Las primeras
comunidades cristianas cayeron en la cuenta. A través de todas las
contradicciones, experimentaron que la muerte de aquel Justo Jesús estaba
dentro del misterio de Dios y descubrieron en Jesús al Siervo de Yavé.
Recordaron la vida de aquel otro Siervo que aparece en el libro de Isaías, un
anónimo personaje que en medio de la desolación, el caos y la destrucción del
pueblo, ofrece su vida como alternativa al sistema de injusticia, violencia y
opresión. Ese Siervo fue un retoño, tenía corazón de discípulo, capaz de
aprender y de escuchar. Ese Siervo tenía una boca afilada, pero tuvo que pasar
por la experiencia del fracaso y la conciencia del abandono de Dios.
Mirar a Jesús y
descubrir el cumplimiento de la Escritura desde el modo en el que vivió y
murió, fue una tarea continua en el seno de aquellas comunidades que empezaron
a vivir como Él la persecución por la causa del Reino de Dios. Esa mirada y ese
ejercicio teológico no sólo les
posibilitó una comprensión de Jesús sino también el modo de vida que debían
seguir.
Jesús enfrentó dentro
de la misma comunidad de discípulos la tentación y la contradicción. Es fácil
querer escaparse de la realidad: cuando se actúa el bien, el mal se organiza. Y
lo hace muchas veces bajo presupuestos engañosos de bien. Jesús estaba
acostumbrado a luchar consigo mismo y no se engañaba a sí mismo. No estaba
dispuesto a entrar por la dinámica de Pedro, una dinámica que lo apartaba de
aquello que había descubierto en el contacto con los pobres y desvalidos y que
le había enseñado el auténtico rostro de Dios.
Esa tentación es
permanente en quienes queremos seguir sus huellas. Y junto a la tentación,
también la llamada a hacer el mismo camino, a desarrollar las mismas
estrategias y a enfrentarnos al mal con su mismo espíritu. En esto consiste
vivir, en esto consiste seguirle.
Por eso esta Palabra es:
- Consuelo para quienes sufren la persecución por causa del Reino de Dios.
- Ánimo para quienes quieren seguir Jesús.
- Advertencia para quienes se dejan llevar por la tentación del poder o quieren evitar las consecuencias del seguimiento.
Celebremos esta Palabra
en cada pequeña comunidad y preguntémonos: ¿Somos conscientes de quién es este
Jesús al que seguimos? ¿Estamos dispuestos y dispuestas a asumir su mismo
destino? Que esta parte del pueblo de Dios que camina en Sucumbíos pueda
recuperar con su testimonio de vida la memoria eclesial de los orígenes.