se han introducido elementos que no responden bien a la naturaleza íntima
de la misma Liturgia o han llegado a ser menos apropiados.
En esta
reforma, los textos y los ritos se han de ordenar de manera que expresen con
mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo
cristiano pueda comprenderlas fácilmente y participar en ellas por medio de una
celebración plena, activa y comunitaria”.
Para este espíritu de renovación
eclesial era necesario la formación y
educación litúrgica para la participación activa del Pueblo de Dios, y así
superar el pasivo papel de espectadores, esto lo manifiesta los numerales 14,
19 y 48:
“La santa madre Iglesia desea ardientemente
que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y
activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia
misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo
cristiano, "linaje escogido sacerdocio real, nación santa, pueblo
adquirido" (1 Pe., 2,9;
cf. 2,4-5). Al reformar y fomentar la sagrada Liturgia hay que tener muy en
cuenta esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente
primaria y necesaria de donde han de beber los fieles el espíritu
verdaderamente cristiano, y por lo mismo, los pastores de almas deben aspirar a
ella con diligencia en toda su actuación pastoral, por medio de una educación
adecuada”. Y como no se puede esperar que esto ocurra, si antes los mismos
pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la
Liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea
antes que nada a la educación litúrgica del clero”.
“Los
pastores de almas fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica y
la participación activa de los fieles, interna y externa, conforme a su edad,
condición, género de vida y grado de cultura religiosa, cumpliendo así una de
las funciones principales del fiel dispensador de los misterios de Dios y, en
este punto, guíen a su rebaño no sólo de palabra, sino también con el ejemplo”.
SC. 19.
“Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado,
procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y
mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y
oraciones, participen conscientes, piadosa y activamente en la acción sagrada,
sean instruidos con la palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo
del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la
hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se
perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí,
para que, finalmente, Dios sea todo en todos”. SC 48.
Es importante resaltar la liturgia como
cumbre y fuente de la vida de la Iglesia, esto nos dice el numeral 10:
“No obstante, la
Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo
tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se
ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se
reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y
coman la cena del Señor… …Por tanto, de la Liturgia, sobre todo de la
Eucaristía, mana hacia nosotros la gracia como de su fuente y se obtiene con la
máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella
glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a
su fin”. SC. 10.
Pero a pesar de tanta importancia de la
liturgia, el numeral 9 nos dice que:
“La sagrada
Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia, pues para que los hombres
puedan llegar a la Liturgia es necesario que antes sean llamados a la fe y a la
conversión”.
La liturgia nos ayuda a crear la disposición
personal para que se desarrolle este ambiente propicio que nos permite el
encuentro con el Señor, esto nos dice el numeral 11:
“Mas, para asegurar
esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada
Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su
voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano. Por esta
razón, los pastores de almas deben vigilar para que en la acción litúrgica no
sólo se observen las leyes relativas a la celebración válida y lícita, sino
también para que los fieles participen en ella consciente, activa y
fructuosamente”.
Otro aspecto que tiene importante relieve por los
hechos que se vienen dando en nuestra Iglesia Local, aludimos al papel del
Obispo y la Catedral, en este ámbito litúrgico. A esto nos refiere el numeral
41:
El Obispo
debe ser considerado como el gran sacerdote de su grey, de quien deriva y
depende, en cierto modo, la vida en Cristo de sus fieles.
“Por eso, conviene
que todos tengan en gran aprecio la vida litúrgica de la diócesis en torno al
Obispo, sobre todo en la Iglesia catedral; persuadidos de que la principal
manifestación de la Iglesia se realiza en la participación plena y activa de
todo el pueblo santo de Dios en las mismas celebraciones litúrgicas,
particularmente en la misma Eucaristía, en una misma oración, junto al único
altar donde preside el Obispo, rodeado de su presbiterio y ministros”.
Finalmente, un aspecto que va a tener
profunda importancia en la situación que vivimos y que aparece difusamente
es la relación de la liturgia con la espiritualidad. Este elemento
consideramos la clave del tema en cuestión. Esto queda recogido en el numeral
12:
“Con todo, la
participación en la sagrada Liturgia no abarca toda la vida espiritual. En
efecto, el cristiano, llamado a orar en común, debe, no obstante, entrar
también en su cuarto para orar al Padre en secreto; más aún, debe orar sin
tregua, según enseña el Apóstol. Y el mismo Apóstol nos exhorta a llevar
siempre la mortificación de Jesús en nuestro cuerpo, para que también su vida
se manifieste en nuestra carne mortal. Por esta causa pedimos al Señor en el
sacrificio de la Misa que, "recibida la ofrenda de la víctima
espiritual", haga de nosotros mismos una "ofrenda eterna" para
Sí”.
Hasta
aquí la enseñanza de nuestra madre Iglesia.