Las CEBs, como expresión de la vivencia
comunitaria de la fe en Jesús y el compromiso por el Reino de Dios, no son una
novedad que nos hemos inventado. Son la
expresión más genuina y más primitiva de la Iglesia. En el libro de los Hechos
de los Apóstoles encontramos la historia de esa vida. Las vemos surgir desde la
experiencia del encuentro con Jesús, primero. Y de la “enseñanza de los
apóstoles” (Hech 2,42) después. Ellas son la expresión mínima de esa Iglesia
que surge a partir de la predicación de Jesús y que comienza a estructurarse a
partir de la Resurrección. La experiencia de la Resurrección y la vivencia de
la presencia del Espíritu Santo en Pentecostés, son las experiencias fundantes
de esta primera comunidad, experiencia que se debe repetir en toda comunidad
que quiera ser Iglesia de Jesús.
A partir de los años 60, en regiones donde la presencia de los
sacerdotes era muy escasa, se comenzó a hacer una lectura de la Biblia desde el
pueblo, desde su realidad y sus problemas. Nuevamente la “enseñanza de los apóstoles”, se convirtió en fuente de vida y de
esperanza para los pobres. En torno a ella fueron surgiendo nuevamente
numerosas comunidades que se regaron por toda América Latina. Posteriormente el
Concilio Vaticano II y las Conferencias Episcopales de Medellín y Puebla, dieron
un fuerte impulso a este modelo de Iglesia, que tuvo, igual que la Iglesia de
las Comunidades Primitivas su etapa de esplendor y de grandes mártires, Mons.
Romero, entre otros.
Esta presencia del Espíritu en las
comunidades hace surgir la comunión y la participación de sus fieles, sacando de cada uno lo más
rico y variado. Es por eso que encontramos tanta variedad de comunidades:
Jerusalén, Antioquía, Efeso, Corinto, Roma, etc. No se trata de una uniformidad
de vida, sino de una comunión desde la diversidad.
De estas pequeñas comunidades va surgiendo
la vida de la Iglesia, surgen también los ministerios (cfr. Hech 7,2-4):
Ministerio de la Palabra, Servicio de las mesas, Ministerio de la Coordinación
(como servició de comunión no como ejercicio de poder) etc. ...
La Iglesia, sustentada en las Comunidades,
vivió una etapa de profunda vitalidad. Una cantidad grande de mártires; una
actividad misionera amplia y con sus mejores elementos (cfr. Hch. 13,2-3).
El cambio político que supuso la
“conversión” del Emperador Constantino en el imperio romano, afectó también
fuertemente a la Iglesia.
Javier Cantalapiedra, cantautor de los años
70, recoge muy bien ese cambio en su canción “la Casa de mi amigo”
La
casa de mi amigo no era grande, su casa era pequeña.
En
casa de mi amigo había alegría y flores en la puerta.
A
todos ayudaba en su trabajo, sus obras eran rectas.
Mi
amigo nunca quiso mal a nadie: llevaba nuestras penas.
Mi
amigo nunca tuvo nada suyo: sus cosas eran nuestras.
La
hacienda de mi amigo era la vida, amor era su hacienda.
Algunos
no quisieron a mi amigo le echaron de la tierra.
Su
ausencia la lloraron los humildes: penosa fue su ausencia.
La
casa de mi amigo se hizo grande y entraba gente en ella.
En
casa de mi amigo entraron leyes, y normas y condenas.
La
casa se llenó de comediantes, de gente de la feria.
La
casa se llenó de comerciantes: corrieron las monedas.
La
casa de mi amigo está muy limpia, pero hace frío en ella.
Ya
no canta el canario en la mañana no hay flores en la puerta.
Y
han hecho de la casa de mi amigo una oscura caverna
donde
nadie se quiere ni se ayuda donde no hay primavera.
Tiramos
de la casa los abusos, en busca de sus huellas;
y ya
estamos viviendo el Evangelio en esta casa nueva,
donde
se come el pan y bebe el vino sin leyes ni comedias.
Y ya
hemos encontrado nuestro amigo y seguimos sus huellas.
Esta Iglesia de Comunidad recoge, entonces, el espíritu y la esencia
de las Primeras Comunidades. No se trata de un movimiento más, no se trata ni
siquiera de un carisma, como pueden ser la Renovación Carismática o el
Movimiento Juan XXIII, o incluso los carismas de la vida religiosa. Es la
Iglesia en toda su esencia y en su mínima expresión. Pero una Iglesia que vive
la Comunión y Participación de una forma plena, tal como nos invitaba la
Conferencia de Puebla.
Lamentablemente este modelo de Iglesia que nace de la experiencia
vivida por los apóstoles con Jesús, y por lo mismo plenamente evangélico, está
queriendo ser eliminado y suplantado por otro modelo, la parroquia, ajeno a la
vida de las primeras comunidades; pero más acorde con una estructura de iglesia
poder como la que surgió luego de la “conversión” de Constantito, a que
aludíamos anteriormente.
Queremos presentar un estudio que publicara el sacerdote brasileño
José Marins, que viene acompañando a las
CEBs de toda América casi por cincuenta años. Es por lo mismo un estudio serio,
y de una persona que conoce y quiere mucho a las CEBs. Como es un poquito largo
lo daremos a conocer en varias entregas.