domingo, 2 de septiembre de 2012

CAMINO DE SANTA CRUZ (3)



(Este es un rinconcito en internet donde encontrarnos todos aquellos que tenemos un pedacito de nuestros corazones habitando en el hogar Santa Cruz)

LOS 80: UNA NUEVA VOZ
Con el retorno a la democracia (1979) llegó la esperanza de mejores días para los ecuatorianos y un estado de paz roto al poco tiempo por “medidas económicas”. En esa ocasión, la bandera de los reclamos la llevaron las poderosas centrales sindicales.
En silencio, la Iglesia de los Pobres seguía trabajando y no llamó la atención el cambio de obispo en Cuenca. Llegado de la iglesia más elitista de Quito, a la ciudad más conservadora del país, Alberto Luna Tobar, de la Orden de los Carmelitas, era visto como un conservador más.

No fue así. Nacido el 15 de diciembre de 1923 en el seno de una familia de abolengo de Quito, siempre estuvo en contacto con la realidad porque con su padre, “cristiano, valiente, luchador, muchas veces preso y desterrado por sus afanes políticos, visitaba a los pobres” (Revista Spiritus).

En 1981 fue designado Obispo de Cuenca, provincia del Azuay, que a diferencia de Chimborazo, tiene una mayoría mestiza. “De los 500 mil habitantes azuayos, 62 mil son indígenas y 240 mil mestizos que viven en el campo. Ellos combinan la agricultura con la artesanía”.

El primer impacto fue su franqueza y falta de miedo. Durante la campaña electoral presagió el riesgo de elegir a un gobernante de extrema derecha y se convirtió en el enemigo más visible y poderoso del candidato triunfador Febres Cordero.

El compromiso se mantiene
Cuando por el respeto a los derechos humanos la pugna con el gobierno social cristiano se encontraba en el punto más alto, llegó el Papa Juan Pablo II (enero 1985) y no visitó Riobamba, la cuna del movimiento de liberación indígena. Su único encuentro con 250.000 indios ecuatorianos fue en Latacunga, en donde Proaño celebró una misa “en quichua al son de pingullos, guitarras y tambores”. Durante la liturgia dijo una frase que resumió el resultado de su trabajo y pronosticó el futuro: “Los indios han recuperado su palabra. Ahora los indígenas se están organizando con la ayuda de la iglesia y otros sectores, buscando una sociedad nueva que les permita implantar una política propia con liberación económica” (diario El Comercio). Fue su despedida porque ese mes y año cumplía 75 años y se retiraba.

Proaño escogió a Víctor Corral para que le sustituyera, pero por presión de los conservadores que no querían para Riobamba un obispo de la misma línea del saliente, pasó algún tiempo como Administrador Apostólico antes de asumir esa dignidad. Cuando se dio el levantamiento indígena de 1990 el obispo Corral dijo: “Monseñor Leonidas Proaño hizo un trabajo de 30 años para hacerles ver a los indígenas que tienen dignidad y valores, y a mí me ha tocado continuar y responderé desde mi posición de fe y evangelización a las nuevas coyunturas que la historia presente”.

Una vez que se hubo retirado, monseñor Proaño fue designado por la Conferencia Episcopal Ecuatoriana presidente del Departamento Pastoral Indígena del Ecuador y creó el Centro de Formación de Misioneras Indígenas de Pucahuayco, en Imbabura. En 1986 fue candidato al Premio Nobel de la Paz. Murió de cáncer el 31 de agosto de 1988.

Monseñor Luna dijo entonces: “Él era un maestro, sin otra cátedra que la de su propia vida, abierta a toda luz”. Señalado como su sucesor, se confesó “un fiel seguidor de monseñor Proaño”, pero, “me duele mucho que me pongan en el nivel de él. Él fue un hombre excepcional, un profeta. No hay punto de comparación”.

Dios pagarachu Taita Proaño!
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