lunes, 17 de septiembre de 2012

“La experiencia de fe del discipulado misionero”



Mons. Jesús Esteban Sádaba.

Este tema fue compartido por Mons. Jesús Esteban Sádaba, en la Asamblea Diocesana de Pastoral de la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos, realizada el pasado 23 al 25 de Agosto, dentro del marco de la preparación para el Año de la fe, al conmemorarse los 50 años de la Apertura del Concilio Vaticano II. Fue una gran ocasión para reiterar el hermanamiento como iglesias que han compartido un caminar desde hace muchas décadas atrás. Además Mons. Sádaba, presentó un agradecimiento de parte de la Caminata por la Vida que conmemora a nuestros mártires Alejandro e Inés.

Les confieso que no soy teólogo ni he dado charlas. Pero a pesar de ello estoy aquí. El contexto eclesial es que estamos a cinco años de la Conferencia de Aparecida, encaminados hacia el Año de la Fe, en la preparación del “Sínodo de la Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, y durante el proceso de perdón y reconciliación de esta Iglesia Local. Estamos en una Asamblea de la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos que vive todas estas situaciones conflictivas, y que se quiere vivir en perspectiva de relación de la Iglesia Universal e Iglesia Local.
Soy un misionero de la Iglesia de Aguarico y he aprendido a ser obispo aquí. Llegué en 1990 habiendo sido un formador y un profesor de matemáticas. Me tocó aprender a ser ecuatoriano y me tocó aprender a ser misionero. Han sido mis maestros los misioneros del Aguarico y otros misioneros cercanos como  Gonzalo López Marañón y Julio Parise. Todos estos maestros, junto con Mons. Labaka y la “Crónica Huaorani”.
Algunos documentos de la Iglesia Universal han sido importantes para en mi trayectoria, como los del Vaticano II, como Lumen Gentium. El Concilio es un elemento que está presente en la vida de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI nos ha invitado a hacer una relectura actualizada del Concilio Vaticano II, con el espíritu en el que fue realizado. La vida del Concilio nos acompañará durante todo el año, porque ha sido un don y gozo encontrarnos con Jesucristo y conocerlo a través de esta experiencia de Iglesia. Este espíritu del encuentro con Jesucristo y el Concilio está concretado en Aparecida. Tenemos otro documento importante que se nos presenta en la Porta fidei (La Puerta de la Fe) como es el Catecismo de la Iglesia Católica y, otro documento es el Instrumento para el Sínodo. (Instrumentum Laboris para el sínodo de los Obispos 2012 sobre la nueva evangelización para la transmisión de la Fe Cristiana).

La experiencia de la fe.
La fe es un encuentro con Jesús. No programamos para ayudar a otros y otras a vivir la fe, sino para tomar conciencia de que nosotros vivamos nuestra experiencia de fe. Los obispos en la Conferencia Episcopal, al ir asumiendo el Año de la fe, nos dimos cuenta que debemos hacer experiencia de fe. Para todos los discípulos y misioneros el Año de la fe debe impulsar el crecimiento de la Iglesia Local, que tiene una historia, unida  a la vivencia de la tradición de nuestra fe en la Iglesia Universal.
Las iglesias misioneras viven distintas circunstancias. Es necesario que quienes llegan a los lugares de misión conozcan la historia y el espíritu de esa Iglesia. Los que han vivido la experiencia de la Iglesia misionera deben dar razón de la fe y, ayudar a que la vivencia de fe como fuerza del Espíritu, se transmita de generación en generación. En el Coca, se ha pasado de 8000 habitantes cuando llegué a 42.000. En esta circunstancia, mucha gente desconoce a los testigos de vida de las Iglesia, como es Alejandro e Inés. Se hace necesario conocer la historia de la región y la historia de la Iglesia donde estamos.

Continuamente hay que contrastar las experiencias de la vida con el Evangelio. Antes que todo documento está el Evangelio. No hay que vivir las experiencias de fe sólo maquilladas del  Evangelio, por eso, el modo de vivir la experiencia misionera es básico y no tienen sentido actitudes misioneras o situaciones en las que el Evangelio esté al margen.

Otro aspecto importante es confiar en quienes nos rodean, para que sean un apoyo para ver como vivo la fe. Tener esa seguridad y confianza de poder descubrir la fe en el otro, es importante. Y alegrarse de que realmente se expresa la fe en diferentes formas, en las distintas culturas. El Evangelio siempre aparece con brillantez y fuerza en gentes que viven su fe en las distintas culturas y pueblos. Queremos acoger esa manifestación de Dios en las distintas culturas y pueblos y animar a que cada quien encuentre a Cristo en su propia cultura. Expresiones diferentes para llenarnos de esa expresión cultural dejando aparte nuestro propio modo de pensar o vivir. Había que desnudarse de las propias expresiones religiosas para encontrarse con la cultura para descubrir lo que Dios revela para el pueblo. Desnudarse de la propia cultura y experiencia religiosa es más difícil que quitarse la ropa. Esta fue la experiencia de nuestro mártir Alejandro.

Dentro de la experiencia misionera hay que escuchar antes de dar un juicio.
La fe debe ser vivida creyendo en el Señor y convencidos-as de que creer en Jesús es lo mejor que nos ha podido ocurrir en nuestra vida y darlo a conocer es nuestro gozo. La Porta fidei nos dice que el Año de la fe tiene que ser una oportunidad para intensificar el testimonio de la caridad. Siguiendo a Pablo de Tarso, las personas que necesitan de nosotros, tienen que estar muy presentes en nuestra vida de fe. Si no contamos con ellas, no se está viviendo la fe. El mandamiento principal es amar al prójimo. No se encontrará en el Evangelio ninguna referencia al amor de Dios que no esté unida al amor a los hermanos. La fe sin la caridad no puede dar fruto. La fe y el amor se necesitan mutuamente. Sostenidos por la fe miramos con esperanza nuestro compromiso en el mundo, aguardando unos “Cielos nuevos y Tierra nueva en los que habitan la justicia”.

Que con la ayuda de la Virgen del Cisne esta Iglesia  encuentre el modo de vivir esta realidad eclesial y encontrarnos todos en compromiso de reconciliación y vivencia de la fe, de comunión y participación.

Terminó la exposición y diálogo con la Oración por la Paz de Francisco de Asís.
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.