lunes, 24 de septiembre de 2012

LAS CEBs: UNA IGLESIA DE COMUNIÓN.

Las CEBs, como expresión de la vivencia comunitaria de la fe en Jesús y el compromiso por el Reino de Dios, no son una novedad que  nos hemos inventado. Son la expresión más genuina y más primitiva de la Iglesia. En el libro de los Hechos de los Apóstoles encontramos la historia de esa vida. Las vemos surgir desde la experiencia del encuentro con Jesús, primero. Y de la “enseñanza de los apóstoles” (Hech 2,42) después. Ellas son la expresión mínima de esa Iglesia que surge a partir de la predicación de Jesús y que comienza a estructurarse a partir de la Resurrección. La experiencia de la Resurrección y la vivencia de la presencia del Espíritu Santo en Pentecostés, son las experiencias fundantes de esta primera comunidad, experiencia que se debe repetir en toda comunidad que quiera ser Iglesia de Jesús.

Esta presencia del Espíritu en las comunidades hace surgir la comunión y la participación  de sus fieles, sacando de cada uno lo más rico y variado. Es por eso que encontramos tanta variedad de comunidades: Jerusalén, Antioquía, Efeso, Corinto, Roma, etc. No se trata de una uniformidad de vida, sino de una comunión desde la diversidad.

De estas pequeñas comunidades va surgiendo la vida de la Iglesia, surgen también los ministerios (cfr. Hech 7,2-4): Ministerio de la Palabra, Servicio de las mesas, Ministerio de la Coordinación (como servició de comunión no como ejercicio de poder) etc. ...

La Iglesia, sustentada en las Comunidades, vivió una etapa de profunda vitalidad. Una cantidad grande de mártires; una actividad misionera amplia y con sus mejores elementos (cfr. Hch. 13,2-3).

El cambio político que supuso la “conversión” del Emperador Constantino en el imperio romano, afectó también fuertemente a la Iglesia.

Javier Cantalapiedra, cantautor de los años 70, recoge muy bien ese cambio en su canción “la Casa de mi amigo”

 

La casa de mi amigo no era grande, su casa era pequeña.

En casa de mi amigo había alegría y flores en la puerta.

A todos ayudaba en su trabajo, sus obras eran rectas.

Mi amigo nunca quiso mal a nadie: llevaba nuestras penas.

 

 

Mi amigo nunca tuvo nada suyo: sus cosas eran nuestras.

La hacienda de mi amigo era la vida, amor era su hacienda.

Algunos no quisieron a mi amigo le echaron de la tierra.

Su ausencia la lloraron los humildes: penosa fue su ausencia.

 

La casa de mi amigo se hizo grande y entraba gente en ella.

En casa de mi amigo entraron leyes, y normas y condenas.

La casa se llenó de comediantes, de gente de la feria.

La casa se llenó de comerciantes: corrieron las monedas.

 

La casa de mi amigo está muy limpia, pero hace frío en ella.

Ya no canta el canario en la mañana no hay flores en la puerta.

Y han hecho de la casa de mi amigo una oscura caverna

donde nadie se quiere ni se ayuda donde no hay primavera.

 

Tiramos de la casa los abusos, en busca de sus huellas;

y ya estamos viviendo el Evangelio en esta casa nueva,

donde se come el pan y bebe el vino sin leyes ni comedias.

Y ya hemos encontrado nuestro amigo y seguimos sus huellas.

 
A partir de los años 60, en regiones donde la presencia de los sacerdotes era muy escasa, se comenzó a hacer una lectura de la Biblia desde el pueblo, desde su realidad y sus problemas. Nuevamente la “enseñanza de los apóstoles”, se convirtió en fuente de vida y de esperanza para los pobres. En torno a ella fueron surgiendo nuevamente numerosas comunidades que se regaron por toda América Latina. Posteriormente el Concilio Vaticano II y las Conferencias Episcopales de Medellín y Puebla, dieron un fuerte impulso a este modelo de Iglesia, que tuvo, igual que la Iglesia de las Comunidades Primitivas su etapa de esplendor y de grandes mártires, Mons. Romero, entre otros.

Esta Iglesia de Comunidad recoge, entonces, el espíritu y la esencia de las Primeras Comunidades. No se trata de un movimiento más, no se trata ni siquiera de un carisma, como pueden ser la Renovación Carismática o el Movimiento Juan XXIII, o incluso los carismas de la vida religiosa. Es la Iglesia en toda su esencia y en su mínima expresión. Pero una Iglesia que vive la Comunión y Participación de una forma plena, tal como nos invitaba la Conferencia de Puebla.

Lamentablemente este modelo de Iglesia que nace de la experiencia vivida por los apóstoles con Jesús, y por lo mismo plenamente evangélico, está queriendo ser eliminado y suplantado por otro modelo, la parroquia, ajeno a la vida de las primeras comunidades; pero más acorde con una estructura de iglesia poder como la que surgió luego de la “conversión” de Constantito, a que aludíamos anteriormente.

 

Queremos presentar un estudio que publicara el sacerdote brasileño José Marins, que viene  acompañando a las CEBs de toda América casi por cincuenta años. Es por lo mismo un estudio serio, y de una persona que conoce y quiere mucho a las CEBs. Como es un poquito largo lo daremos a conocer en varias entregas.