De
todas las recomendaciones que viene haciendo el Espíritu de Jesús a la
comunidad cristiana, ésta de la Ascensión,
de no quedarse de pie mirando al cielo tuvo que ser muy significativa en
los principios del cristianismo. Parece
que quienes le seguían junto a la tentación del miedo y de la falta de ánimo,
corrían el riesgo de caer en la
tentación de la parálisis.
Parálisis
que se manifestaba en una contemplación de Jesús Resucitado sin consecuencias.
Percibir a Jesús como alguien que se va del mundo, en lugar de escuchar y
guardar su Palabra que insistentemente dice: tengan ánimo, yo he vencido al
mundo, estoy con ustedes hasta el final… y por lo tanto, estoy dando vida a
esta humanidad.
Parece
que el dejarse atrapar por la parálisis implica que no se cree de verdad en el
Resucitado. Y que es muy importante para una vida cristiana saludable, evaluar
cómo miramos a Jesús, qué esperamos en realidad de él, cómo le vemos hoy en el
mundo…
Estar
de pie entonces para quien sigue a Jesús es una postura de dignidad. Jesús fue
dueño de sí mientras anduvo por la tierra. Jesús se mantuvo de pie ante el
tribunal que le condenó, Jesús puso en pie a mujeres y varones y les devolvió
la posibilidad de vivir plenamente su humanidad. Pero nunca se quedó de pie por
falta de esperanza y de pasión por el Reino.
Por
lo tanto, si nuestro estar de pie no está ayudando a rescatar nuestra propia
dignidad y la de las otras personas, y si evidenciamos parálisis dejándonos
llevar por el miedo a construir el Reino, no somos de Jesús.
Hoy,
el Maestro vuelve a espabilarnos y a decirnos: vivan la Buena Noticia en el
mundo y ayuden a que mi Espíritu brote en total novedad y se evidencie en las
personas, instituciones, organizaciones y en toda la vida como una fuerza
transformadora.
Sólo queda que nos pongamos a la escucha y creamos de
verdad en su Palabra. En estos tiempos amenazantes, donde escuchamos muchas
voces, el Maestro nos llama poderosamente desde dentro de nosotros mismos a
escuchar lo que quiere decirnos y a caminar alegres con Él.