martes, 20 de marzo de 2012

MIRAR AL CRUCIFICADO


“ Recuerden la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto:
así también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre,
y entonces todo el que crea en él tendrá por él vida eterna. (Jn 3, 14-15)
Jesús está hablando con su amigo Nicodemo, que le admiraba tanto, pero a quien el miedo le hacía ir a visitar a Jesús en la noche (Cfr. Jn 3,1). En la conversación Jesús está hablando de su muerte en la cruz y comparando con algo que conocía bien el fariseo Nicodemo por la narración del libro de los Números donde se nos cuenta que el pueblo de Israel fue castigado con una plaga de serpientes. Yavé pide hacer una de bronce para que cuando a alguien le pique una serpiente mirase a la serpiente de bronce que estaba alzada en alto y se sanaba (Ver 21, 4-9).

Cuando San Juan escribe este texto ya había visto a Jesús alzado en la cruz y había experimentado el poder sanador y santificador de su muerte en cruz. Está hablando del propio Jesús torturado, maltratado y desfigurado. Quien lo mire se salvará.

Normalmente esperamos la salvación de alguien que es más fuerte que los demás. Así nos lo muestran las películas de los superhéroes en toda ocasión. Así pensamos y así nos han enseñado a pensar.

Sin embargo, el Padre Dios tiene otra forma de actuar: utiliza la debilidad, la pequeñez, la fragilidad como el lugar donde aparece su fortaleza. Cuando el pueblo de Israel estuvo en su peor momento, en el Destierro de Babilonia, apareció en los más pobres y sencillos que se unían en pequeñas comunidades para alentar la esperanza de la obra de Dios. A estas pequeñas comunidades les acompañaban los discípulos del profeta Isaías que habían sido llevados al cautiverio con gran parte del pueblo.

Cuando leemos el profeta Isaías en la Biblia encontramos una parte muy hermosa (entre los capítulos 40 al 55) en la que se nos habla de este pueblo aplastado como el Siervo de Yavé sufriente. la tradición cristiana aplicó lo que Isaías escribió para su pueblo a Jesús en la cruz y leemos esos textos principalmente en el día de Viernes Santo. Jesús en la cruz agonizante es la prueba del amor de Dios por todos/as nosotros/as. Quien mira un crucifijo debe lograr percibir este amor de Dios en la imagen de Jesús maltratado hasta el extremo.

Igualmente hoy encontramos muchos rostros sufrientes de Jesús, tal como nos lo recordaba el Documento de Puebla: “La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela” (Puebla, Conclusiones 31)
 
Cuando las comunidades cristianas saben acoger y preocuparse por los más débiles y necesitados en el recinto o en el barrio donde se encuentran es porque están descubriendo el rostro dolorido de Jesús en ellas/os. Cuando los más pobres y desprotegidos están puestos en la mirada de su corazón y son los más tenidos en cuenta es porque han descubierto a Jesús en ellos/as. Cuando la comunidad no sólo atiende a los pobres de su recinto o de su barrio sino que los convierte en el criterio para aprender el camino del Reino es porque ha mirado el rostro de Jesús en ellos/as.

Jesús, con el rostro destruido todavía quedó con los brazos abiertos para acoger a los más pobres y necesitados, para abrazar su pobreza, miseria y necesidad. Las comunidades que son fieles de verdad a Jesús mantendrán la misma actitud misericordiosa para que en el medio del dolor también ellas sean signo del amor de Dios por todos/as, de manera muy especial de los/as más pobres, necesitados/as y vulnerables.

El evangelio invita a las Comunidades y a sus miembros a mirar mucho a Jesús en la cruz y descubrir en su rostro dolorido el amor infinito del Padre Dios por todos/as nosotros/as. Las que dan este paso irán echando raíces en el Evangelio, se fortalecerán en Jesús al que contemplarán michas veces en el crucifijo y en sus hermanas y hermanos más necesitados.