Hace unos días moría en Italia el Card. Carlo María
Martini, uno de los grandes teólogos del Concilio Vaticano II y un gran pastor
como Arzobispo de Milán. Era un fuerte candidato para ser elegido Papa, y tuvo
una alta votación en la primera ronda, pero renunció a dicha candidatura por
considerarse ya mayor. Posteriormente sería elegido el Cardenal Ratzinger,
actual Benedicto XVI.
El Cardenal Martini era uno de los últimos grandes
exponentes del Concilio Vaticano II y de la apertura de la Iglesia en su diálogo
con el mundo moderno y las otras religiones. Como homenaje a este gran teólogo
y pastor, ofrecemos a nuestros amigos y amigas, la entrevista que ofreció poco
antes de su muerte y que se considera como su testamento espiritual.
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¿Cómo ve la situación de la Iglesia?
«La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América.
Nuestra cultura está envejecida, nuestras Iglesias son grandes, nuestras
casas religiosas están vacías y el equipo burocrático de la Iglesia se
hincha, nuestros ritos y nuestras vestimentas tienen mucha pompa.
¿Expresan estas cosas sin embargo lo que somos hoy? (…) El bienestar
pesa. Nos encontramos como el joven rico que se alejó triste cuando
Jesús lo llamó para se hiciera discípulo suyo. Sé bien que nosotros no
podemos dejar todo con facilidad. Por lo menos podríamos buscar a
hombres que sean libres y estén más cerca del próximo. Cómo fueron el
obispo Romero y los martirios Jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están
entre nosotros los héroes a quien inspirarnos? Por ninguna razón los
debemos limitar con los lazos de la institución».
¿Quién puede ayudar la Iglesia hoy?
«Karl Rahner utilizó de la imagen de las brasas ocultas bajo la
ceniza. Veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza encima de las brasas que a
menudo me asalta un sentimiento de debilidad. ¿Cómo liberar las brazas
de la ceniza de forma que se reavive la llama del amor? En primer lugar
debemos buscar estas brasas. ¿Dónde están las personas llenas de
generosidad como el buen Samaritano? Las que tienen fe como el centurión
romano. Que son apasionados como Juan Bautista. Que se atreven a
innovar como Paolo. Que son fieles como María de Magdala. Aconsejo al
Papa y a los obispos a buscar a doce personas fuera de lo establecido
para los puestos de gobierno. Hombres y mujeres que estén cerca de los
más pobres y que estén rodeados por jóvenes y que experimente cosas
nuevas. Necesitamos confrontarnos con hombres y mujeres que ardan de
forma que el espíritu puede difundirse por todas parte».
¿Qué instrumentos aconseja Usted contra la fatiga de la Iglesia?
«Aconsejo para ello tres muy eficaces. El primero es la conversión:
la Iglesia debe reconocer los propios errores y debe recorrer un camino
radical de cambio, empezando por el Papa y por los obispos. Los
escándalos de la pedofilia nos empujan a emprender el camino de la
conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todos los temas
que implican el cuerpo son un ejemplo de ello. Son temas importantes
para todos y a veces son quizás también demasiado importantes. Tenemos
que preguntarnos si las personas aún escuchan los consejos de la Iglesia
acerca de lo sexual. ¿Es la Iglesia todavía en este campo una autoridad
de referencia o sólo una caricatura en los medios?
El segundo instrumento es la Palabra de Dios. El Concilio Vaticano II
devolvió la Biblia a los católicos. (… ) Sólo quien percibe en su
corazón esta Palabra puede formar parte de los que ayudarán al
resurgimiento de la Iglesia y sabrán contestar a las preguntas
personales con una elección correcta. La Palabra de Dios es sencilla y
la busca como compañero un corazón que escuche. (…) Ni el clero ni el
Derecho eclesiástico puede reemplazar a la interioridad del hombre.
Todas las reglas externas, las leyes, los dogmas nos son dados para
aclarar la voz interior y para el discernimiento de los espíritus.
¿Para quién son los sacramentos? Estos son el tercer instrumento de
recuperación. Los sacramentos no son una herramienta para la disciplina,
sino una ayuda para los hombres en los momentos del caminar y en las
debilidades de la vida. ¿Llevamos los sacramentos a los hombres que
necesitan una nueva fuerza? Pienso en todas las personas divorciadas y
unidas en nuevas parejas, en las familias extendidas. Estas tienen
necesidad de una protección especial. La Iglesia apoya la
indisolubilidad del matrimonio. Esto es una gracia cuando un matrimonio y
una familia lo consiguen (…).
La actitud que tengamos hacia las familias extendidas determinará el
acercamiento a la Iglesia de una generación de los hijos. Una mujer fue
abandonada por el marido y encontró a un nuevo compañero que se cuida de
ella y de sus tres hijos. El segundo amor tiene éxito. Si esta familia
es discriminada, se expulsa de la Iglesia no sólo la madre sino también a
sus hijos. Si los padres se sienten fuera de la Iglesia o no sienten su
apoyo, la Iglesia perderá la futura generación. Antes que la Comunidad
nosotros decimos: “Señor que yo no soy digno…”. Nosotros sabemos que no
somos dignos (…). El amor es gracia. El amor es un don. La pregunta
sobre si los divorciados pueden comulgar debería formularse justo al
revés. ¿Cómo puede la Iglesia aportar la fuerza de los sacramentos a
quienes están en situaciones familiares complejas?».
¿Qué hace Usted personalmente?
«La Iglesia ha retrocedido 200 años. ¿Por qué no espabila? ¿Tenemos
miedo? ¿Temor en vez de coraje? Y, sin embargo, la fe es el fundamento
de la Iglesia. La fe, la confianza, el coraje. Soy viejo y estoy enfermo
y dependo de la ayuda de los otros. Las personas buenas que me rodean
hacen me hacen sentir amor. Este amor es más fuerte que el sentimiento
de desconfianza que alguna que otra vez yo percibo hacia la Iglesia en
Europa. Solo el amor vence a la fatiga. Dios es Amor. Tengo todavía una
pregunta para ti: ¿qué puedes hacer tú por la Iglesia?».
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