(Este es un rinconcito en internet donde encontrarnos todos
aquellos que tenemos un pedacito de nuestros corazones habitando en el hogar
Santa Cruz)
LOS 80: UNA NUEVA
VOZ
Con el retorno a la
democracia (1979) llegó la esperanza de mejores días para los ecuatorianos y un
estado de paz roto al poco tiempo por “medidas económicas”. En esa ocasión, la
bandera de los reclamos la llevaron las poderosas centrales sindicales.
En silencio, la
Iglesia de los Pobres seguía trabajando y no llamó la atención el cambio de
obispo en Cuenca. Llegado de la iglesia más elitista de Quito, a la ciudad más
conservadora del país, Alberto Luna Tobar, de la Orden de los Carmelitas, era
visto como un conservador más.
No fue así. Nacido
el 15 de diciembre de 1923 en el seno de una familia de abolengo de Quito,
siempre estuvo en contacto con la realidad porque con su padre, “cristiano,
valiente, luchador, muchas veces preso y desterrado por sus afanes políticos,
visitaba a los pobres” (Revista Spiritus).
En 1981 fue
designado Obispo de Cuenca, provincia del Azuay, que a diferencia de
Chimborazo, tiene una mayoría mestiza. “De los 500 mil habitantes azuayos, 62
mil son indígenas y 240 mil mestizos que viven en el campo. Ellos combinan la
agricultura con la artesanía”.
El primer impacto
fue su franqueza y falta de miedo. Durante la campaña electoral presagió el
riesgo de elegir a un gobernante de extrema derecha y se convirtió en el
enemigo más visible y poderoso del candidato triunfador Febres Cordero.
El compromiso se
mantiene
Cuando por el
respeto a los derechos humanos la pugna con el gobierno social cristiano se
encontraba en el punto más alto, llegó el Papa Juan Pablo II (enero 1985) y no
visitó Riobamba, la cuna del movimiento de liberación indígena. Su único
encuentro con 250.000 indios ecuatorianos fue en Latacunga, en donde Proaño
celebró una misa “en quichua al son de pingullos, guitarras y tambores”.
Durante la liturgia dijo una frase que resumió el resultado de su trabajo y
pronosticó el futuro: “Los indios han recuperado su palabra. Ahora los
indígenas se están organizando con la ayuda de la iglesia y otros sectores,
buscando una sociedad nueva que les permita implantar una política propia con
liberación económica” (diario El Comercio). Fue su despedida porque ese mes y
año cumplía 75 años y se retiraba.
Proaño escogió a
Víctor Corral para que le sustituyera, pero por presión de los conservadores
que no querían para Riobamba un obispo de la misma línea del saliente, pasó
algún tiempo como Administrador Apostólico antes de asumir esa dignidad. Cuando
se dio el levantamiento indígena de 1990 el obispo Corral dijo: “Monseñor
Leonidas Proaño hizo un trabajo de 30 años para hacerles ver a los indígenas
que tienen dignidad y valores, y a mí me ha tocado continuar y responderé desde
mi posición de fe y evangelización a las nuevas coyunturas que la historia
presente”.
Una vez que se hubo
retirado, monseñor Proaño fue designado por la Conferencia Episcopal
Ecuatoriana presidente del Departamento Pastoral Indígena del Ecuador y creó el
Centro de Formación de Misioneras Indígenas de Pucahuayco, en Imbabura. En 1986
fue candidato al Premio Nobel de la Paz. Murió de cáncer el 31 de agosto de
1988.
Monseñor Luna dijo
entonces: “Él era un maestro, sin otra cátedra que la de su propia vida,
abierta a toda luz”. Señalado como su sucesor, se confesó “un fiel seguidor de
monseñor Proaño”, pero, “me duele mucho que me pongan en el nivel de él. Él fue
un hombre excepcional, un profeta. No hay punto de comparación”.
Dios pagarachu
Taita Proaño!
Acompaña a nuestra
Iglesia en el Camino hacia el Reino!!!