Mons.
Jesús Esteban Sádaba.
Este tema
fue compartido por Mons. Jesús Esteban Sádaba, en la Asamblea Diocesana de
Pastoral de la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos, realizada el pasado 23 al 25
de Agosto, dentro del marco de la preparación para el Año de la fe, al
conmemorarse los 50 años de la Apertura del Concilio Vaticano II. Fue una gran
ocasión para reiterar el hermanamiento como iglesias que han compartido un
caminar desde hace muchas décadas atrás. Además Mons. Sádaba, presentó un
agradecimiento de parte de la Caminata por la Vida que conmemora a nuestros
mártires Alejandro e Inés.
Les confieso
que no soy teólogo ni he dado charlas. Pero a pesar de ello estoy aquí. El
contexto eclesial es que estamos a cinco años de la Conferencia de Aparecida,
encaminados hacia el Año de la Fe, en la preparación del “Sínodo de la Nueva Evangelización
para la transmisión de la fe cristiana”, y durante el proceso de perdón y
reconciliación de esta Iglesia Local. Estamos en una Asamblea de la Iglesia de
San Miguel de Sucumbíos que vive todas estas situaciones conflictivas, y que se
quiere vivir en perspectiva de relación de la Iglesia Universal e Iglesia Local.
Soy un
misionero de la Iglesia de Aguarico y he aprendido a ser obispo aquí. Llegué en
1990 habiendo sido un formador y un profesor de matemáticas. Me tocó aprender a
ser ecuatoriano y me tocó aprender a ser misionero. Han sido mis maestros los
misioneros del Aguarico y otros misioneros cercanos como Gonzalo López Marañón y Julio Parise. Todos
estos maestros, junto con Mons. Labaka y la “Crónica Huaorani”.
Algunos
documentos de la Iglesia Universal han sido importantes para en mi trayectoria,
como los del Vaticano II, como Lumen Gentium. El Concilio es un elemento que
está presente en la vida de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI nos ha invitado a
hacer una relectura actualizada del Concilio Vaticano II, con el espíritu en el
que fue realizado. La vida del Concilio nos acompañará durante todo el año,
porque ha sido un don y gozo encontrarnos con Jesucristo y conocerlo a través
de esta experiencia de Iglesia. Este espíritu del encuentro con Jesucristo y el
Concilio está concretado en Aparecida. Tenemos otro documento importante que se
nos presenta en la Porta fidei (La Puerta de la Fe) como es el Catecismo de la
Iglesia Católica y, otro documento es el Instrumento para el Sínodo. (Instrumentum Laboris para el sínodo de los
Obispos 2012 sobre la nueva evangelización para la transmisión de la Fe
Cristiana).
La
experiencia de la fe.
La fe es
un encuentro con Jesús. No programamos para ayudar a otros y otras a vivir la
fe, sino para tomar conciencia de que nosotros vivamos nuestra experiencia de
fe. Los obispos en la Conferencia Episcopal, al ir asumiendo el Año de la fe,
nos dimos cuenta que debemos hacer experiencia de fe. Para todos los discípulos
y misioneros el Año de la fe debe impulsar el crecimiento de la Iglesia Local,
que tiene una historia, unida a la
vivencia de la tradición de nuestra fe en la Iglesia Universal.
Las iglesias
misioneras viven distintas circunstancias. Es necesario que quienes llegan a
los lugares de misión conozcan la historia y el espíritu de esa Iglesia. Los
que han vivido la experiencia de la Iglesia misionera deben dar razón de la fe
y, ayudar a que la vivencia de fe como fuerza del Espíritu, se transmita de
generación en generación. En el Coca, se ha pasado de 8000 habitantes cuando
llegué a 42.000. En esta circunstancia, mucha gente desconoce a los testigos de
vida de las Iglesia, como es Alejandro e Inés. Se hace necesario conocer la
historia de la región y la historia de la Iglesia donde estamos.
Continuamente
hay que contrastar las experiencias de la vida con el Evangelio. Antes que todo
documento está el Evangelio. No hay que vivir las experiencias de fe sólo
maquilladas del Evangelio, por eso, el
modo de vivir la experiencia misionera es básico y no tienen sentido actitudes
misioneras o situaciones en las que el Evangelio esté al margen.
Otro
aspecto importante es confiar en quienes nos rodean, para que sean un apoyo para
ver como vivo la fe. Tener esa seguridad y confianza de poder descubrir la fe
en el otro, es importante. Y alegrarse de que realmente se expresa la fe en
diferentes formas, en las distintas culturas. El Evangelio siempre aparece con
brillantez y fuerza en gentes que viven su fe en las distintas culturas y
pueblos. Queremos acoger esa manifestación de Dios en las distintas culturas y
pueblos y animar a que cada quien encuentre a Cristo en su propia cultura.
Expresiones diferentes para llenarnos de esa expresión cultural dejando aparte
nuestro propio modo de pensar o vivir. Había que desnudarse de las propias
expresiones religiosas para encontrarse con la cultura para descubrir lo que
Dios revela para el pueblo. Desnudarse de la propia cultura y experiencia
religiosa es más difícil que quitarse la ropa. Esta fue la experiencia de
nuestro mártir Alejandro.
Dentro de
la experiencia misionera hay que escuchar antes de dar un juicio.
La fe debe
ser vivida creyendo en el Señor y convencidos-as de que creer en Jesús es lo
mejor que nos ha podido ocurrir en nuestra vida y darlo a conocer es nuestro
gozo. La Porta fidei nos dice que el Año de la fe tiene que ser una oportunidad
para intensificar el testimonio de la caridad. Siguiendo a Pablo de Tarso, las
personas que necesitan de nosotros, tienen que estar muy presentes en nuestra
vida de fe. Si no contamos con ellas, no se está viviendo la fe. El mandamiento
principal es amar al prójimo. No se encontrará en el Evangelio ninguna
referencia al amor de Dios que no esté unida al amor a los hermanos. La fe sin
la caridad no puede dar fruto. La fe y el amor se necesitan mutuamente.
Sostenidos por la fe miramos con esperanza nuestro compromiso en el mundo,
aguardando unos “Cielos nuevos y Tierra nueva en los que habitan la justicia”.
Que con la
ayuda de la Virgen del Cisne esta Iglesia
encuentre el modo de vivir esta realidad eclesial y encontrarnos todos
en compromiso de reconciliación y vivencia de la fe, de comunión y
participación.
Terminó la
exposición y diálogo con la Oración por la Paz de Francisco de Asís.
Señor, haz de mí un instrumento de
tu paz
Señor, haz de mi un instrumento de
tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el
amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga
el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo
ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga
la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la
Fe.
Que allá donde desesperación, yo
ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo
ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo
ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser
consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno
se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la
vida eterna.